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martes, 17 de febrero de 2009

EL REY CHÁVEZ (a) AZAFATO


El rey Chávez

Chávez es el digno sucesor de Fidel Castro, un severo sátrapa con gorra Che Guevara

por Pilar Rahola
De momento se ha asegurado el trono ad aeternum. ¿Qué son diez años de presidencia para este nuevo Napoleón de las Américas si puede emular a su amigo Fidel y gobernar toda una vida? Y así, después de abusar de los recursos públicos para enaltecer su figura hasta el delirio mesiánico, después de cometer todo tipo de atropellos contra la oposición, después de expulsar del país a miembros de la prestigiosa Human Rights Watch -justamente por denunciar el acoso contra los derechos humanos en Venezuela-, después de crear un grave conflicto diplomático con el eurodiputado Luis Herrero, tratado como un delincuente por ser un invitado de la oposición, y después de ejercer un control absoluto sobre los medios de comunicación, finalmente Chávez ha conseguido el margen suficiente para perpetuar su trono durante décadas.

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En un país donde el presidente ya controlaba férreamente el Parlamento, el Tribunal Supremo, el Banco Central, el tejido industrial, la junta electoral, los sindicatos y el ejército, sólo faltaba que ese control no tuviera freno temporal. Poco importa que la rica Venezuela sufra la inflación más alta de la región, y que amplias cotas de la población estén por debajo del límite de la pobreza, porque lo único importante es mantener alta la demagogia, vender pastillas revolucionarias de todo a cien y asegurarse un régimen pseudodemocrático, cada día más parecido al de sus amigos de Cuba e Irán.

Si añadimos a ello la corrupción generalizada del sistema -no en vano, el régimen domina las fuentes del dinero-, tenemos el retrato de un país dividido por la mitad, sometido a los caprichos de un autarca ruidoso, aliado de las peores dictaduras del planeta y cada día más empobrecido. Por supuesto, Chávez desprecia cualquier crítica interna o externa, y abusa de los conceptos clásicos revolucionarios -el pueblo, la oligarquía, la pobreza- con la misma facilidad con que vulnera cualquier principio básico de equidad. Es, sin ninguna duda, el digno sucesor de Fidel Castro, unsevero sátrapa con gorra Che Guevara.

En esta lamentable situación, cabe destacar como única buena noticia la lenta consolidación de una joven oposición universitaria, indemne a la brutal presión que ejerce el régimen en su contra e inmune a su masiva propaganda. Los universitarios venezolanos han demostrado un alto sentido democrático y están consiguiendo cambiar la cara de una oposición otrora corrupta e inútil. El régimen chavista los insulta permanentemente, acusándolos de ser "niños de la rica oligarquía venezolana", obviando que, hoy por hoy, la rica oligarquía venezolana está formada por su propia familia, sus amigos y colegas y el resto de centenares de afines al régimen, cuyas fortunas se acrecientan a medida que se empobrece el país. Si alguien mea fortunas en Venezuela, ese es el chavismo.

Y ¿ahora qué?, cabe preguntarse con la dosis lógica de preocupación, aunque no cabe la sorpresa. ¿Alguien dudaba que un presidente como este garantizaría su permanencia en el poder? En el simulacro de democracia que mantiene Chávez, tensar la cuerda poco o mucho era sólo una cuestión de intensidad. Lo único sorprendente es que aún mantenga dicho simulacro, porque Venezuela ha derivado de tal manera hacia la autarquía que ya no necesitaría ni mantener las formas.

¿Hablo de tongo? Hablo de control absoluto de los poderes del Estado por parte de una persona y de un partido, convertidos ambos en un asfixiante régimen. Responder, pues, a la pregunta no es fácil, porque todo es imprevisible en las intenciones de Chávez. Pero algo es cierto, tiene una oposición más seria, un país más hambriento y una retórica más gastada. Y el petróleo baja enteros. Además, su gran enemigo, el demonio del norte, ha votado a un negro bueno, y ello le reduce la munición para la demagogia. Es cierto que manda mucho y quiere mandar más, y es cierto que compra voluntades. Pero a todos los Napoleones les llega su Waterloo. Es cuestión de tiempo.


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