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sábado, 19 de febrero de 2011

EL FANTASMA DE CLINTON




Aquellos que hace años transitan los largos laberintos de la política y trabajan haciendo tareas sociales en los barrios, aseguran en forma ferviente que el abuso de poder es la peor de las corrupciones morales, ejerciendo sobre la persona que las realiza un gran maldad en sus actos, ya que utilizan su posición para someter, subyugar o explotar a otra persona que no está a su “altura”, imponiendo de forma violenta su voluntad sobre los demás.



Este uso ilegítimo del poder, pudo verse esta última semana, luego de que la Agencia de Noticias CNA diera a conocer el escándalo que se desató en la provincia de Neuquén al conocerse los videos del Subsecretario de Gobierno provincial, Facundo Gaitán, teniendo sexo con alrededor de una docena de mujeres en dependencias estatales.



En un país con mayoría de personas de religión católica, donde el concepto de ética y moralidad está muy arraigado en la población, estos actos de abuso de poder no dejan de sorprender y despertar el rechazo unánime de la sociedad hacia quien los ejecuta. La moral lleva a los seres humanos a no obtener un beneficio propio sabiendo que el mismo depende del malestar o el daño explícito a otra persona.



A pesar de todo esto, vemos como en la política nacional son muy frecuentes los actos que van contra toda moral y ética, rompiendo todos los códigos establecidos y ocasionando graves daños a los demás a sabiendas de que se los hace, no causando en la persona que los realiza ninguna clase de arrepentimiento por ello, mostrando lisa y llanamente lo peor de sus personas.



Soberbia, inconsciencia, falta de información del terreno y otra clase endebleces, hacen de este suceso en la provincia de Neuquén, algo que bien podríamos llevar a otros distritos de la Argentina, donde la omnipotencia de los políticos de turno les nubla el cerebro y la capacidad de raciocinio, convirtiendo a los poderes del Estado en una sucursal de sus más locas fantasías.



Los actos y las situaciones en la que se puede ver a Gaitán en posiciones sexuales diferentes con gran cantidad de mujeres en su despacho oficial, no es más que otra de las caras ocultas del poder en nuestro país, donde aprovecharse de la autoridad que se detenta es algo casi normal en los círculos de poder.



Lamentablemente debemos decir que nuestro país se ha acostumbrado en los últimos años a esta clase de actos, donde es algo normal en su clase dirigente decir la mayor cantidad de frases sobre lo que se debe hacer y lo que realmente luego se hace, que no hacen más que desvelar en el fondo, una profunda hipocresía y la falta de sentimientos hacia sus congéneres.



En la Argentina hemos estado llenos de personajes que decían que una vez en el poder iban a hacer una cosa, cuando en realidad pensaban otra bien distinta, pero que en épocas de campaña decían lo contrario a lo que pensaban, por el solo hecho de ganar unos votos más que lo catapultaran al poder.



La falsedad y la doblez en los actos, ha contaminado el discurso político de la Argentina de hoy, donde se hace o dice una cosa, cuando en realidad se quiere hacer o decir todo lo contrario, pero que por conveniencia política no se lo hace, por miedo a la sensación que eso puede traer aparejado en la población.



La naturalidad con que gran parte de la ciudadanía argentina asume estas acciones de los funcionarios públicos, es difícil de comprender en el resto del mundo, donde actitudes contrarias a lo que se dijo en épocas de campaña electoral, son castigadas en las próximas elecciones, donde resultan humillantemente derrotados aquellos que mintieron a la sociedad para conseguir un fin.



La historia nos sirve para reflexionar sobre lo que ocurrió en el pasado y poder entender por qué sucedieron hechos a lo largo de la misma que a veces parece que vuelven a repetirse en un futuro cercano. Veamos qué es lo que ha pasado en otras partes del mundo ante casos de escándalo sexual y la actitud que han tenido dichas sociedades ante los mismos.



