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domingo, 13 de junio de 2010

JUGARÍA LA DAMA


En el nuevo tablero, Kirchner jugaría la dama

por Eugenio Paillet

El arranque del campeonato mundial de fútbol de Sudáfrica y la enorme cuota de anestesia que trae aparejado, como cada cuatro años, en la sociedad toda, lo que incluye a los dirigentes políticos, no ha logrado esta vez que ellos apaguen sus celulares y avisen de una licencia por 30 días. Esto ha sido posible, hay amplia coincidencia, por una simple elección a delegados al comité nacional que llevaron adelante los radicales de la provincia de Buenos Aires. Y, tal vez, como agregado, aunque hay constancias de que el paso fue justamente actuado a partir del ataque de ansiedad que les agarró a todos, después de aquellos comicios, los aprestos de unidad plena de todo el peronismo disidente, ahora rebautizado "federal" por quienes se ilusionan con vencer a Néstor Kirchner dentro de un año y medio y mandarlo de regreso a Santa Cruz o recluirlo, en el mejor de los casos, en su poltrona de titular del peronismo.

Dirigentes de peso en el desarrollo de esos escenarios y hombres del oficialismo reconocen que, si había clima de relajamiento por la llegada del mundial, y todos se disponían a distenderse para reaparecer con todas las ínfulas después que la pelota haya dejado de rodar, tal placentero pasatiempo deberá ser ahora archivado.

El oficialismo no ha sido la excepción: el resonante triunfo de Ricardo Alfonsín y su inmediato lanzamiento al estrellato como uno de los firmes candidatos a calzarse la camiseta de presidenciales para 2011 (pese a que, se insiste, no ganó más que una elección de delegados) ha disparado dimes y diretes en la Casa Rosada y en Olivos, reuniones y más reuniones de análisis sobre el significado de esa victoria, y, lo que es peor, sobre el alto costo que podría tener ese posicionamiento del hombre que heredó políticamente a su padre para las aspiraciones de Kirchner y sus huestes de repetir en 2011 en el sillón de Rivadavia.

Una pregunta que se repite en despachos oficiales, después de aquellos dos acontecimientos que, sin dudarlo, han logrado, por lo menos, hacerlos entrar en estado de reflexión, es hacia dónde saldrá disparado Kirchner. ¿Se bajará de su candidatura presidencial o la mantendrá? ¿Utilizará la variante de Cristina Fernández para que se presente a la reelección? ¿Le impondrá sin derecho a pataleo ese desafío a Daniel Scioli, pese a los gestos de liviana rebeldía del gobernador?

Es menester detenerse sobre los dos primeros interrogantes. Néstor Kirchner podría bajarse de su deseo de ser candidato el año que viene y dejarle ese lugar a su esposa. Esa impresión, que no es nueva en el oficialismo, pero que se habló sólo en corrillos muy reservados, durante los últimos meses, se potenció luego de que surgieron los primeros análisis sobre ulteriores lecturas que dejan el ascenso de Alfonsín y la foto en el Congreso de todo el peronismo disidente, decididos por primera vez a unirse detrás de una sola figura que los represente en las urnas, en octubre del año que viene.

Hay, al menos, dos costados de esos análisis: por un lado, las chances que tendría ahora Kirchner, sustancialmente menores, si se proyecta hacia adelante en el marco de un electorado que, a priori, tendrá "varios progresismos" a los que ofrecerle su voto, si se suman el que dice encarnar Kirchner, el que, con un neto perfil, representaría, sin dudas, Alfonsín, y hasta el que enarbola la izquierda pura encolumnada detrás de una segura postulación de Pino Solanas.

El otro, más problemático hacia adentro del propio gobierno y de los escozores que puede provocar en las alcobas de Olivos, es el repunte de Cristina Fernández en las encuestas de imagen, del mismo modo que su gestión de gobierno, y la mejor percepción social sobre el presente y el futuro del país que han desnudado algunas encuestas.

