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domingo, 22 de marzo de 2009

POBRES CONTRA POBRES


CRONICAS DE LA REPUBLICA POR EUGENIO PAILLET
Otra vez Kirchner lo ha hecho

Néstor Kirchner caminaba por una de las calles de la residencia presidencial de Olivos. A marcha forzada, lo acompañaban tres intendentes del Conurbano bonaerense. Muy cerca de allí, en el quincho, Cristina Fernández terminaba de anunciar la medida que, apenas un par de horas después, el campo rechazaría por considerarla lo que es: otro cachetazo a los productores, impregnada de un enorme tufillo electoral. "Estos me creían muerto, mirá el q... que les armé", dijo, entre nervioso y divertido, sin destinatario directo.

Testigos de la escena aseguran que dos de los que escuchaban eran Hugo Curto, de Tres de Febrero, y Mario Ishi, de José C. Paz, estandartes de los barones del Conurbano que serán los más beneficiados por el reparto de los fondos provenientes de las retenciones a la soja. Y cuya misión, encomendada por el jefe, es torcer cierto pesimismo, o destino de impensada derrota, que hasta las encuestas propias venían dando al oficialismo, en esos territorios clave del clientelismo kirchnerista. También evitar dispersiones o traiciones lisas y llanas de algunos ex duhaldistas, ahora kirchneristas, y tentados de ser otra vez duhaldistas, o properonistas, que lo palmean por izquierda, pero tejen por derecha el armado de listas con los disidentes del partido. No sea cosa de violar el viejo precepto que han puesto en práctica, una y otra vez, en los últimos 25 años: acompañar al líder, pero nunca más allá de la puerta del cementerio.

Aquella frase encierra algo más que una nueva bravata del santacruceño, descontada su autenticidad por provenir de fuentes irreprochables del entorno gubernamental. Supone, para sus defensores y aliados, decir que Kirchner ha puesto las cosas otra vez donde deben estar. El campo ha vuelto a la lucha y a las rutas, con paros y cortes que complican la vida a propios y extraños. A su orden, el oficialismo en el Congreso boicoteó la posibilidad de tratar un proyecto que otorga mayor equidad al pago del impuesto a la soja.

Cristina ha presentado ante su tropa un polémico proyecto de nueva ley de radiodifusión, que en la visión del ex presidente busca evitar el monopolio de grupos que son aliados de lo más rancio de la dirigencia rural, a quienes acusó y seguirá acusando, en privado y en público, de querer voltear el gobierno de su esposa.

Por si faltase algo, ese acto en La Plata coincidió, no por casualidad, con el que, a la misma hora, realizaban miles de ciudadanos en la Plaza de Mayo, para demandar mayor seguridad a los gobernantes. Kirchner manda a sus comunicadores a tildar de "derecha" esas expresiones de gente común horrorizada por la ola de violencia. Y lanza versiones para que las recojan los medios amigos, según las cuales los viejos grupos de tareas están ahora detrás de la seguidilla de ataques a miembros de la farándula. Buscan, según esa afiebrada elaboración, crear mayor sensación de inseguridad que la que muestran las lamentables estadísticas de Aníbal Fernández y golpear también por ese lado al gobierno de Cristina.

Kirchner nunca abandonó la esperanza de vengarse algún día de la Mesa de Enlace, después de aquella derrota por la resolución 125 que lo puso al pie del avión y con las valijas en la mano, listo para volverse a Santa Cruz. Ha repuesto la escena tal como la masculló durante todos estos meses. La pelea con el campo debía ser, y así será, el punto más alto de la campaña electoral que se ha lanzado en sus peores formas. Por eso fue minando uno a uno los tibios intentos del ala moderada del gabinete para enderezar algún acuerdo en la mesa de los martes con Florencio Randazzo y Débora Giorgi. Los acuerdos sectoriales que se conseguían en esos diálogos eran publicados en el Boletín Oficial, pero aparecían distorsionados por correcciones de última hora que les hacía Guillermo Moreno. El secretario tachaba y reescribía en las sombras lo que dos ministros elaboraban a la luz del día. La mano de Kirchner guía siempre la lapicera de su guerreador más mentado.

El último encuentro venía precedido de rumores y algunas constataciones auspiciosas, tanto entre los negociadores del gobierno como entre los dirigentes de las cuatro entidades. Cristina Fernández habría decidido aflojar un tanto la soga y se aceptarían rebajas en las retenciones a otros granos, pero no a la soja. En este punto, el kirchnerismo no va a cambiar ni un gramo su decisión de pelear una guerra santa en contra del yuyo maldito. Eduardo Buzzi se desayunó de la nueva frustración cuando lo encaró Randazzo, en el comienzo de la reunión: "No hay nada, lo bocharon desde Olivos". Un rato antes, el ministro había recibido la orden del santacruceño a través de su celular: "No les des nada".

La orden al bloque que comanda Agustín Rossi para no dar quórum en la sesión por las retenciones segmentadas convocada por el campo y la oposición desnuda en toda su dimensión, al menos, dos probanzas: la primera, que persiste en Olivos un doble comando, donde una dice una cosa y otro lo borra de un plumazo. La siguiente, que el gobierno no deja resquicio para evitar ser tildado de incoherente y de ejercer un destructivo doble discurso. ¿No había asegurado Cristina a la Mesa de Enlace, cuando los visitó por sorpresa en el ministerio de Economía, que tenían abierta la vía del reclamo ante el Congreso, para plantear sus posiciones? Hay otro dato que pinta el cuadro: aquel mismo sector moderado del gabinete que había insinuado la conveniencia de ceder algunas rebajas en las retenciones al trigo y el maíz, advirtió sobre lo que ocurrió en la Cámara Baja. La oposición quedó a un puñado de bancas, no más de quince, para habilitar la sesión. Tal vez la hubiese arañado de no ser por la deserción a último momento, con argumentos discutibles, del bloque del SI que comanda el ex arista Eduardo Macaluse. Y hay media docena de kirchneristas que reprochan que tienen que hacer malabares cada vez que vuelven a sus provincias, para evitar escraches, que navegan en un mar de dudas. "Si no les damos algo, la próxima vez nos meten el quórum", recomendó, en Olivos, una de las voces autorizadas del bloque del Frente Para la Victoria.

