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sábado, 24 de marzo de 2012

ALGO ESTÁ PODRIDO

ALGO ESTÁ PODRIDO EN... ARGENTINA Por Adolfo Ruiz “La democracia es un sistema que nos garantiza que no seremos gobernados mejor que lo que merecemos”. George Bernard Shaw Como dijimos hace unos años[1], estamos convencidos de que la actual Presidenta, es una consumada actriz antes que una buena conductora política. Pruebas al canto: luego de la crisis del campo, todos pudimos comprobar que ella no lidera ni tiene estrategia alguna, sino que sólo manda, da órdenes y toma decisiones espasmódicamente. Mientras el difunto Néstor Kirchner –conociendo sus limitaciones- actuaba como un colchón de aire, suspendiéndola sobre la realidad y transmitiéndole el guion del relato a seguir, aprovechando su innata capacidad oratoria, ahora ella se encuentra como en un trapecio sin red, instalada en un barco sin rumbo pues su brújula tiene un norte variable. Los influyentes “Papas Negros”, Verbitsky y Zanini, tampoco ignoran que se trata de una mujer elemental –intelectualmente hablando- aunque con una gran capacidad histriónica, pero, no tienen otra opción que seguir sosteniendo armada la carpa de este “circo”, y así poder continuar siendo lo que son, sin despeñarse y sin tener que regresar a ámbitos laborales mucho más modestos, a los que seguramente ya se han desacostumbrado. Ambos tienen muy claro que ellos, sin ella, son nadie. Dentro de este “gabinete coreográfico” -como graciosamente lo llamara el periodista Van Der Koy, en Clarín- que acompaña a la Presidenta, en el que aparecen varios integrantes que son personajes muy básicos, sin personalidad alguna y hasta carentes de vuelo como para enfrentar al menos una conferencia de prensa, ha surgido un hecho nuevo y bastante sugestivo: la rasputinización del poder que ha instalado Guillermo Moreno, quien representa en nuestro país –en una adaptación bastante más chanta, por cierto- al hombre que tanto influyó en la zarina Alejandra, la mujer de Nicolás Romanoff. En efecto, el ruso siberiano logró contener las hemorragias del hijo hemofílico de la zarina, y nuestro folclórico, “napia” contuvo la sangría de dólares que se produjo durante la primavera pasada. Guillermo Moreno, es una versión actualizada de Guillermo Patricio Kelly, un siniestro patotero antisemita de la década del 50 que, cínicamente, terminó sus últimos años trabajando -a sueldo- para el servicio secreto israelí, el legendario Mosad. Pero Moreno va más allá que aquél, pues se siente un purificado por Dios, que lo envía a nuestra tierra asignándole la tarea de imponer su moral, dentro de la corrupta sociedad argentina. Por eso le pudo decir a su co-militante, Julio De Vido, “-Yo no soy chorro y vos, sos un delincuente”. Y, agregó: “además, protegés a todos esos”. Como aquél Sargento Schultz de las películas sobre los nazis, él sólo sabe obedecer ciegamente, aunque en su intimidad, se considera muy por encima y mucho más ético que todos, incluso que sus jefes. Se trata de un argentino de manual, que es un creyente fanático de la eficacia del “apriete” y del accionar desmesurado. Actúa casi siempre -con “viveza criolla”- sin dejar rastros que lo puedan inculpar, tal vez, porque imaginamos que él sentiría una fenomenal diarrea si estuviera en la situación de sus amenazados. Al permitirle a Moreno actuar casi fuera de control, la Presidenta no mantuvo continuidad con la política de su marido: una vez que éste falleció, volvió a la vieja práctica argentina de contar con un súper-ministro de economía. Y como siempre ocurrió con los ministros factótum, se terminan considerando imprescindibles (si no, infalibles) y, en algunos casos, su megalomanía extrema los llevó a su suicidio político. Y creemos que Moreno va en ese camino, por lo menos hasta que termine siendo echado, o dando él un portazo preventivo. Aquí no hay proyecto económico alguno, ni otra estrategia gubernamental que la mezquinamente destinada a destruir potenciales rivales y a conservar el poder a cualquier costo. Y pensamos que no se vacilará en violentar límites éticos, con tal de alcanzar esos objetivos. Ni siquiera este brote de nacionalismo “malvinero” –producido recién después de ocho años de gobierno del matrimonio- parece ser auténtico. “Se trata de una cortina de