La gente INTELIGENTE habla de IDEAS, La gente MEDIOCRE habla de COSAS, La gente IGNORANTE habla de la GENTE

adsense

miércoles, 10 de abril de 2013

SEXOS INVERTIDOS

Pensamientos incorrectos La era de los sexos invertidos Por Rolando Hanglin | Para LA NACION Ver perfil Comentá114 El siguiente ranking apareció en diarios y revistas de Buenos Aires, durante marzo de 2013. Libros más leídos en ficción. Primero: Cincuenta sombras de Grey, por E.L. James. Segundo: Cincuenta sombras más oscuras, por E.L. James. Tercero Cincuenta sombras liberadas, por E.L. James. Cuarto: Amor, por Isabel Allende. Quinto: La ridícula idea de no volver a verte, por Rosa Montero. Fuente: Librerías Yenny y El Ateneo. Por supuesto, las estadísticas de venta de un solo mes en un par de librerías importantes no representa a la ciudad de Buenos Aires, ni al país, ni al mundo hispano, ni -¡mucho menos!- a la humanidad en general. Pero algo indica. Tenemos varios datos contundentes. Las cinco obras más vendidas son firmadas por mujeres. Dos escritoras ya consagradas, Rosa Montero e Isabel Allende. Pero en los tres primeros puestos aparece una autora británica, James, que cultiva con preciosismo el género de la pornografía para mamás o para señoras. Son libros de muy buena presentación, tapas neutras y prosa elegante. Los capítulos no llevan títulos "vendedores" sino sólo números: 1, 2, 3, etcétera. Una señora (o la niñerita que le cuida el bebe a la señora) puede leerlos en su casa, en el ómnibus, en el club o en la plaza. Eran libros escritos por hombres y para hombres. Además, nadie los leía en el subte o en el Burger King mientras jugaban los chicos en el pelotero Esto es una novedad. Los libros de contenido erótico, como Sexus de Henry Miller o Escritos de un viejo indecente, de Charles Bukowski, anunciaban desde la portada su carga de orgías, depravaciones y coitos variados. Recordemos, también de Bukowski, La máquina de follar y Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones. Pero atención: estos eran libros escritos por hombres y para hombres. Además, nadie los leía en el subte o en el Burger King mientras jugaban los chicos en el pelotero. La pornografía para hombres (incluso envuelta en buena literatura, de los mejores novelistas) era un consumo clandestino. Del mismo modo, los hombres que concurrían a locales de ambiente donde se consumían tragos, striptease, coperas y otras atracciones marcadas por un farolito colorado, eran contemplados como marineros necesitados de un desahogo, solterones sin vida privada o señores casados con un vicio secreto. En cualquier caso, una vergüenza. Algo que no se comentaba. Veamos lo que señalan las estadísticas de librería. Primero: las mujeres leen mucho más que los hombres, hasta el punto de marcar tendencia como autoras y lectoras. Segundo: el asunto que más atrae a la mujer moderna es el sexo, entendido crudamente como en los libros de la señora James (campeona absoluta) o de manera más civilizada, como en los asuntos sentimentales que tratan Allende o Montero. ¿Qué hacen, mientras tanto, los varones? El Imperio Playboy de Hugh Hefner está cerrando sus puertas, después de 50 años. Algunos notorios libertinos como Silvio Berlusconi y Dominique Strauss-Kahn son acusados, repudiados y -a veces- encarcelados. Los jóvenes ya no leen libros ni revistas: prefieren jugar con la Play Station. Nosotros mismos, que hoy estamos entre los 60 y los 70 años, rememoramos con ternura los tiempos en que espiábamos la revista Dinamita, las chicas de Divito en el Rico Tipo y las Memorias de una Princesa Rusa. Obra genial por donde se la mire, pero cruelmente olvidada por los críticos literarios. Estamos, de pronto, metidos en un fenómeno asombroso: la inversión de los sexos. Antes, el hombre quería trabajar, producir, enriquecerse, triunfar, ganar, dominar, vencer, prolongar su apellido. La mujer aspiraba a cuidar su casa. Mujer, dos puntos, casa. La casa donde vive el hombre. Temas de la mujer: los hijos, la comida, los muebles, la decoración, la familia, los sentimientos, el amor. Hoy día, la mujer es quien reivindica ese