CABLEGATE Y YIRANDO
CFK SOPORTÓ EL CABLEGATE SIN UNA CRITICA A WASHINGTON
El giro centrista del gobierno entrampó a la oposición
Por Carlos Tórtora para el Informador Público
El kirchnerismo, disciplinadamente, resistió en silencio la tentación de replicar al cablegate con alguna de sus tradicionales reacciones folklóricas de antiyanquismo. El acto anti EE.UU. programado por Hugo Chávez en Mar del Plata fue abortado y ni siquiera Luis D’Elía abrió la boca. En la cumbre iberoamericana, CFK fue toda moderación y evitó cualquier pronunciamiento contra Washington. La crisis -aún no terminada- le sirvió al gobierno para ratificar su supuesto giro al centro. Esta operación en marcha para ganar las elecciones del año que viene recapturando el voto de la clase media tiene muchas facetas. Esta semana, la presidente impulsará otra jugada centrista, el pacto social. Mientras tanto, Hugo Moyano se habría comprometido a mostrarse moderado en la cumbre del PJ bonaerense junto a Daniel Scioli. Amado Boudou tiene, por su parte, un rol fundamental en el nuevo marketing oficial, al llevar adelante el acercamiento con el FMI.
La cosmética de la moderación y la racionalidad se completa con la reducción de la retórica oficial contra el periodismo y la justicia y el estiramiento al máximo de la imagen presidencial de la victimización.
Sin embargo, el lifting quedó estropeado por la antiestética irrupción de la realidad. El cablegate de Wikileaks y los mails de Vázquez repusieron sobre el tapete la gravedad de la corrupción institucionalizada y las sospechas de corrupción y lavado de dinero que persiguen al oficialismo. Es obvio que el gobierno confía en que estos temas no influyan en lo único que realmente importa: la intención de voto.
El viraje hacia el centro se expresa -como no podía ser de otro modo- en la pluma del ideólogo oficial Horacio Verbitsky, que cambió en los últimos meses su retórica setentista por un esmerado discurso reformista. Ayer tituló su columna en Página 12 “Cable a tierra” y tanto cambió que en la misma defiende con entusiasmo a Aníbal Fernández, según él, injustamente sospechado de vinculaciones con el narcotráfico. Esta UTE entre la izquierda kirchnerista y los sectores más conservadores del oficialismo, como Aníbal Fernández, Hugo Moyano y Daniel Scioli, es la clave para que el giro hacia el centro sea creíble.
Por ahora sin salida
El giro pasó a ser ahora la trampa que continúa la beatificación de Néstor y la victimización de Cristina. La oposición, por su parte, quedó entonces atrapada en el dispositivo oficial. Le resulta muy difícil confrontar con un gobierno que hace gestos de moderación, aunque sean sólo cosméticos, y menos aún con una presidente que figura empinada en las encuestas. Uno por uno, entonces, muchos dirigentes opositores van replegándose. Francisco de Narváez ya anunció que considera volver al PJ, o sea, integrarse como un crítico constructivo. Carlos Reutemann ya dio su experimentado paso al costado. Julio Cobos se muestra incómodo, porque la supuesta moderación oficial le arrebata parte de su discurso oficial. Ricardo Alfonsín lanzó su precandidatura presidencial con críticas bastante moderadas a la Casa Rosada. Eduardo Duhalde aparece empantanado en sus negociaciones reservadas para conseguir que Mauricio Macri se conforme con repetir como Jefe de Gobierno. Y hasta Pino Solanas estaría incómodo por los gestos centristas de CFK, porque si la ataca con planteos de izquierda, podría tambien él perder votos de los moderados. El espacio que se le abre a la oposición es la lucha contra la corrupción, el narcotráfico, la inseguridad, la inflación y el clientelismo político. Pero, por distintos motivos, ninguno de los candidatos opositores -con la excepción parcial de Elisa Carrió- se decide a mover sus piezas en ese tablero. Prueba de ello es el rápido silenciamiento del escándalo de los sobornos en la sesión de Diputados para tratar el presupuesto, en la que quedó salpicado medio gabinete nacional. Los clásicos de la estrategia militar enseñan que el ejército que ocupa el centro del campo de batalla está en inmejorable posición para ganarla. El kirchnerismo lo está haciendo, además, sin pagar un costo alto, porque la oposición simplemente se retira sin combatir.
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