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viernes, 25 de enero de 2008

FALSOS DILEMAS

Falsos dilemas"

Autor: Carlos Berro Madero





Tiene razón, señora Cristina Kirchner. Hemos comprendido en su extensión correcta las reflexiones que nos ha dedicado con su claridad pedagógica tan particular y expresiva: no hay que plantearse “falsos dilemas”. El periodismo y nosotros, los ciudadanos de a pie, parecemos estar excesivamente dubitativos y ambivalentes. Tenemos que abordar las cuestiones que puedan eventualmente afectarnos, por sus evidencias esenciales y no por los dilemas que pueden presentarnos.

Ya lo hemos practicado en estos días, y el resultado nos ha dejado sin dudas ni interrogantes, aunque, debemos confesarle, bastante desasosegados.

Y permítanos que se lo expliquemos mejor:



Era un dilema imaginar las razones por las cuales han hecho Ud. y su marido “silencio de radio” sobre los fondos de coparticipación petrolera de Santa Cruz, que un buen día desaparecieron y están vaya a saber dónde. Hoy, después de los esfuerzos que han tenido que hacer para aumentar su patrimonio con el fin de tener una vejez protegida, es casi seguro que alguna vinculación tiene que haber entre una cosa y la otra. Vaya a saber qué. De lo contrario, nada nos cierra. Fin de la incógnita.
Estábamos evaluando dubitativamente si en algún momento el diálogo integraría el proyecto de “cambio” anunciado por su marido, que sería además acompañado por una “mejor calidad institucional” durante su mandato. Hoy el dilema no es tal. Seguimos siendo forzados oyentes de las “lecciones” que nos brinda Ud. desde el mismo atril de madera del Salón Blanco (ni lo han cambiado, ni parece más lustrado).
Teníamos la duda de si sobrevendría una oxigenación ministerial y de referentes de la política gubernamental. Tampoco hemos debido mantenerla mucho tiempo. Otro dilema resuelto: son los mismos en TODOS los aspectos vinculados con el poder. Salvo los edecanes presidenciales. Que, para serle francos, nunca constituyeron un dilema para nosotros.
Dudábamos si la nueva investidura le proveería algo más de sobriedad a su guardarropa. Pues no, ya no hay dudas. Sigue vistiéndose Ud. como si fuera a fiestas de cumpleaños de quinceañeras. Sus extensiones capilares siguen en el mismo sitio, y los diferentes vestidos, blusas y polleras, son tan floridas y glamorosas hasta límites inimaginables, como antes de asumir. Como si quisiera establecer un contraste bien evidente con otras mujeres que detentan cargos políticos en el mundo. Por algo, se habrá dicho Ud., tenemos que demostrar que somos los mejores.
Nos ponía cavilosos pensar en sus enojos: si variarían en intensidad. Si las miradas fulmíneas dirigidas a sus adversarios serían menos incendiarias. Si sus palabras incitarían a la concordia, a la paz, a la consideración por las ideas de los demás. Hoy esa incertidumbre ya no constituye un problema. Todo sigue y seguirá igual. El dilema ha sido resuelto por obra y gracia de la realidad y de su decisión para seguirnos sacudiendo con sus cátedras magistrales.
Teníamos algunas dudas acerca de si estos pequeños discursos dirigidos desde el atrilito de marras irían a ser menos deshilvanados, porque claro está, pensamos, -quizá inocentemente-, que la campaña electoral pudo haberle restado algunas horas de sueño, provocándole cierta “fatiga intelectual”. Pero no, es su estilo. Es Ud. coherente en su incontinencia verbal. Puede pasar de un filósofo leído “a su manera” (¿alguna reminiscencia de Frank Sinatra?), hasta la invocación de sentencias universales de maravillosa clarividencia: cuando hace frío ó calor excesivo, nos enseña, los sistemas energéticos siempre colapsan. Lo cual es muy difícil de comprobar ya que no ocurre en los países civilizados; pero para eso está Ud. allí, en el podio, explicándonos que ésta es la respuesta adecuada a los reclamos que se le formulan. ¡Cómo no lo advertimos antes!
Creíamos posible que hubiera algo más de transparencia en la gestión de gobierno, porque dudábamos en adjudicarle responsabilidad directa a Ud. en contrataciones por fuera del sistema legal y otras cuestiones que nos han preocupado estos últimos años. Pero no, también hemos recibido señales claras que nos han disipado este otro dilema: Alstom y el tren bala a Córdoba, los “aportes” indiscriminados para las obras sociales de los gremios “para atender nuevas enfermedades no cubiertas anteriormente” y otras cuestiones, seguirán manejadas de la misma manera antojadiza y misteriosa.
Teníamos el dilema de saber qué pasaría con su marido. Si pasaría a la retaguardia, o permanecería manejando los hilos entre bastidores. Ya no nos preguntamos nada al respecto. La sola instalación a metros de la Rosada en oficinas cuyos alquileres quizá nos sorprendamos de saber algún día por quién son financiados, nos lo ha puesto en evidencia. Los aviones que van y vienen del Calafate llevando agua mineral y alguna ropita olvidada en Olivos, indican con claridad quien manda. O al menos cómo se compone el Poder Ejecutivo: es un poder bicéfalo. Los constituyentes no fueron lo suficientemente sabios como para incluir este adjunto reglamentario en los articulados respectivos. No importa, su marido y Ud. están ahí siempre para solucionar e interpretar cualquier omisión legal. Lo que no está expresamente prohibido, está permitido. Y si no, siempre hay un decreto de necesidad y urgencia para disponerlo así.
No sabíamos si seguiría la costumbre de anunciar reiteradamente obras que muchas veces no se realizaban, o se anunciaban dos o tres veces. Hoy estamos convencidos que esta costumbre seguirá. Porque la catarata de promesas que Ud. hace desde el atrilito de madera, son probablemente necesarias para desviar la atención de otros problemas mayores. Estamos tranquilos, eso también es un problema resuelto.


En fin, como Ud. verá, hemos aplicado nuestro mayor empeño para seguir sus consejos.

Podemos asegurarle que nunca más caeremos en dudas ni cavilaciones, ni Dios lo permita, en “falsos dilemas”.

Para dejarla más tranquila, le aseguramos, como un ejemplo tomado meramente al azar, que cuando veamos un animal de cuatro patas, pequeño en tamaño, con bigotes largos, que maúlla y al que le gusta la leche, lo llamaremos “gato” sin vacilar ni un instante.

Con el mismo criterio, cuando sepamos de alguna valija ó sobre de papel madera, ó crecimiento de la fortuna de algunos de sus amigos o colaboradores, sabremos perfectamente bien a qué atenernos.

No vaya a ser cosa que por nuestra debilidad en resolver un dilema, como Ud. nos dice, perdamos la noción clara de la realidad.

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