Los que, en estricta reserva, dicen que Kirchner nunca se presentará a una candidatura presidencial si sabe que puede perder, son los mismos que, imbuidos de su traje de fieles "cristinistas", revelan ahora aquellos enjuagues, que tal vez los ruidos provenientes de Sudáfrica logren atemperar; al menos, durante los treinta días que vienen. Son aquellos que, por caso, admiten que la idea de ir por la reelección de la presidenta está directamente relacionada con las dificultades que tendría el santacruceño para retener un electorado o una sustancial parte de él, que, de repente y aun a la distancia, ahora se advierte que se le puede escurrir por izquierda.

La presidenta había dicho, en el verano, que "ni loca" aceptaría ir por la reelección, con lo cual floreció la idea de la candidatura de Kirchner. "Eso fue cuando tenía una imagen negativa del 60 por ciento", la defienden a su lado. Algunos análisis son descarnados: Kirchner no levanta en la consideración popular más allá de aquel 25 por ciento en el que quedó clavado a comienzos del otoño, y la utopía de que pueda alcanzar el 40 por ciento de intención de voto para asegurarse un triunfo en primera vuelta se parece, antes que nada, a una expresión de deseo de sus adulones.

Por otro andarivel, están quienes dicen que Cristina Fernández, puestas así las cosas, tendría más posibilidades que su esposo de, al menos, pasar el primer examen y entreverarse en una segunda vuelta. La impresión de que Kirchner, en algún momento después del mundial y cuando se aceleren los motores, se verá obligado a jugar la dama, se ha acentuado en oficinas del gobierno.

En verdad, Kirchner tiene problemas ahora mismo y sin necesidad de incluir en el cuadro aquellas malas nuevas que le han entregado, sin aviso previo, sus rivales radicales y peronistas. El ex presidente viene de sufrir esta semana dos sonoros reveses en el Senado: no logró imponer la reforma a un artículo de la ley de Empleo que había sido votada por unanimidad en la Cámara de Diputados. Y no pudo evitar que la oposición aprobara una convocatoria al titular de la ONCCA, para que explique los sospechosos manejos que se imputan al organismo encargado de extender los certificados de movimientos agropecuarios.

Hay otras malas nuevas: La oposición promete no bajar las persianas pese al mundial de fútbol y amenaza con dos iniciativas claves: avanzar con una reforma al Consejo de la Magistratura, para sacarle la mayoría al oficialismo, y eliminar los superpoderes con los que el jefe de gabinete redistribuye partidas presupuestarias a gusto y voluntad del gobierno.

La frutilla del postre de esa embestida contra un kirchnerismo a todas luces debilitado en el Congreso (de hecho, con serios tropiezos en el Senado) será la decisión del PJ disidente de impulsar, durante el mundial, el debate sobre una nueva ley Electoral para salir de la trampa a la que dicen que los lleva Kirchner con la actual ley, que el gobierno se niega a reglamentar, pese a que fue sancionada hace más de medio año. Se entiende: el santacruceño jamás va a reglamentar esta norma si no está seguro, antes de eso, de que servirá a sus intereses de ganar la interna del peronismo que debe realizarse en agosto del año que viene. Esa es, justamente, la encerrona que han denunciado Felipe Solá y Eduardo Duhalde, y, en menor medida, Francisco de Narváez.

Los dos primeros están más decididos a jugar por afuera del PJ oficialista, si no se reglamenta la ley. Pero ese, junto con el de la candidatura del espacio federal que acaban de crear, serán temas que prometen abordar recién en marzo del año que viene, cuando, por otra parte, tal vez madure la decisión de Reutemann de asumir finalmente esa postulación.

Volvamos a Alfonsín. El análisis más extendido en el gobierno, tras la impensada victoria del diputado sobre el histórico aparato radical bonaerense, es que hay que evitar que el hijo de Raúl Ricardo ahora los corra por izquierda. Aquella euforia inicial que se palpó en Olivos por ver morder el polvo de la derrota al odiado Julio Cobos dio paso a planteos más severos en torno de un dato que no parece generar dudas: la muy probable pérdida de sectores del progresismo a manos del joven radical.

