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miércoles, 25 de febrero de 2009

TODO SE TERMINA


Todo se termina

por Alejandro Olmedo Zumarán
Finalmente, tal como lo habíamos anunciado, estamos llegando al final de uno de los más tristes períodos que hayamos vivido en la República Argentina.

Nunca ha encajado tan bien como en este momento la canción de Julieta Venegas Todo se termina. Esto se está terminando sin que podamos evitar decir que no estamos tristes.

La mayoría de los que vivimos en el país la hemos pasado muy mal durante estos cinco años. Toda la información oficial acerca de que crecimos a tasas del primer mundo, que el nivel del desempleo descendió, que hay menos pobres y todas las demás cifras que a diario nos sorprenden, son índices que no se condicen con la realidad, pues responden a registros truchos, provistos por un organismo que ha sido viciado y que produce informes tomados en solfa por todo el mundo.

En la Argentina, anteriormente, tuvimos gobiernos incumplidores de la ley y de la Constitución Nacional. No obstante, los métodos empleados por el actual grupo en el poder, con su estilo intimidatorio, han sobrepasado todo límite.

Pocos nos atrevimos a negarlo, mientras muchos hablaban de que con esta presidente mejoraría la calidad institucional.

Lamentablemente, lo único que mejoró es la cantidad y gravedad de las irregularidades.

El último intento de separar a los integrantes de la mesa de enlace, denunciando una reunión (sacada fuera de contexto) del doctor Hugo Biolcati con el ministro De Vido, no es más que otro intento fallido de ensuciar la cancha, cancha que ya no tiene un solo lugar limpio, pues la mugre se expresa y sobresale a borbotones.

El traspaso de los fondos de las jubilaciones del ámbito privado al estatal, para usarlos arbitrariamente, la manipulación permanente de diferentes situaciones con el objeto de eludir y saltear la independencia de los poderes propia de la República, la perpetuación sine die de la emergencia económica y los superpoderes vitalicios han sido sólo intentos para destruir a las instituciones y llevar al país a este desastre que nos acosa.

No son pocos los amigos del bolsillo y los afortunados que tienen la responsabilidad de este presente.

Todo crecimiento económico, supuesto o real, que no esté acompañado de una inviolable calidad institucional donde la ley sea inexpugnable y la justicia se aplique en forma igualitaria para todos los habitantes y no selectivamente, está condenado.

La falta de un plan educativo nacional eficiente que llegue a todos los sectores de la Nación y no a los pocos que pueden pagarlo es, quizás, una de las injusticias más graves imputable a los políticos de este gobierno.

Se han dedicado a entregar colchones, cheques, electrodomésticos y alimentos antes de las elecciones. Han creado un sistema prebendario-clientelista que se afianza año tras año, profundizando el aumento de la pobreza y el analfabetismo. El plan del gobierno, basado en el populismo, la demagogia y la falta de una verdadera sensibilidad social sólo los ha llevado a revelar que lo menos importante es lo que la gente necesita. Ver, si no, las entregas de artefactos eléctricos en zonas paupérrimas, adonde no llega la luz, o colchones que por sus dimensiones no pasaban por el agujero de la entrada de las casillas en las villas de emergencia.

La educación de calidad no genera votos en el corto plazo y, además, con el tiempo produce gente pensante que, puesta a elegir, rechaza a este tipo de gobernantes, al tiempo que entiende la importancia de la competencia en elecciones libres, tal como lo garantiza una verdadera democracia.
Sería deseable que nunca más ejercieran el poder quienes lo han usado dilapidando la riqueza de la Argentina para implantar mediocridad, indignidad, odio, patoterismo, intimidación y, sobre todo, el desconocimiento de los principios y valores que sustentan el cumplimiento de la ley, el respeto a la palabra empeñada y el proceder de buena fe.

Nos esperan momentos difíciles a los argentinos. No obstante, estimamos que evitarlos será mucho peor.

El camino de todo cambio y muy especialmente el que nuestra Argentina necesita es arduo y muchas veces doloroso. Vivir dentro del respeto y en el ejercicio activo de la ley no se aprende en una lección.

Sin olvido ni perdón, una buena elección en octubre será lo que nos permitirá salir de este destierro y nos encaminará hacia un verdadero país democrático y serio, donde los derechos humanos sean parejos para todos.

El doctor Alejandro Olmedo Zumarán reside en Buenos Aires.

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