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domingo, 3 de febrero de 2013

LA CAIDA

La caída: un punto de inflexión agónico Por: Carlos Berro Madero El muro de pobreza y rigidez ideológica en que nos ha envuelto el kirchnerismo, tambalea en estos días. La decepción de anchas franjas de la población provoca reacciones adversas en cadena, a pesar de que haya quienes siguen aplaudiendo hipócritamente a la Presidente cuando comunica sus “caprichos imperiales”. Los manotazos de ahogado del gobierno responden a una colosal negación de la realidad y ésta comienza a burlarse inmisericorde de quienes insisten en tratar de confundir a muchos desorientados que han tenido tiempo suficiente para despertar, comprobando que el “pulpo kirchnerista” comienza a enredarse en sus propios tentáculos. El mal humor de la sociedad está presentando una extensión y una firmeza que preanuncia poco espacio disponible para que Cristina y sus “militantes” puedan aceitar los músculos y consigan disimular lo que está a la vista de todos: una absoluta ineficiencia que ha desembocado en una inflación imparable, violencia e inseguridad expandida por doquier y una corrupción que produce pasmo. La falta de anticipo del gobierno frente a la escalada de sopapos que está recibiendo, evidencia que su pretensión por prefigurar un futuro cortado a su medida, le ha impedido comprender cuáles son las verdaderas dificultades del presente. Y para el que come, se educa, viaja y cobra un salario, EL PRESENTE ES HOY. La calle ha comenzado a exhibir una suerte de democracia directa en donde antes no había ninguna y se percibe el gozo generalizado y sin disimulo de quienes sienten que pueden ponerle el dedo índice en la nariz a un gobierno desorientado y mendaz. Solo los perímetros “amurallados” por obsecuentes de la “abogada exitosa”, la mantienen en el limbo de una realidad que cada día se parece más a la de Alicia en el País de las Maravillas. Los nuevos movimientos espontáneos convertirán el “ahogo” popular en apelación firme, y ésta abatirá en algún momento una estructura que ha comenzado a agonizar. De una u otra manera, el gobierno kirchnerista ya no volverá a ser el mismo. Un sentimiento popular largamente reprimido está ascendiendo a la superficie y resulta una seria advertencia para el poder. Cuando muchos creían perdida esta posibilidad, LA MISMA HA LLEGADO. Que se sostenga el gobierno en el tiempo ya no depende solamente de Cristina y sus adláteres porque da la impresión de que nada nuevo tienen para ofrecer. El único instrumento que los mantenía cohesionados, el dinero, está desapareciendo de las arcas del Banco Central y el Anses. Sus ilusiones de seguir emitiendo moneda falsa para crear una aparente prosperidad, necesitan pues una dosis cada vez más elevada de “morfina ideológica”, lo que es rechazado por quienes comienzan a adoptar un gesto de autoafirmación comunitaria que se va expandiendo. El sistema autoritario del gobierno está comenzando a sufrir una implosión sin necesidad de tener ningún enemigo especial porque su “pragmatismo de objetivos inmediatos” no ha sido más que un flagrante desafío al sentido común. El papel “encarnado” de la ideología kirchnerista, que fue cumplido hasta hoy por las imágenes cuasi religiosas de Néstor y Cristina, ha bajado a tierra y se ha convertido en algo que puede ser tratado COMO UNA COSA, desflecándose irremisiblemente. A pesar del escenario desfavorable, la Presidente sigue redoblando su apuesta y pretende renovar un voto de confianza popular que seguramente no recibirá. A ella y a los ilusos que aún la rodean, les dedicamos las palabras de Nietzsche una vez más: “el triunfo o el fracaso de algunas ideas, dependen siempre de un buen plato de comida”. ¿Cuántos lo tienen hoy en día en una sociedad pauperizada “ad nauseam”?

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