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miércoles, 23 de noviembre de 2011

CRISTINAZO


Cristinazo y mercados

por Ricardo Lafferriere
ricardo.lafferriere@gmail.com.ar


En noviembre de 2007 los diarios develaban una conversación entre el presidente Kirchner y su entonces Jefe de Gabinete, sobre las posibles fuentes de recursos para la gestión de su esposa, pronta a comenzar. “Los precios están buenos, hay que sacarlos del campo”, habría sido el consejo del funcionario al presidente saliente.

Como consecuencia de esa conversación, una de las últimas medidas de Kirchner como presidente fue el incremento de las retenciones al 35 %, y luego de transferido el poder, el intento de poner en vigor las retenciones móviles, que generó la espontánea y exitosa reacción del sector afectado.

Pudieron hacerlo a medias. Las retenciones quedaron en el 35 %, pero no más. La mirada giró hacia los ahorros previsionales, que implicaban dar el manotazo a un sector menos articulado para resistir la medida, que fue presentada falsamente como una ofensiva “contra la usura de las AFJP”.

Las administradoras no perdieron nada. Fueron indemnizadas. Los que sí perdieron todo fueron los ahorristas que habían juntado un capital de retiro para financiar sus pasividades, lanzados sin contemplación a la categoría mínima mediante la Ley de Saqueo Previsional.

Pero esos recursos se acabaron. El Fondo de Sustentabilidad muestra una capitalización fantasma de 190.000 millones de pesos, ya evaporados. En su gran mayoría “prestados” al gobierno, que les dio a cambio títulos públicos de imposible recuperación. Figuran sólo en los balances de la ANSES, aunque no en los del deudor, la Secretaría de Hacienda, que en teoría debiera devolverlos.

Luego la mirada giró a las reservas del BCRA, cuyo objetivo –económico y legal- es respaldar el valor de la moneda. El oficialismo se apropió de ellas con la misma decisión que los salteadores, cambiándolas también… por títulos públicos sin respaldo. El resultado fue –era inexorable- la caída del valor de la moneda, cuya expresión visible es la estampida de la inflación.

Tampoco hay ya más reservas. El país se anotició después de las elecciones que las reservas internacionales están más cerca del cero que alertaban los economistas, que de los “50.000 millones” del relato oficial. Volvieron al país los controles de otros tiempos, el lenguaje económico empezó a incorporar los “tipos de cambios múltiples” y los pocos dólares que quedan no se le venden ni a Susana Giménez.

El interrogante vital del oficialismo hoy es de dimensiones existenciales: ¿De dónde sacar recursos para los próximos años con las cajas internas ya secas?-corrección: siempre se puede rascar la alcancía, pasar el rastrillo para juntar las monedas… pero ya es cada vez más difícil, con ciudadanos que se han convertido poco menos que en licenciados en defender sus ahorros-.

El autor tiene una intuición: volverán a buscar afuera. Ante la caótica situación del mundo, las “inconductas” de la Argentina van quedando en el olvido, o parecen pecados veniales. Pero para hacerlo, es imprescindible antes alinearse con los requerimientos de la comunidad financiera mostrando números serios, acordando con el Club de Paris, normalizando los bonos en default, pagando las condenas del CIADI, bajando el déficit fiscal, terminando con el subsidio a los servicios y las empresas públicas... yen esa clave deben ser leídas las medidas de “cristinazo”. El “modelo” cambiará su “relato” con una mutación clara hacia el menemismo. Y el kirchnerismo tendrá que experimentar las dificultades de cualquier gobierno que debe ajustar lo desajustado. Los argentinos sabemos por experiencia lo que duele.

El ajuste –necesario, ante los dislates anteriores- no tiene entonces sólo la función de emprolijar el funcionamiento del gobierno. Tiene un horizonte estratégico más amplio: mostrarle a los dueños mundiales del dinero, a los que se les pedirá prestado, que en este país se hacen las cosas seriamente. Que cuando hay que ajustar, se ajusta, le duela a quien le duela. “Cirugía mayor sin anestesia”, como diría algún antecesor de la presidenta.

Pero el premio lo amerita: conservar el gobierno, con todo lo que implica.

La capacidad de endeudamiento externo adicional de la Argentina hoy, imaginando un tope similar al que era razonable en tiempos normales, es de aproximadamente el 20 % del PBI –es decir, llevar los 27 % actuales a cerca del 50%, que era la exposición existente en tiempos del menemismo y de la Alianza-. USA debe el 110 % de su PBI, Italia el 120 %, España el 99 %, hasta Alemania debe más del 100 %...

Con un PBI de alrededor de 300.000 millones de dólares –la dimensión exacta no se conoce, por el hermetismo de las cifras del INDEC y el incierto valor del dólar-, la capacidad de endeudamientoexterno adicional posible alcanzaría… ¡a 60.000 millones de dólares!

¿Juego de números? Tal vez. Demasiada casualidad para ser casual. Cristina parece estar decidida a conseguir los 15.000 millones de dólares por año que necesita para gobernar pidiéndolos a un mundo en el que lo que sobran son capitales líquidos buscando donde aterrizar para recomenzar sus aventuras.

Tal vez no esté mal. Como siempre, lo importante sería saber en qué se invertirá ese dinero, cuando llegue y si es que llega. Otro período de derroche “reforzando la demanda” nos regresaría a las crisis anteriores, corregidas y aumentadas, cuando esos recursos también se agoten. Pero si se volcaran a modernizar y reconstruir la infraestructura, mejorar la educación, profundizar el desarrollo científico y técnico, financiar la expansión de las actividades productivas, en síntesis a reforzar la inversión, podría recuperarse en parte el terreno perdido en el jubileo de estos años. Y entonces sí su presidencia podría pasar a la historia.

Otra cosa es la prudencia y el cuidado con que se produzca este acercamiento. Las turbulencias que muestran los países con deuda, dependientes de los mercados hasta para pagar las jubilaciones y sueldos, obligan a medir cada paso que se da para no ser absorbidos por los remolinos que se ven en los países deudores. Porque aunque allí hay recursos que permiten extender el déficit hasta donde autoricen “los mercados”, suelen surgir problemas si por alguna causa no hay con qué devolver los préstamos. Lo vimos los argentinos en el 2001, y hoy lo pueden testimoniar, en el mundo, Papandreu, Berlusconi, o Rodríguez Zapatero.


Este es un reenvío de un mensaje de "Tábano Informa"

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