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domingo, 13 de enero de 2013

MEGAFIESTA

CFK, Y LA MEGAFIESTA QUE NO FUE... CLAUDIO CHIARUTTINI: CFK, Y LA MEGAFIESTA QUE NO FUE... Editorial Sin Saco y Sin Corbata El gobierno amenazó con una megafiesta. Apenas si fue un acto protocolar inundado de banderas partidarias y militantes pagos. No estuvo “Fuerza Bruta”, no hubo conciertos ni artistas del staff oficialista. Cristina Fernández dio un corto y confuso discurso, donde volvió a mencionar a los mismos enemigos de siempre: los fondos buitres, La Nación, Clarín, el campo, los bancos. Nada diferente de lo escuchado en 2012. Lo extraño es que la estrategia desplegada por Cristina Fernández, la Casa Rosada y todo el aparato comunicacional oficialista desde que asumió su segundo mandato no tuvo ningún tipo de efecto positivo para el Gobierno. Entonces, ¿por qué lo va a tener en 2013? ¿Qué condiciones han cambiado en el escenario político o en la sociedad argentina para que, aquello que durante 14 meses hizo caer en las encuestas a la Presidente de la Nación, la haga subir ahora? Albert Einstein alertó sobre aquellos que, repitiendo un error una y otra vez, esperaban un resultado diferente. Sin embargo, Cristina Fernández y la Casa Rosada no aprendieron la lección e intentan, con una estrategia que ya demostró tener más costos que beneficios, recuperar imagen positiva y crecer en la intención de votos. La Presidente de la Nación nunca antes había participado del arribo de la Fragata Libertad. Era una ocasión especial. Había que borrar la infausta frase que pronunció en la Casa Rosada (“se podrán quedar con la Fragata, pero no entregaremos nuestra soberanía”) que fue leída por la sociedad como que no le importaba recuperar la nave y que la dejaría abandonada en medio del África. Sin embargo, todo quedó en algo chiquito. La épica se trastocó en mala rutina, a 404 kilómetros de la Plaza de Mayo. Es cierto, Cristina Fernández habló a los 10.000 militantes arriados en 500 micros desde diversas partes del país, los que recibieron 500 pesos por cabeza, comida y albergue de tres a cinco días en Chapadmalal. A un costo de casi 5.000 pesos per cápita, más micros. Fueron unos cien millones de pesos gastados en un acto paupérrimo que intentó lanzar el año electoral. Pero, lo grave, es que ni un tercio del aparato clientelar de Mar del Plata fue movilizado y si no fuera por otros 10.000 participantes voluntarios del acto (la Casa Rosada esperaba 100.000), habría sido un verdadero fiasco. En realidad, si se hubiese hecho en Capital Federal, habría tenido 5 veces más concurrencia, podrían haber repetido el show del 9D y habrían gastado la mitad. Apostaron a la gente en vacaciones, y la gente le dio las espaldas. La confusa oratoria presidencial ni siquiera pudo aprovechar el acto para profundizar el relato sobre la deuda externa, aunque reflotó la estatización de pasivos que hizo Domingo Felipe Cavallo como Presidente del Banco Central, con la esperanza de lanzar un juicio masivo antes de las elecciones contra funcionarios económicos de la Dictadura Militar. Más marketing político apoyado en la Justicia. El efecto fue el contrario al buscado, dado que no dejó anclaje discursivo del cual pudiera tomarse el coro de funcionarios oficialistas para repetir por los medios; el famoso “efecto repetición” no se pudo dar y la Presidente de la Nación quedó hablando sola, sin respaldo, algo muy malo para la estructura del relato cristinista. Pero no fue el único error grave de estrategia comunicacional de la Casa Rosada. Horas antes, Cristina Fernández resolvió preparar el terreno para el acto en Mar del Plata. El domingo pasado, en 32 minutos, lanzó 22 tuits atacando a la Justicia en forma profunda; y le respondió con una larga e insólita carta a unas declaraciones de Ricardo Darín realizadas a una revista que casi no tiene circulación. Sin duda, fueron decisiones audaces, pero con resultado errónea. El ataque a la Justicia erizó la piel de los pocos presentes en los pasillos de Tribunales, pero generó gran enojo en los magistrados que estaban descansando en la Costa Atlántica y Punta del Este, quienes están siendo empujados a responder como corporación, lo que generará una pugna de poder como nunca se vio en la Argentina. Peor fue el choque contra Ricardo Darín. Es un despropósito que una Presidente de la Nación conteste por Facebook y avise por Twitter por una declaración menor. Eso deja tres conclusiones muy claras para este 2013: (1) Para Cristina Fernández no hay enemigos menores, todos los que desafíen su investidura serán arrasados por el poder estatal. Un proyecto hegemónico no se puede permitir la crítica de los elementos sociales, cualquiera sea su cargo, posición u origen. (2) Al no existir una oposición para la Casa Rosada, un artista con prestigio internacional se convierte en un ariete contra el poder presidencial. Ante la ausencia de una oposición, cualquier persona que tenga un nombre ganado y sea popular puede ser un riesgo político que debe ser neutralizado por el oficialismo. Se plantea así un escenario para permitir lanzar una caza de brujas. (3) La Presidente de la Nación tiene una tendencia a mezclar los temas con demasiada frecuencia, lo que torna sus ataques en anárquicos, repetitivos, poco contundentes y elimina cualquier tipo de efecto negativo para la victima del momento (por ejemplo, meter la referencia al depósito en dólares de Daniel Scioli fue ociosa e innecesaria y terminó por dejarle al Gobernador