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viernes, 1 de junio de 2012

LA ILÓGICA

LOS DISCURSOS ILÓGICOS DE CRISTINA por Carlos Berro Madero carlosberro24@gmail.com Una oración puede estar construida según las reglas gramaticales y semánticas correctas, pero no contener valor de verdad alguna y ser conceptualmente falsa. Cristina utiliza siempre formas paralógicas de expresarse usando argumentos provenientes de errores de razonamiento, cuyo objetivo parecería estar dirigido a dotar de agilidad expositiva a sus discursos. Con su verborragia oral mantiene una firme oposición a ciertos hechos, desarrollando una táctica que predica la inexistencia de una verdad cualquiera con la intención de que "desaparezca" del conocimiento de los demás: lo que ella no concibe que existe -o simplemente calla-, no existe. En estos días nos ha sorprendido nuevamente agregando que para desarrollar planes de gobierno "exitosos" (¿) como los del kirchnerismo y entender los "mensajes" de la historia no es necesario "leer 28.000 libros" (sic) ó "estudiar 40.000 teorías" (sic), sino "saber observar" (sic). Según esta inédita "sugerencia" deberíamos dedicar nuestro tiempo entonces a sentarnos en una silla y mirar la lontananza para poder conocer la formación de un fenómeno meteorológico, o mirar fijamente las jeringas médicas para deducir las características químicas de una nueva vacuna. Y así con todo. Afortunadamente, el entendimiento humano es capaz de intuir la verdad a través de un proceso de abstracción que se produce espontáneamente en las personas al confrontar ciertos "discursos interesados" con las evidencias que presenta la naturaleza. Para mala fortuna de nuestra Presidente, la mayor parte de la sociedad ha advertido desde hace rato la falta de lógica con la que se expresa. Hemos llegado así al punto en que solo habla para sí, totalmente embelesada consigo misma y sin sentir remordimiento alguno. Se la oye con asombro y "resignación". Más aún, nos animaríamos a decir que está causando una exasperación y un fastidio que va "in crescendo" y se extiende a franjas de la población que antes la oían "como en misa". En efecto, es cada vez más difícil aceptar que quien pretende apoderarse de la verdad y exhibirse como el "cerebro" del gobierno se exprese con tanta vaguedad retórica y falta de lógica. Mientras tanto, las huestes "trepadoras" de La Cámpora, tratan de ocupar "a la apurada" algunos cargos de privilegio para tapar como se pueda los rumbos de un navío al que le entra agua por todas partes, como si presintieran ellos también que la noche los está acechando. Por todo ello, y analizando la índole de los "parlamentos" abrumadores de la Presidente, no creemos que deberíamos seguir suponiendo que por ser una persona cuerda esté "en su juicio", como dice la filosofía. El concepto "entero" de cordura respecto de una persona puede estar referido solo a su "adaptación" a la realidad pero sin capacidad para interpretarla, porque siempre debe haber implícito en dicha cordura un sentido de justicia, de prudencia y de humana comprensión de los demás. Que la gente no sepa con qué novedades "sustanciales" se despertará cada mañana, provoca una creciente inconsistencia a los anuncios que se hacen, al advertir que solo provienen de las tinieblas que ocultan los "secretos" de Estado guardados bajo siete llaves, obligándonos a convivir en la ignorancia sobre la materia que se trate. Ya no sabemos cuánta es la inflación real, cuántas reservas "líquidas" mantiene el Banco Central, cuánto crece (o decrece) la industria, cuántos automóviles se venden, qué empresas comienzan a suspender personal por falta de insumos importados y/o ventas, a quiénes ha afectado la sequía producida en el campo, cuánta es la inversión real para estimular la productividad de la economía y qué monto de dinero se está fugando del sistema financiero por temor. Todo es aproximadamente "tanto o cuanto" y cada uno improvisa sobre el tema a su gusto y paladar. A medida que avanzamos en este proceso iniciado hace diez años que nunca tuvo asidero alguno -que se ha "desnaturalizado" aún más desde que asumió Cristina-, podemos intuir la cercanía de una nueva tragedia colectiva. Sobre todo, porque percibimos la presencia de una voluntad "inexorable" que solo emplea su tiempo en "castigar" -de obra y de palabra-, a todos aquellos que no acepten las imposiciones de un discurso autoritario y esencialmente falso. El sentimiento de culpa es un don precioso que hace posible que el ser humano pueda comprender sus errores y vislumbrar la amenaza de su condenación. La Presidente no lo tiene. Más aún, persigue denodadamente un deseo irrefrenable de no fracasar -como si la política fuese un "campeonato" que se define por goles a favor-, para lo cual intenta mantener vivos ciertos artificios ideológicos de una épica que comienza a hacernos vivir un tembladeral. Mientras tanto, la sociedad sigue siendo castigada a mansalva por alguien que exhibe una rigidez doctrinaria que nos está condenando a experimentar la fugacidad de sus quimeras, poniéndonos a todos "a parir", como alguna vez le dijeron al fallecido Néstor algunos empresarios españoles con mucha gracia. El desbarajuste que han armado -sobre el que algunos analistas "técnicos" serios han dado detalles suficientes-, es una clara consecuencia de la estupidez con "diploma" de algunas personas que no saben dónde están paradas ni adonde van, emparchando un entramado que tiene más agujeros que un queso gruyere. Habiendo llegado a estos extremos, sentimos oportuno tomar prestada una frase de Beatriz Sarlo diciéndole a la Presidente: "a nosotros no, Cristina"

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