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martes, 31 de marzo de 2009

LA OTRA CARA DE LA MONEDA



Por Alberto Medina Méndez
Mientras todos hablan de la crisis, de cómo salir, de cuanto durará y que secuelas dejará, pocos se concentran en analizar sus causas. Sin siquiera intentar abordar el problema de fondo, los países se encuentran discutiendo aristas periféricas, sin llegar al nudo de la cuestión. Los que los llevó a la crisis sigue sin ocupar el lugar central de la discusión.

Algunos buscan ideologizar el debate. Prefieren atribuir la crisis al fracaso del capitalismo. Un discurso panfletario de poca profundidad, cargado de prejuicios y creencias dogmáticas de escaso contacto con el mundo real.
Ellos, solo intentan sacar provecho de la situación llevando agua para su molino. Pero omiten algo demasiado relevante. Al no intentar comprender el origen del problema, irremediablemente desvían el asunto, evadiendo la resolución del tema de fondo. Así pues, se repetirá la historia cíclicamente, con complicaciones cada vez mas profundas.



Esta crisis tiene un origen, una causa. No apareció de la nada. Es el producto de ciertos desajustes a los que vale la pena ponerle foco. Intentar superar el trance ignorando las causas, es solo tratar los síntomas, lo que irremediablemente nos llevará a reiterar el inconveniente, al no verse abordadas las causas originarias.



No caben dudas, que quienes causaron la crisis son los primeros interesados en desviar la atención de la sociedad. Ellos, saben cual es la causa, pero no pueden mostrarla crudamente, porque para ello deberían hacerse cargo del error, perdiendo los privilegios que obtuvieron cuando quedaron al mando. No se autoinculparán. Solo se harán los distraídos y se nutrirán de las múltiples teorías que afirman que ellos no tuvieron nada que ver, que fueron las fallas endémicas del sistema las que derivaron en la debacle.



Cargar las tintas sobre la avaricia, la codicia, la ambición y el egoísmo individualista de este desastre económico es faltar a la verdad. Que lo digan quienes no conocen el tema, no preocupa demasiado. Después de todo, la inmensa mayoría de los ciudadanos hablamos de muchos temas sin conocer demasiado y preferimos guiarnos por rudimentos muy elementales que solo son un conjunto de creencias repletas de visiones ideológicas predefinidas que nos permiten encontrar culpables con extrema facilidad.



Existen otros, que conociendo el asunto y siendo responsables directos de lo que sucede, tiran la pelota afuera, construyen teorías científicas para darle soporte académico a las barbaridades que han pergeñado durante décadas y cuyos frutos están a la vista.



Finalmente se ha desnudado que la manipulación de la moneda, los monopolios de los bancos centrales y el crecimiento artificialmente sostenido por dinero sin respaldo, es la más perversa de las recetas que ha creado la humanidad para generar progreso a su paso.



En tiempos en que los líderes del planeta y el discurso único de la dirigencia política mundial, pretende responsabilizar a los “pícaros” del sistema, resulta paradigmático escuchar como hablan de nacionalizar la banca, rescatar al sistema financiero y salvar al mundo de las garras del mercado.



Ellos, los creadores de la moneda artificial, los estafadores de la credibilidad popular, los que se encargaron por décadas de destruir el valor del dinero, que manejaron arbitrariamente la emisión monetaria, que irresponsablemente fabricaron una inflación mundial que se disemina a su paso, nos hablan hoy de otorgarle mas poder al Estado.



El mundo se ha equivocado, debemos asumirlo. La destrucción de las monedas, la ausencia de credibilidad en ellas, plantea discursos tan disparatados como ineficaces. El dólar estadounidense, tal vez el más imperfecto bastión de la credibilidad mundial tampoco ha sido la excepción y ahora estamos pagando los platos rotos. De hecho, muchos países aún acumulan reservas en esa moneda. Parece una ironía, buscan respaldo en una moneda que sin respaldo.



