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lunes, 10 de febrero de 2014

REINA INVISIBLE

El mundo fantástico de la reina invisible http://www.losandes.com.ar/notas/2014/2/9/mundo-fantastico-reina-invisible-766529.asp por Carlos Salvador La Rosa Los films del "hombre invisible" contaban la historia de una persona que bebe un potaje que impide que los demás la vean. Sin embargo, hay otro tipo de invisibilidad: la de aquellos que de tanto alejarse de la realidad y del sentido común, dejan de ser vistos por los demás porque lo suyo ya no le interesa a nadie, ni nada de lo que hacen los demás le interesa al hombre (o la mujer) invisible. Algo de eso está ocurriendo en la política argentina, donde sus principales dirigentes viven cada vez más en una caja de cristal. Artistas y políticos en el mundo K. El creador artístico llega a la cumbre de su obra cuando es capaz de inventar un mundo propio, imaginario, donde sus criaturas de ficción se entremezclan y viven sus avatares con una determinada lógica que le da razonabilidad a sus acciones, pero una lógica absolutamente distinta de la realidad. Es el artista la contracara del dirigente político, cuya habilidad se observa cuando es capaz de entender mejor que nadie la realidad y de conducirla, o, al menos, de colgarse (cabalgar, decía Perón) de la evolución social y tratar de teñirla con su impronta. Mientras más realista sea el político, mejor logrará sus objetivos, y mientras más realistas sean sus metas (posibles de concretar), mejor político será. Eso no es incompatible con hacer soñar al pueblo que representa y hasta prometerle un futuro que hoy parece de ficción, pero que gracias al realismo del político, mañana pueda ser verdad. Sin embargo, no hay nada más ingenuo y más manipulable que un artista en el terreno de la política, porque allí casi siempre confunde su universo propio, ficcional, con la realidad, a la cual suele desconocer de manera increíble si se lo compara con la lucidez de su obra creativa. Mucho peor cuando hay un político que lo incita a confundir ambos mundos porque le conviene a sus intereses. Cuando esa seducción ocurre, el artista que en su vida cotidiana siempre fue capaz de separar su mundo interno del externo, cae en la trampa de la posibilidad de su fusión porque alguien le toca su vanidad y le promete lo imposible: "Lo que vos soñás es lo que yo quiero hacer realidad, pero para eso necesito tu ayuda", le dice el político al artista y éste, inexperto en las artes del maquiavelismo, compra la superchería poniendo su obra y su persona al servicio del embaucador. Sin embargo, como lo que se da se recibe, los mismos políticos que engañaron a los artistas a través de esas tretas, con el tiempo caen víctimas de su propia estafa. Los políticos que caen en esa suerte de espejismo son de dos tipos: aquéllos que por carecer de poder se consuelan inventando mentalmente un mundo donde ejercer el poder que les ha sido negado. Y aquellos que por tener demasiado poder creen que éste les alcanza para cambiar la realidad por la que ellos quisieran que fuera. Desde entonces, es cada vez mayor el extrañamiento del político con respecto a la sociedad, hasta llegar al punto en que ambos se invisibilizan mutuamente. La sociedad, porque ya no le interesa nada de lo que dice el político puesto que éste se refiere a cualquier cosa menos a sus problemas concretos. Y el político, porque encerrado en la campana de cristal de su universo ficcional ya no escucha más voz que la que le dicta su interior. Y alguna que otra voz obsecuente que, para seguir gozando de los placeres de la Corte real, lo reafirma en su delirio. En esta dialéctica entre artistas y políticos, entre creadores y conductores, puede sintetizarse casi toda la cultura kirchnerista, en la que las confusiones entre uno y otro papel fueron permanentes a lo largo de toda su larga década. La invisibilidad de Cristina. La Presidente Cristina Fernández confundió claramente ambos mundos ese día de diciembre del año pasado cuando Córdoba y Tucumán eran saqueados por el vandalismo, con muertos incluidos, y ella bailaba en un escenario en Plaza de Mayo como queriendo exorcizar, al ritmo de candombe y tamboril, la explosión social que invadía a la Nación. Luego buscó en enero ocultar la crisis económica al no mencionarla en otro discurso en cadena, creyendo que aquello de lo que no se habla no existe. Finalmente, en la cadena nacional de esta semana -habiendo fracasado sus intentos de tapar la realidad con candombes o hablando