derecho a una sexualidad paralela El hombre disfrutaba de un amplio espacio de tiempo y lugar dedicado a las amantes, las amigas secretas, los encuentros con sus camaradas para jugar al poker o al billar, el club, el café, la barra. Porque ya se sabe, o mejor dicho, ya se sabía: un hombre es un hombre, necesita "desahogarse" y la temperatura erótica del matrimonio dura sólo dos o tres años. Luego, para un papá, se trataba de trabajar y vigilar cómo se criaban los hijos. Los amores "eróticos" pertenecían a otra esfera: la vida secreta del varón. Hoy día, la mujer es quien reivindica ese derecho a una sexualidad paralela. Todas las noches van a Golden y otros recintos, en la Capital y en el interior, en Montevideo, Asunción, Lima, México, nutridos grupos de señoras y señoritas. Son dos, o tres, o catorce mujeres excitadas que aplauden cuando el cowboy se quita el sombrero Stetson o el policía zarandea las esposas. Y no se trata de un espectáculo prohibido ni nada por el estilo, al contrario. Todos celebran la flamante libertad de la mujer, su derecho a disfrutar del erotismo, a manotear al stripper y conseguir un amante. Sea por una noche, sea permanente. Aplausos de pie. Si en este cuadro se tratara de la libertad sexual, estaríamos todos de acuerdo porque -finalmente- cada uno es dueño de su propio cuerpo y de su vida privada. Pero no es eso. Periodistas, legisladores, jueces, pensadores progresistas, psicólogos, en fin, todos los que componen el pensamiento buenudo de hoy, aplauden la sexualidad femenina sin límites (ni siquiera el del aborto) al mismo tiempo que condenan, asqueados, el apetito erótico del varón. Lo único que le está permitido al varón es unirse a otro varón. Ahí sí, el tipo saldrá en la tapa de los diarios, besándose en la boca con su nuevo marido...¿o esposa? Hemos leído los escritos de ciertos psicólogos progresistas, en el sentido de que el macho y la hembra son sólo dos puntos extremos del espectro humano. En el medio, hay una infinidad de grises. Y estos seres, que no son exactamente machos ni puntualmente hembras, constituirían -según ellos- el 80 por ciento de la humanidad. Esto es mentira. Todos los seres humanos nacen varón o hembra. No por mandato bíblico, sino porque así es la naturaleza, incluso para los otros mamíferos. ¿Que los varones pueden tener actividad homosexual? Claro, siempre fue así, entre los caballos, los perros, los lobos marinos y el hombre también. ¿Qué las hembras pueden jugar unas con otras y pasarlo bien? Por supuesto, eso no es novedad. Asistimos al aplauso fervoroso de una libertad teórica, mientras las personas que se atreven a vivir su vida particular son escrachadas mediante videos que alguien robó, alguien vendió y alguien publicó Pero en principio, para formar una familia y producir descendencia, se requieren un hombre y una mujer. En todo caso, un hombre y varias mujeres, o una mujer y varios hombres, pero siempre con la concurrencia de los dos sexos. Que hoy son denominados "géneros", porque la palabra "sexo", según este nuevo criterio, sería algo impúdico o bestial. Hay psicólogos, filósofos y periodistas que han vivido poco y que desconocen particularmente la noche. Pero el ser humano es macho o hembra. Azul o rosa. Existe, desde siempre, una minoría con orientaciones sexuales diferentes. En todo país civilizado (desde la Grecia clásica hasta hoy) esas variables se respetan y se protegen bajo un manto discreto. La vida privada es privada. No aparece en las revistas ni se difunde mediante videos en Internet. Estas publicaciones deberían tipificarse como delito, sin más vueltas, ya que toda persona es dueña de su intimidad. Sin embargo, asistimos al aplauso fervoroso de una libertad teórica, mientras las personas que se atreven a vivir su vida particular son escrachadas mediante videos que alguien robó, alguien vendió y alguien publicó. Sólo falta, para consumar la inversión de los sexos, que aparezcan el primer hombre preñado y la primera mujer segregando espermatozoides. ¿Imposible? Tiempo al tiempo, ya llegarán

No hay comentarios.:

Chiste de la semana

Chiste de la semana