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domingo, 18 de julio de 2010


Después de China, el matrimonio gay

por Hugo E. Grimaldi

El próximo miércoles la lapicera presidencial será la principal protagonista del show que se intentará montar en la Casa Rosada para capitalizar políticamente a favor del Gobierno la sanción de la ley de matrimonio de parejas conformadas por personas del mismo sexo, que se aprobó el jueves de madrugada en el Senado y que incluye la adopción de niños, con modificaciones tan de fondo en lo legal y tan fuertes en lo cultural que no todos han podido procesar.

La idea del kirchnerismo, que habitualmente exterioriza sus logros de modo épico, es efectuar ese día una firma pública de la promulgación de la ley por parte de la Presidenta, aunque quien informó a DyN el viernes pasado sobre la iniciativa ya decidida señaló que había que esperar la decisión de Cristina Fernández, a su regreso de China, sobre el grado de exposición que ella misma le iba a querer dar a la ceremonia.

Las alternativas que se barajan son varias, desde colmar uno de los salones de Balcarce 50 con organizaciones y personalidades notorias que fogonearon la nueva legislación, que asegurarán discursos y vivas al protagonismo presidencial, hasta propiciar una masiva concentración en la Plaza de Mayo que estimule a los gritos una salida al balcón de la Presidenta o quizás una recorrida por la calle que le permita a los defensores de los cambios expresar su agradecimiento.

El fondo político de la cuestión es que el kirchnerismo siga ganando en imagen, de cara a las elecciones del año próximo, tal como aseguran que ocurrió con la fiesta del Bicentenario. Lo que Cristina no pudo conseguir con Diego Maradona y la Selección Nacional, sus colaboradores confían que lo logre con este tema tan delicado, que tiene a la sociedad partida en dos.

Precisamente, esta situación es la que podría evaluar la Presidenta como conflictiva a la hora de mostrarse demasiado alborozada con los cambios que sufrió el Código Civil, ya que no tiene necesidad de desairar a nadie, por más que ésta haya sido una cruzada personal de Néstor Kirchner, quien tal como se lo ha ordenado una vez más la furia de su temperamento y sin tomar en cuenta el contraste de la 125, jugó muy fuerte para derrotar al cardenal Jorge Bergoglio y para recuperar protagonismo. La lectura política es que, después de mucho tiempo, el ex presidente ha logrado volver a imponer su agenda.

En contrario con la belicosidad de su propio marido, en las declaraciones que hizo desde China, en línea con la prudencia que siempre mostró en una cuestión tan delicada, Cristina solicitó procesar la nueva situación "con mucha naturalidad, sin dramatismos y sin enfrentamientos", aunque no tuvo reparos en cuanto a efectuar ataques políticos bien directos hacia la jerarquía eclesiástica que expresó posiciones extremas, sobre todo.

Si bien a quienes están organizando la ceremonia los medios empleados les importan bien poco, la sociedad tiene muy en claro que el mérito de la sanción no le corresponde únicamente al Gobierno, ya que hubo legisladores de otras fuerzas opositoras que se sumaron desde sus convicciones personales a la aprobación, entre ellos los referentes máximos de la UCR, Ernesto Sánz y Gerardo Morales, como también sabe que hubo kirchneristas que alegaron razones de conciencia para votar en contra. Esta vez, la votación no encolumnó bloques partidarios, sino que cortó transversalmente a todas las bancadas.

Pero además, también ha sido evidente que la ley no hubiese llegado nunca a buen puerto, si no hubiese sido por la deserción de sus bancas de algunos legisladores que decidieron no estar presentes en la votación por diferentes circunstancias. Por ejemplo Élida Vigo (Misiones) y Sergio Mansilla (Tucumán) no aparecieron el miércoles por la Cámara, mientras que Carlos Menem (La Rioja) se presentó para dar quórum y luego se retiró con parte de enfermo, lo mismo que Emilio Rached (Santiago del Estero). Por último, tres referentes del Peronismo Federal, Adolfo Rodríguez Saá (San Luis), Juan Carlos Romero (Salta) y Carlos Alberto Reutemann (Santa Fe) siguieron todo el debate y se fueron del recinto al momento de la votación. Finalmente, todos ellos resultaron funcionales a los deseos del Gobierno.

Así, los números se facilitaron, lo que permitió obtener la sanción completa y sin cambios de la ley. La explicación al respecto es muy sencilla, a partir de saber que para ratificar la sanción del proyecto que venía de la Cámara de Diputados se necesitaba la mitad más uno de los presentes. El resultado final señaló que el nuevo cuerpo legal fue votado a favor por 33 senadores, en contra por 27 y que hubo 3 abstenciones, con lo cual, sobre 63 presentes, el resultado no dejó lugar a dudas.

Pero si los senadores que faltaban hubiesen estado en sus bancas, sólo por esa circunstancia y sin especular sobre el sentido de cada voto se habrían necesitado 37 de mínima para conseguir la sanción, con lo cual queda claro que la misma no ha sido sólo mérito del Gobierno, por más que ahora la circunstancia le sirva políticamente para mostrar alguna victoria legislativa, en estos tiempos de vacas muy flacas para el kirchnerismo de ambas Cámaras.

