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viernes, 18 de febrero de 2011

INCOMPRENSIBLE.....


INCOMPRENSIBLE E INEXPLICABLE

Por Susana Merlo (*)

El índice de precios de la FAO, la organización mundial alimentaria que, entre otra cosas, sigue la evolución de una canasta básica de productos, acaba de superar en enero los 230,7 puntos, 7 más que en diciembre, y bien por encima del pico de 224,1 alcanzado en junio de 2008, durante la crisis mundial de ese año. Según el informe de Agustín Monteverde, el nivel actual constituye un nuevo récord y pone al mundo ante una crisis inminente.

Es simple, la mayoría de los países deben importar todos o, al menos, algunos de estos alimentos y por lo tanto, a partir de esta suba extraordinaria, deberán gastar más si pretenden comer lo mismo.

Aún los no importadores registrarán aumentos internos en sus precios debido a la suba internacional, por lo que sus consumidores también deberán gastar más.

Sólo hay un pequeño grupo que puede compensar total o parcialmente el incremento en los precios de los alimentos y estos son los países agroexportadores ya que, si bien sus propios consumidores gastan más, las ventas de esos mismos productos al exterior les permiten mayores ingresos de divisas.

Naturalmente, en estos últimos años, y más aún ahora, este grupo, entre los cuales se encuentran muchos de los vecinos de Argentina (Brasil, Chile, Uruguay, etc.) aprovecharon al máximo las circunstancias internacionales favorables para consolidar su posición en los mercados externos y, a partir de los ingresos extra, crecer fuertemente en la producción local de sus agroindustrias.

Sin duda, el caso más emblemático es el de Brasil que llegó a desarrollar tanto el rubro que hoy ya es reconocido como una megapotencia alimentaria, del nivel de los Estados Unidos, cuando hace poco más de una década apenas exportaba media docena de productos (y sigue invirtiendo para crecer).

Del análisis surge aparentemente una sola excepción: la Argentina que, si bien pertenecería a este último grupo, en los últimos años lejos de incrementar sus exportaciones de alimentos las restringió, y hasta llegó a cerrarlas totalmente en algún rubro, como ocurrió con la carne en marzo de 2006.

Es cierto que el monto de ventas general creció, en parte por el gran aumento en las cotizaciones y en parte por la fuerte participación de la soja (que desplazó en la producción a otros cultivos), que prácticamente no se consume en el país por lo que se exporta en su casi totalidad, en tanto que otros rubros como lácteos, trigo, maíz o carne vacuna, por citar sólo algunos, cayeron fuertemente obligando a cerrar mercados que había llevado muchos años conseguir, y que rápidamente fueron cubiertos por otros proveedores , en algunos casos hasta más caros o de menor calidad, pero mucho más confiables.

Tal vez el ejemplo más contundente sea, otra vez, en Brasil donde Argentina disponía de un mercado de trigo casi cautivo (por la conveniencia que brinda la vecindad y por los aranceles preferenciales del Mercosur), que con el achicamiento de la producción triguera fue perdiendo a manos de Canadá y Estados Unidos, dos de los actuales proveedores del gigante sudamericano.

Para colmo de males, este esquema tampoco sirvió para que los consumidores locales se beneficiaran con precios más bajos. Todo lo contrario. Sólo provocó achicamientos de los volúmenes obtenidos (leche, carne, trigo, girasol), fuertes desplazamientos de las áreas de producción (soja), la casi desaparición de algunos rubros, y la imperiosa y creciente necesidad de subsidiar actividades como usinas, engorde a corral (feed lots), molinería, producción de pollos, etc., para intentar que no se agudizara el desabastecimiento interno.

Por supuesto que hoy, el esquema está en crisis por la falta de recursos para hacer frente a tanta subvención, por lo que muchas de ellas se están cortando y otras entraron en mora crónica; mientras que los precios de algunos alimentos, ante el faltante, alcanzan niveles internos récord, muy por encima del internacional, como ocurre actualmente con la carne.

Realmente, es prácticamente imposible entender la lógica de semejante esquema, y mucho más, tratar de explicarle al mundo porque uno de los poquísimos países que no tiene restricciones ni de clima, ni de suelo, ni de extensión para producir, y cuando los precios mundiales de los productos están en niveles más que atractivos, elige el achicamiento o apenas mantenerse, mientras el resto reclama cantidades crecientes de alimentos…

(*) Crónica y Análisis publica el presente artículo de la Ingeniera Agrónoma Susana Merlo por gentileza de su autora y Campo 2.0.

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