Hace pocas semanas, se pudo saber el suceso del congresista republicano Christopher Lee, quien debió renunciar a su banca en la Cámara de Representantes en Estados Unidos tras hacerse públicas fotografías en las que aparecía sin camisa en una página web de búsqueda de pareja. Algo distinto a lo que sucedió con Gaitán, donde hasta el propio gobernador Jorge Sapag salió a defender públicamente a su funcionario, asegurando que se trataba de ”un tema privado, un tema íntimo”, y negando que haya considerado alguna vez el pedirle la renuncia a su puesto.



Pero sin duda que el caso de abuso de poder con connotaciones sexuales es el affaire entre el ex presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, con la ex becaria en la Casa Blanca, Mónica Lewinsky, donde se utilizó las instalaciones del Salón Oval para la práctica del sexo oral, lo que llevó al mandatario del país del norte al borde de la destitución y el juicio político, teniendo que salir a pedirle disculpas públicamente al pueblo norteamericano por sus actos.



Uno de los casos que se dio a conocer en las últimas semanas, tiene que ver con el primer ministro italiano Silvio Berlusconi, que deberá acudir a la Justicia en el mes de abril por haber contratado los servicios de una prostituta menor de edad, y por haber abusado de su investidura al pedirle a la Policía de su país que la liberara cuando había quedado presa. La discusión está en el candelero político de la península, donde la oposición piden la renuncia de Berlusconi por sus actos, y donde las mujeres, principales víctimas del machismo del primer ministro, tomaron las calles el pasado fin de semana pidiendo el juzgamiento del multimillonario.



Otros sucesos conocidos son los que ocurrió con el presidente del Paraguay, Fernando Lugo, que siendo sacerdote católico, abusó del poder de su posición para mantener relaciones sexuales con gran cantidad de mujeres, que dejaron un tendal de hijos desparramados por todo el Paraguay, con juicios de paternidad que todavía continúan en la justicia guaraní. A este hecho hay que sumarle el del presidente de Nicaragua, el sandinista Daniel Ortega, acusado por su hijastra de haberla violado en forma reiterada desde que ella tenía 11 años de edad.



A esta lista hay que sumarle el caso del ex presidente israelí Moshé Katsav, quien fue declarado culpable de dos delitos de violación y acoso sexual a dos funcionarias; o el del ex gobernador de de Nueva York Eliot Spitzer, quien renunció a su cargo después de que el “The New York Times” sacara a la luz su vinculación con una red de prostitución; así como también el caso de acoso sexual que tuvo como protagonistas a los miembros del Partido Popular español, Nevenka Fernández e Ismael Álvarez, donde el segundo, alcalde de Ponferrada, resultó culpable del delito por el cual la entonces concejala de su propio partido lo denunciaba.



Tal como vemos en estos casos nombrados con anterioridad, vemos que la historia es una evolución; de ahí que no debamos asumirnos como un producto acabado, definido, sino como uno histórico en movimiento, que va integrándose con los nuevos sucesos que ocurren.



Si la dirigencia argentina no cambia las maneras de llevar adelante sus acciones, la posibilidad de reconciliarse con la sociedad de cara al futuro será cada vez más lejana, porque sin este cambio la gente seguirá sumergida en el descreimiento generalizado y la posibilidad de que el país crezca estará condicionada por este escepticismo.



Esta constante doble moralina, este “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”, que es el motor de buena parte de la clase dirigente nacional es una situación que ya ha quedado caduca, y si los políticos no afinan la puntería y empiezan verdaderamente a solucionar los problemas reales y más urgentes de la población, será muy difícil tener un futuro cargado de optimismo en la Argentina.



Los hechos acaecidos en la provincia de Neuquén, y que tienen como protagonista central al Subsecretario de Gobierno, Facundo Gaitán, no hacen más que dejar en claro que la Argentina del siglo XXI parece no aprender de los errores del pasado y sigue cometiendo infantilidades que pueden costarle al país serios riesgos institucionales en el corto y mediano plazo, donde lo mínimo que se puede decir es que el futuro será por demás complicado.

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