No obstante, la mayoría alcanzada no ha dejado ningún lugar a dudas, tal como lo prevén las normas democráticas de representación y su aceptación por todas las partes, en lo que ha sido para la sociedad la ley más traumática de las últimas décadas, parece estar asegurada, aunque haya magistrados que probablemente se planteen cuestiones de conciencia para aplicarla. También va de suyo, que una reglamentación bien meditada podría mejorar la legislación en algunos aspectos poco claros, sobre todo en lo que hace a cuestiones formales de la tenencia de niños.

Seguramente, la Presidenta ha tenido tiempo de pensar sobre qué querrá hacer el miércoles en materia doméstica en su largo regreso desde China, tras un periplo bastante desparejo en cuanto a logros económicos y bastante controvertido en cuanto a declaraciones políticas. Hay que tomar en cuenta que la Argentina llegó a la reunión con el presidente chino Hu Jintao con el peso del pecado de haber levantado de sopetón el viaje anterior, lo que obligó a la Presidenta a iniciar la entrevista con un largo pedido de disculpas.

A partir de allí, en inferioridad de condiciones, que agigantaron aún más las diferencias objetivas entre ambos países, todo fue conceder y conceder, justificando la aceptación de cada una de las exigencias chinas en cierto pragmatismo de tono fatal. Así, se aceptó no hablar del tema del aceite de soja que China no compra desde abril, inclusive con la frase de la Presidenta que minimizó el problema desde el verbo "desojizar", aunque sin perder la posibilidad de avanzar en otras áreas de negocios de alto interés para China, especialmente en infraestructura ferroviaria.

En este punto, si bien se mencionaron cifras del orden de los 10 mil millones de dólares como si fueran inversiones chinas que se harán en la Argentina, de lo que se trata es de compras directas de trenes que el país se compromete a realizar para la línea A de subtes, el futuro metro de Córdoba, la electrificación de los ramales del Belgrano Norte y Sur, junto a rieles y material rodante para el Belgrano Cargas, más vagones y locomotoras para el Ferrocarril Roca.

Lo que hay que tener en cuenta en este tipo de convenios país-país es que, generalmente, los funcionarios del estado vendedor imponen sobreprecios escandalosos atados a financiaciones blandas, lo que pasa a ser el gancho del negocio (inclusive para presentárselo al público), que en este caso es a un plazo de 19 años y a una tasa de 8 por ciento anual. Dicho de otro modo, lo que se ha comprado en esta oportunidad es mano de obra china en cómodas cuotas, pero a un precio aún desconocido.

Por supuesto, que la Presidenta no consideró para nada que en dos de estos aspectos la misión oficial haya tenido sus traspiés e hizo foco en las innumerables oportunidades que la Argentina presenta para los inversores chinos en materia de energía nuclear o investigación farmacéutica, más allá de las misiones comerciales locales que buscan negocios para abastecer a diferentes segmentos socioeconómicos del mercado o aún de determinadas regiones chinas.

Sin embargo, pese a que la acción de las empresas, aunque acotada en los montos, es el verdadero motor de la relación, Cristina se sintió obligada a hacer una serie de referencias políticas sobre el modo de entender el capitalismo, poniendo a los estados por encima de la iniciativa de los privados, en línea con lo que ella llamó el "modelo" casi común a ambos países. "Ustedes han tenido una suerte que nosotros no hemos tenido, la perseverancia en el tiempo de un proyecto político y económico que es en definitiva lo que torna grande a las sociedades", arriesgó la Presidenta en una consideración política que no tomó para nada en cuenta el enorme déficit que tiene China en materia de libertades individuales y en algo que ella considera prioritario fronteras adentro: los Derechos Humanos.

A la distancia, tampoco Cristina dejó de trabajar para la política doméstica, al destacar que la ciudad de Shangai construye por año "50, 60 kilómetros de vías subterráneas", lo que remitió a las promesas de campaña del jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, quien en paralelo con el viaje de la Presidenta sufrió un traspié monumental en materia judicial, demostrando que calibró muy mal la necesidad de armar una policía propia, sobre todo porque a través de ella se le infiltraron los que hoy lo están haciendo padecer. Una Cámara ratificó su procesamiento en el caso de las escuchas telefónicas y ahora Macri deberá decidir si se somete voluntariamente a una investigación legislativa o si se sigue defendiendo echándole exclusivamente la culpa de todos sus males al boicot del kirchnerismo.

Y por último, entre aquello que la Presidenta no se animó a comparar en cuanto a la relación con China es el grado de mínima eficiencia que los gobiernos kirchneristas han demostrado en estos años de planificación centralizada, sobre todo en materia de gas y electricidad, cuestión que colapsa cada vez que el clima deja en evidencia los errores de política energética que han transformado los problemas puntuales del sector en estructurales. Con el frío falta gas, las industrias no producen, no hay garrafas para los más humildes y ya hay trastornos en las cargas de GNC en muchas provincias.

Lo que ocurra el miércoles, puede ser también una buena cortina de humo para tapar estas cosas, los escándalos de las denuncias por la diplomacia paralela y hasta el 82 por ciento que se les retacea a los jubilados. Dicen los chinos que "es más fácil saber cómo se hacen las cosas que hacerlas" y en buscar esa respuesta anda la Presidenta, pese al proverbio y a las internas de Palacio.

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