humo –dice el respetado Hudson Institute- para tapar la inflación”, que se les ha ido de las manos. Y tal como hiciera notar la revista “The Economist”: “Estamos cansados de ser cómplices involuntarios de lo que parece ser un intento deliberado de engañar a los votantes y estafar a los inversores”. Con el falso argumento de “crear puestos de trabajo para los argentinos”, el gobierno improvisa e insiste con un modelo de industrialización a cualquier precio, que pretende se fabriquen desde clavos hasta trenes-bala, habiéndose quedado paralizados esos insistentes funcionarios que, con una “foto” tomada en la década del 40. El mundo ha cambiado mucho desde entonces. Por ejemplo, la empresa de mayor facturación y mayor empleadora privada del mundo, es Wal-Mart, que factura 422.000 millones de dólares y ocupa nada menos que a 2.150.000 dependientes. La primera empresa industrial que aparece en el ranking, está 6ª en facturación y es Toyota Motors, con algo menos de 320.000 empleados y, luego, viene Volkswagen, recién en el puesto 15° de facturación y con menos de 330.000 trabajadores. El resto del grupo de 20 son conglomerados pluri-sectoriales, consorcios petroleros, empresas financieras o bien, proveedores de materias primas[2]. Pero, nuestra nave económica ha comenzado a hacer agua y esta capitana, ni sus inseguros lugartenientes, saben como bombearla, ni tampoco como achicar el tremendo lastre con que, por ignorancia, impericia o arrogancia, la han sobrecargado. La imaginación de todos ellos trabaja horas extras, buscando aguzar el ingenio para conseguir recursos que permitan prolongar este festival de “gran piñata” en forma interminable. Así imaginan, desde volver a estatizar a YPF –para poder endeudarla afuera y luego traer esos fondos- hasta “nacionalizar” todo el comercio exterior, cobrando un peaje adicional a los impuestos y a las retenciones hoy vigentes. La leyenda atribuye a Juan Domingo Perón, la teoría de que el gobierno es una caja fuerte con 5 llaves cuya posesión la tienen: las fuerzas armadas; los trabajadores; los empresarios; la iglesia; y los medios de comunicación. El arte de gobernar estaría en tener la suficiente influencia en cada uno de esos sectores, para que le faciliten su llave a quien gobierne. Así lo entendió también el difunto Néstor Kirchner pero, parece que su viuda, nuestra Presidenta, prefiere hacer desaparecer las llaves, y busca basar su gobierno únicamente en su parecer inconsulto, en su voluntarismo y en una opinión pública que cree tener “comprada” en su gran mayoría, pero que, como sabemos, es tan mobile come le donne. Por eso, este cambio de clima político que se percibe en la zona metropolitana –cambio que todavía no llegó con la misma intensidad al interior, porque el yuyo aún está dando buena leche, aunque un poco más aguada que en los dos últimos años-, produce tanto nerviosismo en la Presidenta y sus alrededores. Por lo pronto ella debiera calmar sus pasiones, porque si las sigue exacerbando perderá lucidez, y la improvisación oratoria le jugará otras malas pasadas, como ya le sucedió. Según los trascendidos, ella no dialoga, sólo grita y ordena. Las ciencias de la conducta nos enseñan que a una persona así, es muy difícil aportarle consejo. “¿Ha intentado alguna vez mantener una discusión con una persona enojada o asustada? -se pregunta Malcolm Gladwell. -No se puede. Es como tratar de discutir con un perro”[3]. Sostiene este autor que cuando el corazón se eleva de las 145 pulsaciones, las destrezas motoras comienzan a descomponerse, el proceso cognitivo se hace más lento, y el comportamiento adopta una agresividad inadecuada. Eso parece pasarle a la Presidenta en algunos de sus discursos. Sufrimos un gobierno que ignora la experiencia del propio peronismo en 1951 y en 1974. Los congelamientos de precios, las acciones penales iniciadas contra industriales o comerciantes, las ofertas forzadas tipo las denominadas antaño como “flor del ceibo”, en fin, todo el voluntarismo aplicado a la economía, es reditado en un nuevo experimento, del que sólo se sale después de períodos de escasez, faltantes, mercado negro y contrabando. Quienes visitaron Europa del este, bajo las dictaduras comunistas, pudieron comprobar una constante en todos ellos: escasez de energía eléctrica –todo se iluminaba con