de Buenos Aires un espacio más para mostrarse transparente). Pero para la Casa Rosada, el dato más preocupante fue que la comunidad artística rentada, salvo el caso de Federico Luppi, no salió a criticar a Ricardo Darín ni a defender a la Presidente de la Nación. Sin duda, un gran dato político. Pero, además, que Antonio Gasalla saliera a hablar, hizo cerrar la polémica por parte del kirchnernismo. El resultado: Cristina Fernández quedó aislada y perdiendo la batalla mediática. Otro error fue el anuncio de la compra de vagones para los ramales Mitre y Sarmiento (que ocultan un gran negocio de arreglo para las formaciones viejas que permitirán a Sergio Taselli y los grupos Cirigliano, Romero y Roggio mantengan los subsidios que vienen recibiendo desde hace más de 15 años), que es una repetición vacía de proclamas previas. El objetivo del anuncio es frenar la convocatoria a una movilización popular para el 22 de Febrero en Once, para recordar la tragedia ocurrida hace un año que le costó la vida a 51 personas, con más de 700 heridos. Poco importa la calidad de servicio o la seguridad de la gente que viaja en los trenes urbanos y suburbanos, el marketing político impone el ritmo de la agenda de anuncios que realizará este año Cristina Fernández. La Catástrofe de Once, el escándalo Ciccone y la desaceleración de la economía fueron los tres grandes temas que hundieron la imagen positiva de la Presidente de la Nación en 2012. Con la estatización de la impresora de valores, el tema mengua en su impacto. Una vez que pase febrero, se licuará el efecto de la recordación del accidente ferroviario. El tema pendiente será reactivar la economía y el consumo, y será el eje de los anuncios que lanzará Cristina Fernández durante febrero y marzo, una vez que vuelva de su gira por Cuba, Emiratos Árabes y Vietnam. La desaceleración de la economía –que implica alta inflación, caída del poder adquisitivo de las familias, merma en la inversión, recorte del crédito y estancamiento en el sistema productivo- no pueden esperar a la reactivación de China y Brasil o a una buena cosecha. Para evitar una creciente conflictividad social (gran oportunidad de los gremios para rebelarse), la Casa Rosada deberá prender el “dineroducto”. Pero con más dinero en la calle, la única que gana es la inflación y el ciclo se repite. Hay algo peor: está comenzando un lento proceso de dolarización de carteras empresarias e individuales. Es un proceso lento. Recién comienza y, aún, no toma fuerza. Sin embargo, cuando una de estas tendencias se profundiza, toda la economía comienza a dolarizarse. En la Casa Rosada, una lectura del año político 2012 deja grandes enseñanzas. Pese a que Cristina Fernández cayó 11 meses y medio en las encuestas perdiendo imagen positiva, la iniciativa política del gobierno fue constante, la oposición nunca pudo articularse para frenarla y la producción legislativa respondió a las necesidades de la Presidente de la Nación (en parte, fue un amortiguador de la merma de imagen positiva, sostienen muchos analistas cercanos al cristinismo talibán). En el gobierno celebran que, al mismo tiempo que las encuestas eran negativas para Cristina Fernández, también lo eran para Daniel Scioli y Mauricio Macri, que también vieron reducir el apoyo de la opinión pública. En paralelo, Hermes Binner y Ricardo Alfonsín no pudieron subir un punto en los estudios demoscópicos, es decir, nadie capitalizó la baja de la Presidente de la Nación. Tampoco la oposición logró capturar algo de descontento mostrado por la gente el 13S y el 8N y no son pocos los politólogos y encuestadores oficialistas que aseguran que el efecto de la convocatoria de los bloggueros antikirchneristas se licuó entre noviembre y diciembre y no tendrá impacto en las elecciones legislativas. Después de casi 15 días de silencio, Cristina Fernández volvió y abrió el año electoral cometiendo los mismos errores que le costaron 40 puntos de imagen positiva en 2012. De mantenerse esta tendencia, llegar a Octubre indemne será un triunfo mayor que poder ganar la elección misma. Cristina Fernández tiene un gran desafío: no es obtener las condiciones para cambiar la Constitución Nacional y alcanza la reelección eterna, algo que cree, sinceramente, que podrá lograr. Tampoco es ganar las elecciones de Octubre donde ya tiene asegurado 25 puntos porcentuales de diferencia con sus más cercanos seguidores. Menos mantener a la oposición atomizada, ella sola se encarga de repetir los mismos errores, las mismas torpezas, las mismas equivocaciones que en los últimos cinco años. La proeza para la Presidente de la Nación es tratar de alcanzar un 2013 totalmente diferente del 2012 con los mismos colaboradores, con los mismos funcionarios, con los mismos ministros. El mismo equipo que fue partícipe de la Catástrofe del Once sigue en el gobierno. El mismo equipo que forzó la estatización de Ciccone sigue en el gobierno. El mismo equipo que no pudo sacar a la economía de su amesetamiento en el segundo semestre del 2012 sigue en el gobierno. Parece imposible que eligiendo los mismos enemigos, repitiendo las mismas palabras, usando las mismas recetas y escuchando a los mismos ministros que en 2012 le hicieron perder 40 puntos de imagen positiva, ahora, puede rebotar y recuperar el terreno perdido. Quizás, Cristina Fernández nos demuestre que Albert Einstein, no tenía razón. Lo veo difícil, pero lo intentará. No es casual que sea una “abogada exitosa”, ¿no?

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