CUANDO LAS VÍCTIMAS DEBEN DISCULPARSE
Por Humberto Bonanata
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Durante la Cumbre de Río celebrada en República Dominicana el presidente Álvaro Uribe Vélez sabía que el clima ab-initio le resultaría sumamente hostil. Las republiquetas “progres” de Latinoamérica se sentían ofendidas más que por la incursión persecutoria en suelo ecuatoriano del ejército colombiano, por la muerte del viejo narcotraficante, asesino y secuestrador Raúl Reyes.
Aún así, la prestancia del gobernante colombiano, a todas luces junto con Lula – su ausencia fue más fuerte que su presencia- demostraron quiénes tienen más claro hacia dónde va el mundo civilizado del siglo XXI.
Uribe descolló ante el discurso del embajador del alicaído Chávez en la Cumbre, Rafael “Cassius” Correa.
Inteligente, con un discurso prearmado aunque sumamente soberbio, el heredero de la mirada provocadora de Cassius Clay en la década de los sesenta durante los pesajes previos a sus peleas, Correa jugó las veces de ofendido por el ataque regular de los colombianos a “la colmena” de las F.A.R.C. sin perjuicio que Ecuador cedía su territorio a las nómades incursiones narco-terroristas sin hesitarse.
El triunfo rotundo de Uribe fue instalar ante sus “juzgadores de baja estofa” que las F.A.R.C. no son un ejército de liberación sino un grupo terrorista que lucra con su primigenia doctrina cincuentenaria.
Es de merituar favorablemente la figura del anfitrión dominicano, Leonel Fernández ante una Cumbre que presagiaba enfrentamientos más que verbales y de bajo tenor.
Si ello no sucedió fue especialmente por la taciturna intervención del dictador petrolero Hugo Chávez Frías quien prefirió convertirse en “un león herbívoro”, delegar en el soberbio Correa el ataque y jugar el papel de amigable componedor. Nada es casual en política y a Chávez comienza a preocuparle su frente interno ante la escasez de alimentos y el malestar social frente a un pueblo que esta vez sí será representado por una oposición unida por sobre sus intereses sectoriales.
La delegada de Néstor Kirchner limitó su discurso a rechazar la “doctrina de la unilateralidad” puesta en práctica por Colombia ante la persecución y posterior aniquilamiento del cuartel narco-terrorista albergado por Correa.
Hizo galas de su arte discursivo para reivindicar a su género en comparación con la histeria masculina. No dudamos que de histeria masculina conoce bastante por la convivencia matrimonial desde hace décadas con el nuevo amo del peronismo.
Y lamentablemente debemos decir “amo” porque el movimiento creado por Perón y el Grupo de Oficiales Unidos (G.O.U.) que tomó notoriedad oficial con el golpe de Estado del 4 de junio de 1943, desguazó lo andado por los “renovadores” de la década del ochenta y volvió a sus viejos vicios: todos responden al jefe de turno hasta que caiga, cuando ello suceda lo pisan y siguen al continuador.
Sin haberlo votado en ninguna de sus tres postulaciones debo reconocer que en sesenta y cinco años de historia del movimiento heredado de Mussolini, Carlos Menem fue quien más poder distribuyó entre todos sus compañeros y quien más traicionado resultó a lo largo de su historia.
El Congreso Justicialista sin dudas marca el futuro inmediato de la historia argentina. “Acá hay peronismo para rato” decía a quien quisiera oírlo el vetusto y camaleónico Cafiero. Y lo peor es que puede tener razón de no mediar una concientizació n en la oposición.
Toda estructura monolítica y unívoca conduce siempre a un final traumático.
Sólo la asunción y el final del segundo gobierno de Menem produjeron en estos casi veinticinco años de reinstauració n democrática un mantenimiento en la solidez de los partidos políticos liberales en sentido lato, únicos capaces de sostener una democracia republicana.
Cuando un gobierno se convierte en increíble al burlarse de sus propios ciudadanos con la incesante escalada inflacionaria, se hace preso de su propia mentira. Cuando el pueblo, en menos tiempo del pensado por los burócratas de turno, descubra día a día el engaño, los pies de barro de Néstor 1ro. pueden no ser suficientes para huir hacia la nada.
No nos cansaremos de decir que son tan culpables quienes desgobiernan como quienes complacientemente juegan a oponerse.
Como la democracia y la República son superiores a ellos, confiamos en el día en que todos juntos comencemos a crecer.
Humberto Bonanata
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