bombitas de 25W- y góndolas mayormente vacías en almacenes y supermercados. Lo mismo ocurrió aquí con el pan blanco de miga negra en 1951 y, luego en 1974, con la docena de diez y el kilo de 900 gramos. Conocer una azafata aérea era la única puerta de acceso a artículos importados. Parece que ello volverá a ocurrir y, por muy honesto que sea Moreno, no podrá evitar las excepciones corruptas y los favoritismos venales que se producen cuando existe racionamiento. Está comprobado, que más de la mitad del electorado es sensible a los halagos, a las propinas, a las ventajitas y a los premios que pagan otros. Por eso, hubo en 2010 mucho voto oficialista que resultó vergonzante y no reconocido públicamente, ni siquiera ante familiares o amigos. Y con el argumento de que “todos roban”, muchos electores hicieron gorda la vista sobre los fenomenales negociados gubernamentales. No nos engañemos, los seres humanos caminamos sobre una cuerda floja sostenida, en cada punta, por Caín y por Abel; algunos más cerca de aquél y otros más cerca de éste. Pero en el presente caso, la impudicia, la desfachatez y la impunidad con que transitan máximas figuras del elenco oficialista, sólo son comparables a los escenarios de algunas naciones africanas, o a los vigentes en la Chicago de Al Capone, durante la ley Seca. Como nos muestra la experiencia, a buena parte de la sociedad argentina, le gusta la “sopa de vidrio”…. siempre y cuando no le produzca hemorragias en sus bolsillos. Si ello ocurre como creemos ocurrirá, esa mayoría escondida y solapada, pedirá, otra vez, “que se vayan todos”. Porque el final de este modelo económico –estamos convencidos- será lamentable, sea por escasez, por parálisis o –no lo deseamos- por explosión. A los que confían excesivamente en la producción de soja (los que argumentan sobradoramente: “los chinitos descubrieron la carne y necesitan, sí o sí, la soja para sus chanchos”), les recordamos que si suben las materias primas, también subirán los precios del petróleo y los del gas, que estaremos obligados a importar y, probablemente, esa suba sea mucho mayor que la del “yuyo” y se termine derramando sobre todos los precios. Cuando ese final llegue, no vendrá nadie a salvarnos del incendio: ni los militares, ni los radicales, ni un súper-ministro, ni Mandrake. En ese momento deberán –y la Sra. de Kirchner, particularmente- hacerse cargo de la crisis provocada y tendrán que timonear a buen puerto, un barco deteriorado y escorado. A no ser que, antes, ella se harte, renuncie, o se enferme, y tengamos que acudir otra vez a algún personaje bisagra –como fueron Puerta, Rodríguez Saá, o Duhalde en el 2001-, que venga con una regadera improvisada, para tratar de apagar el incendio. No serán los Verbitsky, Zanini, Moreno, Garré, o De Vido -quienes por ignorancia temeraria se pasaron casi un lustro avivando las brasas, mintiéndole a ella y mintiéndose ellos-, los que mirando desde un balcón -o desde una celda-, atenuarán la escasez, la explosión o las llamas. Todo esto nos muestra que Argentina está muy pero muy enferma, tal como se comprueba con los cuantiosos hechos de sangre que se viven, tanto en la vía pública como en la vida privada, así como con las recurrentes muestras de violencia familiar y doméstica, que se extienden a ámbitos escolares, hospitalarios y deportivos. Asimismo, soportamos a diario reiteradas muestras de desconocimiento de la propiedad privada por parte de autoridades, lo que estimula imitativamente a muchos particulares para también desconocerla. Y por último, aunque no menos importante, convivimos con “barras bravas”, moto-chorros y mafias, que operan impunemente en la vía pública, en los estadios, y en los medios de transporte. ¿Alguien acaso puede dudar de que estamos grupalmente muy enfermos, y en que no se le puede seguir echando –seriamente- la culpa a la crisis del 2001? El electorado tendrá que dar la respuesta a este interrogante, al menos si es que pretende que sus hijos habiten un país un poco mejor. [1] “Retrato de la 1ª Dama: un verdadero bluff político”, en Perspectivas Microeconómicas N° 98, abril de 2007. [2] www.Wikirating.org La compañías más grandes del mundo. [3] “Inteligencia intuitiva”, por Malcolm Gladwell, Aguilar-Taurus, 2006, pg.232

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