La respuesta del matrimonio fue el fondo solidario, que, casi como la crónica de una nota de archivo que se escribió hace un año y se rescató ahora sin agregarle una coma, repuso otra vez la pelea con el campo. Todo a pedido de Kirchner.

Nadie en su sano juicio podía suponer que las cosas, después del pomposo anuncio de Cristina ante los aplaudidores de siempre en Olivos, podían tener otro destino que el que finalmente tuvieron. Ese decretazo fue parido para terminar con las escasas posibilidades de llegar a un acuerdo con la Mesa de Enlace. El enunciado mismo de los "beneficios" de la norma salta a la vista. Los Kirchner darán a gobernadores e intendentes para que administren ellos la misma plata que hoy manejaba la Nación para obras públicas y otros menesteres del clientelismo que manejan, con lápiz y papel, el ex presidente y Julio de Vido.

Los productores reclaman que les bajen las retenciones. Y que, en todo caso, ese beneficio recaiga en quienes tienen menos volumen de hectáreas sembradas y no en los grandes concentradores. Los chacareros de mil o mil quinientas hectáreas, y de allí para abajo, no verán un peso y seguirán en la misma situación de desesperanza y bronca que hasta ahora. Eso lo dicen en cualquiera de las cuatro entidades del campo donde dicen, también, que todo es funcional a los planes del ex presidente de volver al escenario de los peores días de mediados de 2008.

No hace falta, además, ningún ejercicio de imaginación para saber de antemano que esa masa que antes administraba a su antojo el ministro de Planificación y que ahora caerá en manos de gobernadores e intendentes con déficit fiscal cero, será distribuida con criterio electoralista y siguiendo la consigna de amigo-enemigo que manda respetar el santacruceño. No por nada el decreto evitó adentrarse en el análisis de un reparto más justo del treinta por ciento de las retenciones a la soja, y el grueso de los seis mil millones de pesos que están en juego irá a manos de Daniel Scioli y los barones del primer y segundo cordón del Conurbano bonaerense. Allí es donde Kirchner, si finalmente decide ser candidato, jugará todas sus cartas. Una victoria allí, aunque pírrica, lo mantendrá con las riendas del poder en la mano. Una derrota a manos del peronismo disidente, y hasta de una posible coalición opositora, lo hundirá sin remedio.

Los temores que corren por algunos despachos oficiales en este último sentido, y los raptos de mesura del santacruceño cuando logra apartarse del "todo o nada" en el que ha puesto las cosas, hacen que, por estas horas, se haya puesto otra vez en análisis la viabilidad de esa candidatura. Y los enormes riesgos que encierra. "¿Por qué no mandar a Massita como candidato? Si gana, decimos que ganó Kirchner, y si pierde, que perdió Massita" dijo, sin ruborizarse, un kirchnerista puro.

Tal vez esas elucubraciones de alcoba fueron las que dispararon la siguiente estrategia de Olivos para la campaña electoral, que es la de meter miedo en la sociedad con el recuerdo de las peores imágenes de 2001. "O gano yo o se viene el caos", "si perdemos nos vamos y que gobierne Cobos", "si no ganamos se afecta la gobernabilidad", bien podrían ser (y de seguro lo son, aunque no haya constancias oficiales que los registren) algunos de los latiguillos en boca del ex presidente o de cualquiera de sus más fieles seguidores.

Los que conocen el paño dentro del kirchnerismo, y los que miran de afuera, han llegado a la misma conclusión: el piquetero Emilio Pérsico jamás se habría mandado con semejante frase si no tuviese un guiño de sus patrones. Lo mismo puede decirse del ultrakirchnerista diputado mendocino Jorge Alvaro. Los dos salieron a advertir, en medio de la tensa jornada del jueves, que, si el gobierno sufre una derrota en las elecciones legislativas de junio o de octubre, Cristina deberá renunciar y pasar el mando al vicepresidente. Las voces que, desde la Casa Rosada o el Congreso, se alzaron para desmentir la especie no alcanzaron a despejar la sospecha de que algo de eso se cocina en Olivos. Cabe preguntarse, por caso, por qué el propio Kirchner, desde sus diarias tribunas en el Conurbano bonaerense, no desautorizó al piquetero y al diputado. O por qué Cristina, tan locuaz y tan adicta a la lectura de los matutinos con los que arma su agenda diaria, no puso en caja a Pérsico y desalentó semejante disparate. Un buen gesto en esa dirección, que hubiese ayudado a desmontar la presunción periodística y ciudadana de que algo traman, era el despido sin más trámite de Pérsico del cargo que ocupa como subsecretario de Políticas Sociales en el ministerio de Alicia Kirchner.

La sociedad está otra vez crispada y temerosa. La pelea de pobres contra pobres se ha repuesto en las rutas, donde amagan trompearse chacareros y camioneros. El peor de los Kirchner, hay que reconocer, se ha parado otra vez en el centro de la escena.

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