APRENDIZ DE STALIN
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Un aprendiz de Stalin
Moreno quiere “borrar” la inflación.
“Si la verdad está contra César, peor para la verdad”. Parece que la frase, diseñada para grabar en oro y bronce la necesidad institucional de la alcahuetería, la acuñó un senador romano.
El Secretario de Comercio Interior argentino, Guillermo Moreno, debe tenerla muy en cuenta cada mañana cuando recuerda su misión principal de paladín de la lucha contra la inflación.
Antier tuvo algo más que una idea. Una gran idea, una ideota. Al fin de cuentas, ¿qué es la inflación? Un número. Pues bien. Terminemos con ese número, y se acabaron las discusiones y no habrán más indices mensuales de inflación. Si no nos creen, lean, por favor.
Moreno quiere “borrar” la inflación
Guillermo Moreno, el polémico y polifacético secretario de Comercio Interior, se siente más fuerte que nunca y dispara para todos lados.
Revalidó sus pergaminos con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner como el hombre que a los gritos puede disciplinar a los empresarios y busca que la inflación quede borrada de la agenda pública este año sin cambiar la política económica, aunque los precios suban, según pudo saber LA NACION.
¿Será éste su momento de gloria y por eso critica al presidente del Banco Central, Martín Redrado, y desdeña al ministro de Economía, Martín Lousteau? ¿O estará, como desean muchos, gastando sus últimos cartuchos porque su estrategia de control de precios no surtió efecto ya que a los números oficiales no les cree nadie, ni la CGT de Hugo Moyano?
Hace unos dos meses Moreno no dejaba de repetir que el 11 de diciembre estaría en su casa, porque se iría del poder con Néstor Kirchner. Ahora su discurso cambió por completo; ante quien quiera escucharlo, dice que “la pasión y el patriotismo” lo llevaron a quedarse en su lugar. Atrás quedaba el año del escándalo por la manipulación de cifras del índice de precios al consumidor (IPC) del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), que para él fue sólo una modificación lógica ante un cambio de realidad. Moreno piensa que no se pueden medir productos que ya no existen y que blanquear ese cambio metodológico era innecesario. Punto. Así habla Guillermo Moreno, sin dar mayores explicaciones. Así lo hizo ante el presidente de una petrolera para pedirle que bajara el precio de las naftas y ante otro empresario para que “borre de los diarios” la pelea de las estaciones de servicio con las tarjetas de crédito, aunque el problema se mantiene.
Tampoco tuvo problemas en cuestionar a Redrado ante otros funcionarios “porque no está ayudando mucho con el tema de las tasas” porque Moreno quiere que bajen. El Central las está reduciendo, aunque la suba de tasas al consumo sea uno de los componentes clave para controlar la inflación, junto con la política de ingresos y el frente fiscal. Tranquilo como siempre, Redrado no entra en polémicas y defiende su estrategia integral para preservar a la Argentina de la crisis financiera global.
Pero en el Banco Central a alguien se le escapa en voz baja que la tarea no es tan sencilla como en otras áreas, sin hacer nombres: “No es lo mismo controlar el precio de un kilo de fideos que el costo del dinero”, afirman. Moreno no repara en estos detalles. Piensa que es estúpido pensar que hace falta tener más cuidado en la política fiscal o monetaria para frenar la inflación porque los acuerdos de precios han sido exitosos. El cree que la inflación bajó en 2007, que nadie tiene datos para afirmar lo contrario y que el país se encuentra cerca de un cambio estructural. Crecimiento a tasas chinas y una inflación que baja es el único panorama que él ve en la Argentina.
Ni quiere escuchar cuando alguien le dice que los propios gremios justicialistas piden un 30% de subas salariales porque creen que el IPC estuvo entre el 15% y el 20 % el año pasado. Casi como el ministro de Trabajo, dice que si la negociación salarial termina en un 20% será exitosa.
Ya no teme meterse en otras áreas. Hace pocos días, en plena crisis por los cortes de luz porteños, les exigió a las generadoras eléctricas que le reportaran diariamente la situación, dejando a un lado al secretario de Energía, Daniel Cameron.
Diferencias
Anteayer, también lejos de los temas de su incumbencia, apareció exhibiéndole a la Presidenta las cifras del superávit del comercio exterior junto con Lousteau, quien prefiere trabajar sin conflictos -como trató infructuosamente su predecesor, Miguel Peirano-, hasta que se conozca el nuevo IPC y entonces Moreno quede acorralado por la realidad.
Pero nadie sabe cómo será esa realidad, porque algunos de los que trabajan en el nuevo IPC dicen que la nueva canasta bien medida debería mostrar que la inflación de 2007 fue del 17%. Otros creen que Moreno cumplirá con su objetivo: mostrar que los precios este año estarán por debajo del 8,5% del año pasado.
Por eso sostiene a Beatriz Paglieri en el Indec, aunque la funcionaria haya sido trasladada a la Comisión Nacional de Comercio Exterior para intentar atenuar la protesta gremial en el Indec. Enojado, Moreno la defiende y acusa de “traidores” a quienes la cuestionan o dicen que fue desplazada: según él, ella todavía tiene que ordenar cosas en el Indec. Tal vez por este motivo Paglieri les prohibió la semana pasada a los empleados ir en bermudas o exhibir escotes muy pronunciados.
Muchos temen que si el problema inflacionario se agrava, la Presidenta opte por profundizar este modelo de controles poco eficaces que ya frenó la baja de la pobreza. En ese caso, con “pasión y patriotismo”, Guillermo Moreno estará allí para apoyarla y hacer lo que mejor sabe hacer.
Un pequeñísimo paréntesis de seriedad, nos obliga a ser algo optimistas ante tanta estulticia desembozada. Los analistas políticos más avezados están divididos entre quienes creen vislumbrar un alarido triunfal de Atila ante Roma, y quienes opinan que su anuncio es un canto del cisne de un burócrata con ambiciones de hombre fuerte a la espera del telegrama de despido.
Fuente: Escritos Sudacas/La Nación
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