YO O EL CAOS
Río Negro - 17-Mar-09 - Opinión
Editorial
"Yo o el caos"
El ex presidente Néstor Kirchner ya ha hecho explícita su estrategia frente a las elecciones legislativas que, siempre y cuando no se le ocurra adelantarlas aún más, se celebrarán el 28 de junio. Como dijo en el transcurso de una visita a Chubut, hay que "apuntalar la gobernabilidad", o sea, votar por los candidatos de su lista porque de lo contrario el país podría precipitarse en la anarquía. Huelga decir que Kirchner dista de ser el primer caudillo que se ha propuesto chantajear así al electorado. En ocasiones, incluso un mandatario tan comprometido con la democracia como Raúl Alfonsín se permitió dar a entender que la única alternativa al statu quo entonces vigente era "el caos", pero -pasando por alto las etapas de supremacía militar- los auténticos especialistas en amenazar a la sociedad insinuando que solamente ellos están en condiciones de garantizar un mínimo de orden han sido los peronistas. Mientras que lo que quería decir Alfonsín era que en su opinión las demás agrupaciones políticas carecían de un programa de gobierno coherente, cuando los peronistas hablan así aluden a la presunta incapacidad de los radicales o de los representantes de turno de la centroizquierda para hacer frente a sus compañeros de la CGT y de los aparatos clientelistas manejados por los intendentes del Gran Buenos Aires. A juzgar por la historia reciente del país, es necesario tomar muy en serio las advertencias en tal sentido. Desde la restauración de la democracia a fines de 1983, ningún gobierno no peronista ha logrado completar el período fijado por la Constitución.
De contar Kirchner y su esposa con el apoyo del grueso del peronismo, intimidar a la población diciéndole que la gobernabilidad corre peligro podría asegurarles los votos suficientes como para salir fortalecidos de las próximas elecciones legislativas, pero merced a la fragmentación del movimiento que de un modo u otro domina el país desde hace más de sesenta años no les será tan fácil convencer a los vacilantes de que la estabilidad relativa depende de los resultados conseguidos por los candidatos del Frente para la Victoria. A ojos de los indecisos, el eje conformado por PRO de Mauricio Macri y los peronistas bonaerenses Felipe Solá y Francisco de Narváez, que gozan del respaldo declarado de Eduardo Duhalde y el tácito de varios intendentes, puede constituir una opción más segura que la encabezada por una pareja tan caprichosa y tan proclive a provocar conflictos como el matrimonio santacruceño. Asimismo, el orden político arbitrario que han improvisado los Kirchner, uno en que la presidenta se ve claramente subordinada a quien es, al fin y al cabo, un ciudadano privado que no desempeña ninguna función formal en el gobierno, es intrínsecamente inestable por basarse en la relación personal de dos personas poco acostumbradas a consultar con nadie antes de tomar decisiones importantes. En efecto, parecería que la de adelantar las elecciones fue impulsada por lo que sucedió algunos días antes en Catamarca, ya que en vísperas del voto Kirchner se preguntó: "¿Por qué adelantan tanto las elecciones? ¿Qué le pasa a la burocracia política, tienen miedo de perder?". No debería sorprenderle, pues, si el resto del país se plantea el mismo interrogante.
Kirchner parece confiar en que, luego de pensarlo, la ciudadanía llegará a la conclusión de que tal y como están las cosas el arreglo actual es el mejor posible. Si resulta que tiene razón, se trataría de un nuevo triunfo de la esperanza sobre el sentido común, ya que escasean los motivos para creer que el kirchnerismo es capaz de garantizar "la gobernabilidad".
Tampoco se ha mostrado capaz de ampliar su base de sustentación, lo que en buena lógica sería la prioridad de quienes dicen saber que ante una crisis mundial gravísima sería "suicida embarcar al país en un maratón electoral de aquí a octubre", para citar a la presidenta. A menos que los Kirchner logren frenar muy pronto el éxodo de ex simpatizantes que los está dejando cada vez más solos, el gobierno que encabezan se hará tan débil que, lejos de "apuntalar la gobernabilidad", será uno más de los muchos factores desestabilizadores que el país tendrá que enfrentar mientras la economía acuse el impacto del "tsunami" que está aplastando industrias enteras en otras partes del mundo.
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