jueves, 13 de agosto de 2009

UN SISTEMA PERVERSO


Río Negro - 13-Ago-09 - Opinión

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Editorial
Un sistema perverso


Extraño país la Argentina, uno en que es frecuente que "la Nación" esté en condiciones de ostentar cifras macroeconómicas saludables mientras que las correspondientes a las provincias que la conforman difícilmente podrían ser peores y en que ya es rutinario que la tasa de inflación de distritos del interior duplique o triplique la atribuida por el Indec a la Capital Federal y la zona circundante. Por lo demás, la brecha entre el ingreso per cápita de las jurisdicciones más ricas por un lado y las más pobres por el otro es mayor que la registrada en la Unión Europea aun cuando se tome en cuenta la situación privilegiada del miniestado de Luxemburgo y el atraso de países ex comunistas como Bulgaria. Sin embargo, estamos tan acostumbrados a esta realidad distorsionada que pocos la encuentran aberrante. Aunque las diferencias enormes que existen contribuyen a agravar problemas nacionales como el planteado por la pobreza extrema en que vive casi la mitad de la población, la mayoría de los políticos, incluyendo a los provinciales, acepta el statu quo como si fuera el único posible.

La resignación así supuesta puede imputarse a la relación de dependencia entre el Poder Ejecutivo nacional y los gobiernos provinciales que, con escasas excepciones, dan por descontado que el grueso de sus recursos financieros procederá de "la Nación": en Formosa, Corrientes y Chaco es cuestión de más del 70% del total. En tales provincias, el "sector" económico más importante consiste en el gobernador y los legisladores nacionales. Por motivos comprensibles, tales personajes propenden a declararse partidarios entusiastas del presidente de turno sin preocuparse en absoluto por sus preferencias ideológicas o las características, por perversas que sean, del "modelo" que dice encarnar. Aunque todos los presidentes han procurado aprovechar la subordinación necesaria, casi estructural, resultante de los mandatarios provinciales, ninguno lo ha hecho de manera más flagrante que los Kirchner, que nunca han vacilado en usar "la caja" para premiar a sus amigos coyunturales y castigar a quienes manifiestan síntomas de deslealtad o, como dicen ellos, de "traición".

El sistema arbitrario que se ha establecido puede funcionar en tiempos de crecimiento rápido, pero en cuanto llegan los años flacos suele ser insostenible. Desde iniciada la recesión, las cuentas de muchas provincias se han teñido de rojo. El déficit de Buenos Aires ya supera los cinco mil millones de pesos, lo que no sorprende en vista de sus dimensiones demográficas exageradas y el estado lamentable del conurbano que no deja de "importar" pobreza, y la cultura que la acompaña, del interior y de otras partes de América Latina. Por la proximidad del cinturón de miseria a la Capital Federal, el gobierno nacional no puede darse el lujo de hacerse el distraído ante los problemas del conurbano bonaerense como a menudo hace ante los de provincias como Formosa, Misiones y Chaco, pero así y todo parece dispuesto a procurar aprovechar la situación para mantener disciplinado al gobernador Daniel Scioli.

Hasta ahora, Scioli no se ha creído obligado a recurrir al expediente desesperado de pagar a los estatales de su distrito con patacones o su equivalente, pero tal y como están las cosas no extrañaría demasiado que él y otros mandatarios provinciales pronto echaran mano a las cuasimonedas. Aunque el gobierno nacional quisiera hacer pensar que la incapacidad de los gobiernos provinciales para financiarse se debe exclusivamente a las deficiencias de los políticos locales, en el fondo se trata de una consecuencia natural de un esquema según el que lo económico sí quede firmemente subordinado a lo político, puesto que los mandatarios del interior, habituados como están a dar prioridad a sus vínculos con la Casa Rosada, saben que el éxito o fracaso de su gestión se verá determinado por las inversiones, trátese de obras públicas o dinero para pagar a los empleados estatales, que reciban de la Nación. Con todo, si bien sería claramente mejor que dependieran más de sus propios recursos, éstos son tan magros luego de tantos años de subordinación al Poder Ejecutivo Nacional que, como sucedió con la reforma educativa descentralizadora, cualquier intento de obligarlos a hacerlo sólo serviría para agravar todavía más los problemas gigantescos que tienen que enfrentar.

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