"Todo será pasado por el cedazo antes de decir nada; habrá que esperar que pase el mundial para barajar y dar de nuevo", se escuchó decir a un operador. Puede haber retazos de anticipo entre partido y partido: ya hay quienes, en el sector duro del kirchnerismo, aconsejan abandonar aquel discurso moderado al estilo ondas de amor y paz que surgió después de los festejos del Bicentenario y enderezar la mira hacia la humanidad política de Alfonsín. No les será fácil: la estrategia de algunos de esos "gurkas" de salir a denunciar la probable coalición entre radicales, Elisa Carrió, los socialistas de Hermes Binner y el GEN de Margarita Stolbizer como la misma Alianza que fundió el país en 2001 no se sostiene en la sociedad y no es trasladable de modo alguno.

Otra piedra en el zapato que han advertido: Alfonsín no es "atacable" del mismo modo que podrían serlo Cobos o Mauricio Macri, que son los representantes de "la derecha" a los que Kirchner planeaba encumbrar como sus rivales preferidos en la campaña electoral. Lo dijo un operador de las catacumbas del kirchnerismo: "A Ricardo es más difícil armarle carpetas que a los otros dos; está limpio". Pesaría, además, lo que habla de la pérdida de mando de Kirchner hasta en su propia granja, la muy buena impresión que Cristina tiene por la nueva estrella del firmamento radical. Y su presunta aversión a jugarle sucio en una campaña electoral que, necesariamente, se va a recalentar después de lo sucedido en estos días. Para los ultras, no hay medias tintas: "Habrá que descubrir al Alfonsín malo y salir a pegarle con todo".

Conclusión: A Kirchner se le da vuelta el escenario, porque, hasta ahora, se imaginaba una pelea con "la derecha" de Cobos o Macri. No estaba en sus planes tener que enfrentarse a una coalición liderada por el radicalismo que puede restarle votos en el sector progresista, o con un peronismo disidente unido que hasta empezó a fantasear con una candidatura presidencial de Carlos Reutemann, reforzada con la postulación de Francisco de Narváez en la provincia de Buenos Aires, allí en el territorio en el que, además, ya le ganó al santacruceño en las legislativas de junio de 2008.

La siguiente novedad que surgió de todos esos cabildeos tiene que ver con la provincia de Córdoba. Y es igual de preocupante para la urgencia de Kirchner por torcer el destino de cuarto cómodo que le depararon las urnas en ese distrito electoral clave en las dos últimas elecciones. Para empezar, se descuenta que, con el ascenso de Alfonsín, se fortalecerá el radicalismo de la provincia. Allí también puede haber corrimiento de votos "progres" hacia ese espacio que seguro presentará como candidato a Néstor Aguad. A un aliado que pudo ser para contrarrestar ese desafío, como es el senador Luis Juez, lo tiraron por la ventana porque no aceptó que le reclamaran rendición incondicional y los denunció reiteradamente por sospechas de corrupción. Por si fuese poco, se sabe ahora que Juan Schiaretti no estuvo en la foto de la unidad del peronismo disidente en el despacho del senador Adolfo Rodríguez Saá, pero envió sus equipos a la reunión previa en un hotel de Retiro donde se aprobó el documento de bases programáticas que firmaron Duhalde y el resto en el Senado. También lo firmó Schiaretti. Un paso previo terminó de complicar la escena: tanto el gobernador de Córdoba como quien aspira a sucederlo en 2011, José Manuel de la Sota, han asegurado, en privado, que no harán las elecciones junto con las nacionales del año que viene, para no quedar pegados al pelotazo en contra que significaría la candidatura de Kirchner en el plano local.

En medio de todos esos enjuagues, el gobierno acaba de entregar la más fenomenal muestra de doble discurso que se recuerde en el pasado cercano. La presidenta se había llenado la boca, durante su reunión con José Mujica, por la falta de acción de la justicia para resolver el largo drama del corte del puente que une Gualeguaychú con Fray Bentos. Y se mostró como víctima de esa inacción. Una semana después, tuvo en sus manos la respuesta a sus reclamos: el juez Pimentel recomendó al Poder Ejecutivo hacer cumplir la ley y desalojar el corte con fuerzas de Gendarmería Nacional. Entonces, la orden de Cristina a Aníbal Fernández fue salir a criticar ese fallo, por considerarlo "de imposible cumplimiento", y querellar a los líderes de la protesta por dieciocho delitos que, en todo caso, estaban siendo cometidos desde hace tres años y medio.

Una voltereta perfecta para tirar la pelota a la tribuna sin que se les mueva un solo músculo de la cara.

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