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miércoles, 25 de abril de 2012

CAOS

¡Viva el caos! Que un anarquista o un neoliberal tan fanatizado que quisiera dejar absolutamente todo en manos de los mercados se burlara de la "seguridad jurídica", afirmando que significa para él "hacer lo que se les cante" tendría cierta lógica, pero sorprendió oír manifestaciones en tal sentido en boca de la nueva estrella del firmamento kirchnerista, Axel Kicillof, el viceinterventor de la YPF recuperada. ¿Es que en su opinión el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se ha hecho un partidario de la arbitrariedad, que merced a aquel triunfo electoral del año pasado ella y sólo ella puede "hacer lo que se le cante"? Aunque el país se ha acostumbrado a que sucesivos gobiernos nacionales se las ingenien para sembrar el caos, el kirchnerista –mejor dicho, el cristinista– es el primero en informarnos que lo hará por principio, porque a juicio de quien se ha erigido en su integrante más destacado, la "seguridad jurídica" –o sea, el Estado de derecho basado en la existencia de un conjunto de reglas claras– es de por sí algo "horrible", de suerte que no hay que preocuparse por un "fantasma" que no debería asustar a nadie. Para algunos, la forma llamativamente heterodoxa de expresarse de Kicillof reflejaba un grado de soberbia que sería más apropiado para un dirigente estudiantil que para cualquier funcionario, sobre todo de uno tan influyente que, según dicen que dijo, sabe mantener "hipnotizada" a la mismísima presidenta, pero también podría ser interpretada como un síntoma del derrotismo que según parece se ha difundido en el elenco gubernamental. Todo hace pensar que, al darse cuenta el gobierno que le sería inútil intentar impulsar un "proyecto" coherente, ha optado por improvisar, reaccionando de manera antojadiza frente a lo que suceda con la esperanza de que la gente siga aplaudiéndolo aunque sólo fuera porque ningún opositor resultará capaz de insinuar una alternativa. Si bien es razonable suponer que, antes de suceder a su marido en la presidencia y durante las fases iniciales de su gestión, Cristina realmente quería hacer bien las cosas para que la Argentina se convirtiera por fin en un dechado de institucionalidad y respeto por las normas, lo que le permitiría seducir a aquellos esquivos inversores que se negaban a confiar en sus dotes administrativas, andando el tiempo descubrió que gobernar así le resultaría demasiado difícil. Asimismo, en su caso particular, el autoritarismo que le es tan natural parece deberse a su propia inseguridad, además, desde luego, a la conciencia de que le resultaría insoportable procurar negociar acuerdos "dialogando" con fracciones, tanto oficialistas como opositoras, que no vacilarían en aprovechar cualquier oportunidad para debilitarla. Al proliferar los problemas económicos, los escándalos protagonizados por personajes como el vicepresidente Amado Boudou y los desaires procedentes del exterior, donde ya son pocos los dirigentes que la creen una mandataria "normal", Cristina ha elegido encerrarse cada vez más en el círculo áulico hermético conformado por parientes y un puñado de operadores que la protege contra sus muchos adversarios. Por lo demás, aunque todavía disfruta de la aprobación de una proporción sustancial de la ciudadanía, para conservarla se siente constreñida a arriesgarse "redoblando la apuesta" tomando medidas nacionalistas fuertes. Según parece, el intento de "malvinizar" la política exterior, poniéndose a hostigar al Reino Unido en todos los foros disponibles, no ha producido los frutos deseados. ¿Resultará más provechosa la expropiación del grueso de las acciones de Repsol en YPF? La reacción inicial ha sido favorable, aunque es probable que sus simpatizantes hayan cometido un error imprimiendo afiches en los que, en el logo de la empresa, la sigla YPF se ha visto reemplazada por las letras CFK, lo que brinda la impresión de que cree haber agregado la petrolera a su ya cuantioso patrimonio personal, pero no hay ninguna garantía de que dure por mucho tiempo más el sentimiento positivo que ha conseguido despertar echando a los españoles. Tampoco la hay de que su asesor principal, Kicillof, logre ayudarla a superar con éxito los meses difíciles, plagados de problemas atribuibles a la arbitrariedad principista de su gestión, que se acercan.

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