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viernes, 10 de abril de 2009

INCOHERENCIAS


INCOHERENCIAS NACIONALES

Por Gretel Ledo

En Macbeth, William Shakespeare describe el proceso de cambio que se ha provocado en un hombre influido por otros. El defecto de su propia naturaleza sumado a la ambición desmesurada lo arrastran a sucumbir hasta llegar a su último fin. La avaricia lo perfora destruyendo su destino. Como general del ejército de Escocia le es fiel a su rey. Gana la guerra contra el rey de Noruega y es condecorado. Pero a lo largo de la obra vemos a un Macbeth que va perdiendo su humanidad, en pos de obtener y más tarde de conservar, el trono de Escocia, hasta llegar al punto de cometer todo tipo de actos imperdonables. Asesinar al rey como recurso para llegar al trono implicará un costo demasiado alto. Todo tipo de remordimientos irán recrudeciendo poco a poco su corazón al punto de tornarlo implacable a la hora de decidir la comisión de más crímenes.

Así fluctúa el hombre a la hora de enfrentar decisiones peligrosas. Una vez que se avanza sobre un terreno moralmente condenable es difícil retroceder y casi imposible volverse vulnerable a lo reprochable.

Ahora bien, ¿qué sucede cuando el sacrificado es el pueblo? ¿Qué cuando quien está al frente de la toma de decisiones desoye el gemido popular? ¿Qué cuando ya está todo perdido, la confianza, la credibilidad, la esperanza y pese a ello el gobernante insiste en dar un paso firme sin mirar a su costado?

Sin duda el desgaste popular llega a su punto cúlmine y quien gobierna lo hace en la absoluta soledad de espaldas al genuino soberano. No existe un pueblo que acompañe su gestión ni mucho menos un Parlamento que lo ratifique.

La semana pasada se llegó a un acuerdo histórico del G20 en Londres. Los mercados bursátiles del mundo volvieron a la tranquilidad. Las bolsas asiáticas subieron ante el anuncio de que las principales potencias inyectarán más de un billón de dólares para combatir la crisis económica global. A su vez los bancos centrales de China y Argentina firmaron un acuerdo a través del cual el país asiático pondrá a disposición del Banco Central unos 10.200 millones de dólares, ¿para qué? Para asegurar la estabilidad cambiaria en el país, cuando el peso se ve debilitado por los tiempos preelectorales, el enfrentamiento con el campo y la crisis financiera mundial. Es la primera vez que China le otorga a un país de América Latina esta ayuda. ¿Cuál es la paradoja? El coloso asiático a través de un canje de monedas en el intercambio comercial le permite a nuestro país pagar las importaciones chinas en yuanes y no verse obligado a pagar en dólares que hoy escasean y paralelamente el Gobierno coloca impedimentos para el desarrollo económico del campo. Ya Alberdi en sus pensamientos reflejaba esta situación al decir: “Toda ley, decreto o acto que comprometa el principio de libertad es un ataque serio a la riqueza del ciudadano, al Tesoro del Estado y al progreso material del país. El manantial de la riqueza es el trabajo libre, su opresión es causa de miseria y escasez para el país y es el origen de todas las degradaciones que trae consigo la pobreza.” Resaltaba que la causa de la crisis es la pobreza de los ricos. No la de los pobres. Por ello, es preciso fomentar el crecimiento de quienes generan riqueza y no extirparlos. El acuerdo China-Argentina demuestra una vez más la tozudez del Gobierno al bregar por la importación cuando desde la Argentina se colocan vallas a la exportación. El despotismo y la tiranía se manifiestan a través del poder, las leyes o los reglamentos. Hoy lo vemos en el decreto que crea un fondo coparticipable de las retenciones a la soja.

¿En qué país vivimos? ¿Qué intereses defiende el Gobierno? El sacrificio popular claro que importan un costo electoral para cualquier dirigente. El resultado final estará en las urnas en Junio. Allí será claro qué preponderará, si el voto de confianza o el voto de censura.

En la misma semana el pueblo argentino aleccionó a la dirigencia. Se dejaron de lado las diferencias políticas y se levantaron valores como la democracia, el respeto por las instituciones y los principios constitucionales. La Argentina se vistió de luto y paradójicamente de unidad a la vez. Fue necesaria una muerte para que nazca una nueva etapa en nuestro país. Los partidos políticos en pleno con sus máximos referentes se dieron cita para despedir a un grande de nuestra historia: el Dr. Raúl Ricardo Alfonsín. ¡Qué distinta sería nuestra Nación si asistiera permanentemente a un cambio profundo de mentalidad tanto de clase dirigente como dirigida! ¿Qué rescatamos? Un espíritu de armonía.

Ya el Salmo 133 dice: "¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!" Ahora bien, para ello es esencial en primer lugar hacer un esfuerzo, por parte de cada uno que implica ser solícito, esmerado en guardar la unidad del espíritu; en segundo lugar, tener la actitud apropiada: ser humilde y manso. La palabra "humildad" viene del griego tapeinos y significa aquello que es bajo, que no se levanta mucho de la tierra. La humildad describe la opinión que uno tiene de sí mismo. En tanto la mansedumbre, en griego prautes describe la actitud de uno mismo hacia Dios y el hombre; da cuenta de la aceptación del trato del Creador hacia nuestras vidas y hacia mi prójimo con un espíritu de gentileza.

El mensaje fue claro en especial para la clase política que en ocasiones olvida las demandas populares y se enfrasca en el merchandising de la venta permanente al mejor postor para ser comprada por el votante. Muchos jóvenes se aglutinaron en el último adiós. Una nueva generación que despierta un interés fresco por la política, por los valores, los principios. Una Argentina que abraza el sentido de la UNIDAD y deja para un segundo plano los enfrentamientos y las escatimaciones políticas. Una UCR que se levanta de un letargo fatídico. Y una ciudadanía protagonista de un nuevo tiempo que tira por la borda las incoherencias nacionales.

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