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martes, 15 de abril de 2008

ALPARGATAS BIGOTUDAS...

Alpargatas bigotudas pero con espuelas de plata”


El dicho campero señala a aquel paisano que, teniendo poco o nada de pertenencias, anda siempre con un único par de alpargatas desflecadas. Eso sí, en cuanta ocasión se le presenta, luce su único tesoro unas espuelas de plata que suelen chispear al brillo del sol.

Con Argentina pasa algo parecido. Todo el país tiene sus cuentas en rojo –como hace décadas– y la fiesta sigue su marcha ascendente con un discurso que en lo fundamental, no ha variado desde veinticinco años atrás: gaste ahora y pague cuando pueda. Se repite el esquema de la década del 90 del endeudamiento indefinido a través del consumo desaforado y con altas tasas de interés. La acción resulta fácil: o se emiten billetes, se toman préstanos en el exterior, se imprimen bonos o se aumentan impuestos. Una enajenación económica que prefiere lo superfluo a lo trascendente. Todas las cosas no tienen la misma importancia, menos, en estado de crisis. Hay que saber elegir las necesidades y diferenciar lo urgente de lo importante. Con escuelas, hospitales, comisarías, juzgados, cuarteles y rutas y caminos que se desmoronan, jugar al trencito veloz y a ese subproducto de la economía llamada cultura, debería ser considerado como traición a la Patria, debido a que el Estado gastador nunca cierra sus fauces y para peor, como el tiburón, hace renacer indefinidamente sus gastados dientes.

Hoy, el Estado empresario revive con más fuerza que nunca. Ya se quedó con el Agua; tiene una parte de Aerolíneas y va por más; posee los ferrocarriles licitados y es evidente que algo debe tener que ver con la extraña compra reprivatizadora por un puñado de dólares de YPF. Le falta los teléfonos y cartón lleno. Y algo eso debe haber porque en la actualidad hay que esperar un mes para que se instale una línea. Demasiado tiempo contra los dos días que se tardaba inmediatamente después de la última privatización. Es que si algo anda mal lo estatizamos. No funcionará mejor, tendrá un gran déficit, pero será nuestro, nacional y popular.

Al extinguirse los liberales cuando se incorporaron al menemismo, el país se vio privado de contrapesos para las directrices económicas estatistas, subsidiarias, dirigistas e inflacionarias que venían acentuándose desde 1983 con la inestimable ayuda de Domingo Cavallo y de quienes siguieron en ese tren. El resultado está a la vista. Un país sobreendeudado que ahora encontró en el campo quien financie sus desvaríos, que sigue emitiendo bonos PagaDios y que quiere renegociar los bonos que vencen en los próximos tres años porque la plata que succiona de los privados no le alcanza. Y es el momento de pedir la respuesta que vale el millón: ¿En qué gasta el dinero el Gobierno? O tal vez, ¿en qué cosas debería gastarlo si temas como Educación, Seguridad, Justicia, Salud, Transporte o Medio Ambiente, se encuentran en un nivel alarmante de precariedad? Y si el necesitado se ve privado de recibir una asistencia mínima en esos servicios y los pudientes deben pagarlos en forma privada, algo no está funcionando adecuadamente. Se sabe.

Aún así, tendremos trenes balas a un costo inimaginable, pero no energía, rutas, puertos, edificios públicos en condiciones y transporte adecuado. Piénsese cómo cientos de miles de personas viajan hacinadas todos los días en subterráneo o tren para poder tener una idea de la crisis estatal. Bastaría con duplicar o triplicar la frecuencia de las formaciones en las horas pico para solucionar el problema. Y la velocidad de los trenes se alcanzaría con solo cambiar los desvencijados rieles y colocar un policía en cada paso nivel las veinticuatro horas del día. Por su parte no es necesario miles de millones de dólares para descontaminar el Riachuelo porque primero hay que dejar de contaminarlo; después habría que taparlo porque es impensable que pueda hacer más daño del que hizo la complicidad de los funcionarios y por último, excavar un nuevo cauce a la vera del antiguo. Y si en esta ciudad desean tener más seguridad, deberían comenzar por podar los árboles que ocultan de noche la iluminación proveniente de las lámparas del alumbrado público porque las cucarachas se retiran cuando se enciende la luz.

Sería conveniente que la dirigencia baje un poco la cerviz, sea más humilde, fantasee menos y ahorre mucho. Que deje los grandes proyectos y se ocupe de los pequeños, en los que hay menos dinero en juego pero más soluciones para la población. Sería deseable también que la oposición política presentara alguna vez un proyecto alternativo al del kirchnerismo porque nadie tiene la vaca atada. El Gobierno cree que sí y sigue tirando de la soga recaudatoria. Por soberbia se niega a pensar que del otro lado bien podría estar enlazado un toro.
SALINAS BOHIL
CORREO DE BUENOS AIRES

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