EL TEMBLOR
El temblor
Acaba de renunciar un nuevo ministro de Economía. Otro más. Renunciar es un decir porque no se puede abandonar algo que nunca se tuvo. Martín Losteau fue una figurita nueva con brillantina con la que el kirchnerismo intentó suministrar una bocanada de aire fresco a un gabinete nacional que se encontraba -y se encuentra- boqueando en la carpa de oxígeno. Renunció el mismo día que los dos Presidentes de Argentina redoblaron su impotencia a través de discursos autoritarios y populistas que dejaron traslucir la ensoñación en la que viven. Uno de ellos, cincuentista y alborotador, agredió a los agropecuarios a los que tildó de piromaniacos, inflacionarios y de intentar quitarles el pan de la mesa a sus compatriotas con el solo objeto de exportar para así ganar más dinero. Por su parte, la otra Presidente en ejercicio criticó al periodismo por escribir acerca de aprietes que los mismos apretados confesaron reciben siempre del mismo funcionario de Economía. La vieja historia: matar al mensajero. Así fue que el interés de la noticia se dividió: mitad para uno de los Kirchner y mitad para la renuncia del que nunca tuvo oportunidad de poner en práctica sus creencias.
Después de cinco años de gestión del matrimonio austral son visibles los efectos de la implementación de los diversos “planes” entre los cuales se destaca el económico. El mismo consiste en repetir y colocar en el freezer los errores cometidos durante décadas que pueden patentizarse con las siguientes frases: “Un error más otro error son dos errores y ningún acierto” o “Por qué hacer las cosas bien cuando se pueden hacer mal”. Y ministro más, secretario menos, la cuestión seguirá igual hasta que en algún momento, acontecimientos que a veces son impredecibles sólo en las mentes de los funcionarios provocarán un cambio a paso redoblado en la marcha del Gobierno.
La sociedad no les pide a sus administradores que le obsequien una Argentina Potencia, no; ni una Patria socialista, no; ni derecha y humana, no; ni del Primer mundo, no; ni trenes balas, no; les pide, creemos, que por lo menos tapen los baches o apaguen el incendio del Delta porque ya lleva más de veinte días. ¿Es mucho pedir? Parece que sí. Es decir, la solución para las pequeñas cosas para la mayoría de los pequeños hombres y mujeres que habitan esta Tierra. Habría que hacerles comprender a esos administradores que tan poco entienden acerca de la liviandad de la vida y lo efímero de su paso por este mundo, que los grandes proyectos están destinados sólo para los semidioses de la mitología bolivariana.
Precisamente es en el terruño donde se ha implantado el socialismo del siglo XXI que se están produciendo algunos temblores producto, quizás, de su cercanía con la Cordillera de los Andes. Y Venezuela, Bolivia y Argentina los están sufriendo. Aquí y hoy, el "enemigo" para el Gobierno es el campo: ayer fue el FMI, las Fuerzas Armadas, la policía y “la mano de obra desocupada”. La contienda le cae como anillo al dedo para desviar la atención de la opinión pública hacia la inflación, los secuestros o el inapagable incendio de setenta mil hectáreas. Eso cree.
Con treinta días de prórroga para ofrecer soluciones a los agropecuarios que no está en condiciones de aportar y que vencen el dos de mayo, los Kirchner se preparan, por si acaso, para el combate. Cuentan con un regular ejército de sellos de goma denominados agrupaciones sociales “libres”, muy bien adiestrados en la comprensión del difícil arte del subsidio y del apriete. Del otro lado hay una fila que da vuelta a la esquina esperando el momento de cobrarse tanta agresión recibida. No es necesario enumerar sus integrantes. Encabezan este grupo el sector del campo a quien el jefe de Gabinete acusó de recibir financiamiento para provocar el paro patronal, el corte de rutas y el desabastecimiento de productos alimenticios. La denuncia quedó en el aire. No ha dicho de quién ni tampoco el monto recibido. Sería bueno saberlo.
CORREO DE BUENOS AIRES
SALINAS BOHIL
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