PANDILLAS EN ARGENTINA
Funcionarios abúlicos le dieron la bienvenida a las pandillas juveniles y al crimen organizado para que el embrión vaya creciendo hasta estallar en maras.
El "lágrima", "La banda del Guacho", "La fabela" y "Los ninios populares".
A pocos días de finalizar su mandato, Arslanian prosigue con un rally mediático en el que afirma la baja del delito en el Conurbano Bonaerense y declara sentirse frustrado por no haber podido esclarecer el caso de Jorge Julio López. No obstante, y paradójicamente, rescata la labor de los efectivos que, supuestamente, están a cargo de la investigación.
Una más de las tantas incoherencias y contradicciones a las que el Ministro de Seguridad nos ha acostumbrado a lo largo de su gestión. La cual versó en importaciones de problemas cuando los mismos aquí no existían y más tarde, en la negación de problemas que hicieron raíz como consecuencia de la abulia del gobierno provincial.
Tanto es así, que el problema de la minoridad en el delito adquirió rasgos de notoria gravedad en los últimos tiempos. Los cuales trascendieron, evidentemente, al grupo de especialistas en Tribus Urbanas que el Gobierno de la Provincia posee.
Sucede, que la relación de los menores y la ley es cada vez más compleja. Las normas no contemplan el encierro de chicos pequeños que hayan cometido ilícitos. Razón por la cual, el descontrol se profundiza y la vida en las calles agudiza todos aquellos hábitos que van en contra de los usos y costumbres. De las normas de urbanidad que regulan el orden social establecido.
Bajo estas circunstancias, la conformación de bandas o pandillas se instala en los grandes centros urbanos para contribuir con el caos al que se asiste.
Emergentes algunos de la marginalidad y la precariedad educativa, dominan los barrios y entablan luchas de poder con los miembros de las bandas de otros barrios. Incluso, dentro de un mismo barrio, existen bandas antagónicas que delimitan la zona de operación mediante métodos que trascienden lo simbólico.
Así comenzaron a operar las pandillas en Centroamérica y con el correr del tiempo comenzaron a ser coptados por los ex integrantes de ejércitos de elite, algunos guerrilleros y sicarios aislados.
Por tales motivos, el tema de las pandillas es complejo por el avance progresivo que muchos de sus miembros suelen tener. El vínculo con el crimen organizado termina siendo el destino inexorable de los pandilleros, ya que los delincuentes a gran escala buscan a sujetos de escaso capital cultural pero con ansias desmedidas de poder y control para llevar adelante delitos por los cuales ellos, no pondrían su vida en peligro.
Entonces, escindir a las pandillas de las maras no es sencillo. Sí en un primer momento. Cuando la diferenciación encuentra su explicación en los rasgos característicos de los chicos en banda que llevan adelante rituales de iniciación sexuales promiscuos; cometen un tráfico de droga a menor escala y llevan adelante homicidios, en la mayoría de los casos, culposos y en el contexto de un robo que no sale “bien” o en la puja por el barrio.
En cambio, las maras operan a gran escala. Se vinculan con el narcoterrorismo y tienen centros de operación en distintos países del mundo que se vinculan. Células grandes y medianas dedicadas al crimen organizado que trafican droga pero también sustanciosa información referente a los gobiernos de turno.
Ahora bien, los pandilleros proliferan poniendo en evidencia, una vez más, el colapso al que asiste la sociedad argentina. La descomposición social que la caracteriza y la llegada a nuestro país de una construcción de la subjetividad propia de las pandillas juveniles centroamericanas aún no devenidas en maras.
En su momento se habló de la primera clica de la Mara Salvatrucha en La Matanza que se cobró la vida de Eugenia Ledesma. Una chica de 22 años asesinada por un sujeto apodado “lágrima”. Palabra que en el mundo de las maras significa la cantidad de muertos con los que cada quien carga.
En Gorina (Provincia de Buenos Aires) existe la llamada "La banda del Guacho."
Según una nota del Diario El Día de ayer domingo, la misma está compuesta por no más de 15 miembros. Se aclara que su estructura nada tiene con la de las maras. Sin embargo, la potencialidad existe. Con lo cual, la necesidad de la toma de conciencia, debate y operatividad para combatirla no puede esperar. De lo contrario, la pandilla puede mutar a mara. De hecho, dentro de la misma nota, se marca la existencia de bandas que no tienen un origen familiar tan humilde como la del “Guacho” y que están vinculadas con importantes desarmaderos que operan en el Gran La Plata.
“El génesis de la banda del Guacho, por dar un ejemplo que es paradigmático, tuvo su inicio en una estructura familiar. Los primeros integrantes eran El Guacho y dos de sus hermanos, El Capu y El Oreja, los cuales se juntaban a su vez con algunos pibes que trabajan en las quintas de Gorina. Incluso durante un tiempo "la sociedad" -que vendía los ladrillos de marihuana y los distribuía en varios puntos de la zona norte- estuvo dirigida por el padre del Guacho, conocido en el barrio por su pasado como ex represor en la época de la dictadura y devenido en la democracia como "lanzallamas" en una comparsa de la periferia.”
Si pasamos a Rosario (Provincia de Santa Fe) el panorama dista de ser mejor.
Por un lado, “La Fabela” y por el otro, “Los Ninios Populares.” (Ver nota: Cerca del estallido)
Con estos nombres se presentan las pandillas rivales que van al choque constantemente. Estas bandas de adolescentes tienen como modalidad el manejo de internet para intercambiar amenazas. Por lo menos, así lo revela una nota publicada hace tiempo atrás en el Diario La Capital de Rosario.
Ambas pandillas estarían compuestas por chicos que asisten a la escuela pero que tienen formas de actuar, pensar y sentir violentas.
Entre pintadas, golpes y una competencia que tiene que ver con una rivalidad entre integrantes de colegios, estos chicos tienen como medio de expresión los avances de la tecnología. Es por ello que se manejan con computadores.
Desde blogs, fotologs y otros espacios acuerdan lugares de encuentro y elucubran venganzas.
Un estado de situación que pone en alerta a la sociedad rosarina y ejemplifica el crecimiento del embrión del cual siempre se habla.
Porque los integrantes de la fabela tienen como lema “LA FAVELA MANDA.” Y los otros, no se quedan atrás. Arremeten y buscan posicionarse en el lugar que ellos consideran superior, el del dominio.
En síntesis, aunque muchos lo nieguen, tanto las pandillas juveniles como las maras representan una amenaza para los países que las padecen y para los que poseen, como en caso de nuestro país, pandillas y un estado embrionario de maras.
En un artículo publicado por Terra España, un experto analiza el fenómeno y busca derribar la realidad que tanto las pandillas como las maras supieron construir.
El sujeto plantea que estos grupos no son una amenaza para la seguridad nacional de ningún país y agrega que su existencia puede ser funcional para que las autoridades ejerzan abusos contra los jóvenes. Para violar sus derechos humanos y civiles.
Sin duda alguna, Colef, el académico especializado busca desmitificar el estado de barbarie mediante un discurso acomodaticio que revierte toda una situación pero en su imaginario.
Una especie de Felipe Solá, Aníbal Fernández y Arslanian pero de los círculos académicos.
Ocurre, que cuando se hace mención a palabras como bandas, pandillas y maras, la relación inmediata es la de la violencia. Porque ya son sujetos estigmatizados y etiquetados socialmente. Etiquetamiento no caprichoso sino acorde a lo que cada uno de estos grupos ha demostrado en los países que habitan y buscan habitar.
por Laura Etcharren
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