de cualquier otra cosa-, ahora sí se refirió a los problemas reales de la economía que vapulea los bolsillos de los argentinos. Pero no sólo negó toda responsabilidad propia en lo que está ocurriendo, sino que, irresponsablemente, convocó a la sociedad a marchar directamente contra los empresarios y sus empresas, supuestamente especuladores. Aunque nadie la escuchó y sólo logró que "6, 7, 8" convocara a la guerra del pueblo contra los agiotistas no comprando por un día sus mercaderías (garantía que les aumentarán las ventas a los agiotistas si el convocante es "6, 7, 8") y que sus muchachones de La Cámpora colgaran algunos carteles escrachando a grandes empresarios, incluso equivocándose al poner la cara de uno de ellos y escrachando, entonces, a otra persona. El ridículo elevado a la enésima potencia. En fin, que Cristina se está invisibilizando pero no por alejarse de su función (como parecía ocurrir hasta hace un mes), sino porque cada vez que habla, menos se ocupa de los problemas reales o narra la existencia de un país de fantasía donde nadie pasa hambre y todos, en particular las asalariados, vacacionan hasta saturar los balnearios o compran dólares con los pesos que les sobran de sus suculentos salarios. Tantos dólares compran los pobres que hasta los amenaza con quitarle los subsidios sociales si siguen amarrocando verdes. Por lo tanto, su voz no se escucha y su imagen se esfuma por exceso de irrealidad. Porque en vez de temor causa indiferencia. Porque cada vez importa menos lo que dice. La invisibilidad de los cristinistas. Tanta es la irrealidad que el contagio cae inexorablemente también sobre los otros integrantes del máximo poder de la República. Así, al Vicepresidente Amado Boudou nadie lo llama ni nadie se le acerca, salvo jueces y fiscales, hasta el punto de haberse esfumado su existencia política y volverse un sobrepeso insoportable. El Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, por su parte, parece un heredero de Cantinflas y Fidel Pintos, porque ha desarrollado al máximo el arte de hablar mucho sin decir nada o de rectificarse cada vez que dice algo que no le gusta a la reina Cristina, perdiendo su voz toda relevancia. Finalmente, el Ministro de Economía, Axel Kicillof, si aún no ha volado hacia la estratosfera al desconocer las normas elementales de la ley de gravedad con sus fallidas medidas económicas de asamblea universitaria, es porque el Presidente del Banco Central, el mendocino Juan Carlos Fábrega, le sirve de ancla poniendo algo de realismo en el delirio creciente del joven revolucionario. O sea, todos invisibles a la realidad a medida que más se acercan, para sobrevivir, al mundo irreal de Cristina. Entre el FPT (Fútbol para Todos) y el FPT (Fútbol para Tinelli). La semana terminó con una chifladura superlativa al querer mejorar la fachada del Fútbol para Todos mediante una idea de Capitanich -que compró Cristina- para que la televisación del popular deporte fuera organizada por un profesional que sabe tanto de fútbol como de televisión, Marcelo Tinelli, y así deje de estar en manos de los improvisados aventureros y propagandistas oficiales que hoy lo conducen y que lo único que hacen es piantar votos mientras más sandeces dicen, a la vez que están contribuyendo a la quiebra del fútbol nacional. Sin embargo, aunque lo de Tinelli no parecía mucho más que una lavada de cara, allí nomás salió Hebe de Bonafini defendiendo a los estrafalarios locutores a los que Tinelli quería echar, mediante una afirmación que nadie le desmintió: que Néstor Kirchner dijo en algún discurso que el fútbol debe estar en manos del Estado para ser utilizado políticamente. Algo que es por demás evidente en casi todas partes, pero que sin embargo jamás dirigente alguno se animó a afirmar con tamaña impudicia, tan directamente. Ahora, que una dirigente de los derechos humanos sostenga que el fútbol debe servir para penetrar políticamente en los hogares, para adoctrinar a las personas, es el mundo del revés. Ignora, además, la señora que así como los diarios "monopólicos" no le lavan la cabeza a nadie (porque la gente no es tonta, aunque cierto kirchnerismo así lo crea), tampoco el fútbol oficial sirve para que alguien se crea la burda propaganda gubernamental. En fin, que si algo puede simbolizar muy bien la época en que estamos viviendo son estas comedias de enredos como la del FPT, únicas actividades a las que tiende a dedicarse un gobierno que se está tornando invisible.

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