El dólar también cayó en la trampa de los populismos. Sus gerentes, los administradores del bien mas preciado de una economía, su moneda, se han ocupado de destrozarla. Solo puede explicarse que siga siendo la única moneda de referencia, en el hecho de que las otras monedas han recorrido idéntico camino irresponsable girando en falso.



Al dólar solo le queda cierta historia, cierta tradición. La de ese pueblo que, por ahora, ha honrado sus deudas económicas y que el mundo supone, responderán por ellas.



Esta vez la fiesta la pagarán muchas generaciones de estadounidenses haciéndose cargo de la inmoralidad de sus antecesores. La más mezquina actitud de una sociedad, que tiene que ver con disfrutar de las bondades del corto plazo, evitando la escasez presente, perjudicando a las generaciones futuras, la de sus sucesores, que deberán privarse en el futuro para financiar las irresponsabilidades de los gobernantes de hoy.



El mundo académico les ha dado la razón a los irresponsables. Las ideologías imperantes en la mayoría de las universidades del mundo lo avalan. Los que gobiernan las finanzas del mundo, los que manipulan la moneda en los monopólicos bancos centrales del planeta, han cometido el peor de los pecados. Creerse suficientemente importantes e inteligentes como para decidir cuanto dinero debía circular.



Jugaron con la credibilidad de la gente, destruyeron el mayor valor de una economía, la confianza en su moneda. Cuando la gente ya no puede confiar en la unidad de medida que los identifica, el sentido de la acumulación, de la inversión, de proyectar un futuro, carece de referencias. Ya no hay medio para hacerlo, todo se desnaturaliza.



China propuso en estos días, replantearse la búsqueda de una nueva moneda para el comercio internacional. Brasil adhirió casi ciegamente. Es probable que muchos otros países lo repliquen. Suena oportunista y demagógico. Los oídos del mundo aplauden. Todo el antinorteamericanismo renace y despierta a los dulces sonidos de estos dirigentes que ven en esta crisis la oportunidad de ponerle zancadillas al gigante.



Equivocan la discusión. Se quedan en la anécdota. El dólar es solo la moneda del país que goza de mayor credibilidad en términos de pagar sus cuentas, que aún tiene el mundo. Se trata de una cuestión subjetiva, como todo lo que gobierna al mercado. Si así no fuera, los países no expresarían sus riquezas, su producto bruto, su ingreso per capita, y mucho menos sus niveles de reservas o comercio internacional, en dólares. Eso no responde a una norma, a una ley, sino a una convención, un acuerdo tácito y a la única moneda de referencia que el mundo acepta, aun, universalmente.


Y allí esta el problema. La moneda aceptada universalmente, la que mas prestigio aún conserva está en caída libre, sin que nadie reaccione, porque ha sido manipulada, emite sin respaldo y esta gobernada por el poder de turno. Madurez democrática y tradición republicana no fueron suficientes en los EEUU, para entender que la moneda es un bien más y que no puede estar sujeto a regulaciones caprichosas y arbitrarias.

El dólar ha entrado en un proceso de deterioro del que los mismos estadounidenses se han ocupado durante muchos años, con el aval de los gobernantes de uno y otro partido y con el explícito apoyo de intelectuales y académicos que le brindaron soporte irrestricto para encontrar una explicación a cada error cometido, justificando lo injustificable y dándole amparo científico a aquello que no tenia mas explicación que la que proviene de la irresponsabilidad de sus decisiones.

Discutir si el dólar debe ser la moneda de cambio en materia internacional, o si la banca debe nacionalizarse o no, como tantos otros disparates, es desviar el centro de la discusión. Como en tantos otros temas, con un diagnostico desacertado, invariablemente no encontraremos la solución.
El arbitrario desmanejo de la moneda, la irresponsabilidad de los políticos del mundo y una teoría económica profundamente equivocada que inunda los ámbitos académicos e intelectuales, han conformado el coctail imprescindible para que vivamos este presente, instalando una de estas crisis que se reiteraran en el futuro si no se aborda el tema de fondo. Tal vez sea tiempo de que miremos la otra cara de la moneda.

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