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martes, 14 de diciembre de 2010

PIKETEROS MANDAN


FUERA DE CONTROL, LOS PIQUETEROS K DIRIGEN LAS OCUPACIONES

Debilitada por la guerra social, CFK quedaría en manos del PJ y Moyano

Por el Dr. Carlos Tórtora

Ayer el gobierno volvió a quedar rezagado detrás de los hechos, porque el relativo control de la situación en Villa Soldati quedó opacado por la aparición de al menos seis focos de violencia en Lugano, Bernal, Bajo Flores, La Matanza, Villa Madero y Villa Celina. La certeza de que el fuego se extiende a toda velocidad tuvo ecos en Olivos. La presidente habría dado muestras de un fuerte stress y su entorno se está reagrupando. Ahora el primer círculo lo integran Jorge Capitanich, Rudy Igor Ulloa, Carlos Zannini, Horacio Verbitsky y Carlos Bettini. Justamente este núcleo duro pugnaba ayer para que el sucesor de Nilda Garré en Defensa fuera Bettini y no la ex senadora Marita Perceval, como se viene asegurando. Capitanich en la Jefatura de Gabinete, Garré en Seguridad, tal vez Zannini en la SIDE y Bettini en Defensa sería el esquema para blindar el poder ante los tiempos que se avecinan. Amado Boudou y Héctor Timerman siguen gozando de la confianza presidencial pero su rol es mantener vivo el supuesto giro al centro, que le permitió a CFK mejorar su imagen y que ahora está amenazado por la contraofensiva de los setentistas.

Tal vez por primera vez desde el 2003, el gobierno está preocupado por los informes de la seguridad. Es que Gendarmería acaba de empeñar su élite, el destacamento móvil de Campo de Mayo, en el control del Parque Indoamericano. También la Prefectura comprometió buena parte de su grupo antidisturbios, los Albatros, en evitar nuevos focos de violencia en esa zona. Pero ante la multiplicación de los focos de violencia y la posibilidad de un contagio masivo en el conurbano, los especialistas se preguntan con qué fuerzas cuenta el gobierno. La Gendarmería cuenta con los destacamentos móviles de Rosario y Córdoba. Traerlos al Gran Buenos Aires implicaría dar por supuesto que no habrá focos de conflicto en el interior. Más allá de estos escasos recursos, el Estado sólo cuenta con las policías provinciales y la Federal. Esta última está convulsionada porque el gobierno la acusa por las muertes ocurridas en Villa Soldati y por la inminencia de una purga al mejor estilo soviético, dirigida por el tándem Garré-Verbitsky. Sobre la capacidad actual para restablecer el orden público de la policía bonaerense la conclusión es simple: no existe esa capacidad. En otras palabras, si se extiende la guerra social en el Conurbano, el gobierno podría enfrentarse a una opción de hierro: permitir una situación de caos que podría voltearlo o movilizar al Ejército como factor de disuasión, lo que implicaría una suerte de suicidio para un gobierno que abomina de las Fuerzas Armadas. Después del éxito de la ocupación del Parque Indoamericano, el ejemplo empieza a cundir por todas partes.

La aprendiz de hechicera

Pero esta alternativa no es el único drama del gobierno. Durante siete años el kirchnerismo potenció un ejército político formado por piqueteros y movimientos sociales de distinto tipo. Ahora esta milicia, portando las banderas de Kirchner, se salió de control poniéndose al frente de las ocupaciones ilegales. El caso del puntero K de Lugano, Alejandro “Pitu” Salvatierra, es sólo un ejemplo. Que los kirchneristas participen masivamente de ocupaciones que pueden colocar al borde del K.O. a la presidente tiene proyecciones importantes. Esta rebelión de las huestes K está colocando al gobierno en una inédita situación de debilidad. Hoy por hoy, un desborde sindical dirigido por Hugo Moyano sería mortal para la Casa Rosada. El camionero, tan despreciado en Olivos, ha pasado a ser ahora el garante de la gobernabilidad y, como experto en estas lides, estaría dispuesto a cobrar bien cara su lealtad.

Pero la rebelión de las bases sociales del kirchnerismo también puede colocar a CFK en un corralito formado por los gobernadores y los intendentes peronistas. Éstos son, empezando por Daniel Scioli, los únicos operadores del control social que pueden garantizarle al gobierno la prevención de un estallido social en gran escala. El PJ, tan mal visto en Olivos, es la valla que hoy separa al gobierno del abismo. Más elegante que Moyano, la dirigencia peronista no extorsionaría abiertamente a CFK pero sí podría marcarle límites. En otras palabras, convertirla en una reina con escaso poder político, rodeada por un entorno de incondicionales que iría perdiendo relevancia a medida que corran las semanas.

El actual silencio de la dirigencia del PJ ante la hoguera social lo dice todo. Los veteranos del Justicialismo saben que episodios como éstos marcaron las salidas anticipadas de Raúl Alfonsín y Fernando De La Rúa. La advertencia pública de Eduardo Duhalde sobre la necesidad del orden redondea este clima de acechanzas. A diez y veinte años respectivamente de aquellos estallidos, con puntualidad casi matemática, la historia se repite una vez más. Los ideólogos del kirchnerismo sostienen que nunca un conflicto social pudo derribar un gobierno peronista. Este mismo axioma podría condenar a Cristina a vivir sus últimos meses en el gobierno cediéndole el poder al PJ y a Moyano.

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