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miércoles, 6 de abril de 2011

DEMOCRACIA Y POLICIA


LA DEMOCRACIA Y LOS POLICIAS…

Por Jesús Evaristo Scanavino

Alguien en estas horas dijo que se viven los peores tiempos de la democracia desde la propia democracia. La verdad es que nunca antes hemos visto tanta irreverencia hacia las instituciones de la república, de todas las instituciones; especialmente hacia la Justicia. El poder gobernante ha vaciado la justicia, toda vez que con un atrevimiento sin precedentes las autoridades del gobierno nacional han tomado como hábito desobedecer los fallos de los Jueces con la más absoluta impunidad, e influir en las investigaciones que se realizan en contra de allegados al gobierno; así lo denuncian los medios de prensa y dirigentes políticos. Parece que nadie está en condiciones de exigir nada al poder, y nadie parece estar dispuesto a dar explicaciones al soberano.

Parece que en estos días el ataque está siendo direccionado hacia la prensa. Una prensa, o gran parte de ella, que a decir verdad tolerara, casi con complacencia y durante años, la demolición de otras instituciones como la Iglesia Católica, las Fuerzas Armadas, la familia tradicional, la Justicia, el Derecho, la educación y la escuela pública, las fuerzas policiales, la autonomía de las provincias. Incluso el pueblo soberano, donde reside la autoridad del gobierno, fue y es subestimado, ninguneado y maltratado directamente o en la persona de sus representantes en el Congreso, con apenas alguna que otra tibia critica de esos medios.

Y ahora, recién ahora que –como era de esperar- vinieron por la prensa, sus dirigentes se escandalizan y algunos hasta esperan una reacción cívica colectiva. Es tarde, ya no hay quienes los defiendan. Y la democracia, con total impunidad y a la vista de todos, ya ha sido puesta de rodillas. Se está haciendo con ella lo que a los mandamases de turno les viene en ganas; y la responsabilidad histórica de semejante accionar no es de todos. Es principalmente de la clase dirigente de nuestro país, incluida, por supuesto, gran parte de la prensa nacional.

El resto de los argentinos que ya venimos cargando con el porcentaje correspondiente y acumulado de responsabilidades pasadas por tanta tolerancia o indiferencia, hoy estamos como agobiados de tantas promesas incumplidas, de no ser escuchados nuestros reclamos y necesidades, de comprobar como los dirigentes que elegimos, una vez que llegan al poder, hacen por la comunidad únicamente lo que resulta conveniente a sus intereses personales, o a los intereses del jefe político que les asegure la continuidad a seguir mordiendo las arcas del estado.

¿Y qué pasa con los policías en la democracia? Los policías somos ciudadanos que sufrimos a la par del resto de los argentinos los avatares de este maltratado y empequeñecido país. Nuestro país. Pero nos distinguimos del resto de los compatriotas por una simple cuestión laboral. Trabajar de policía implica el compromiso de velar por la vida, la libertad, la honra, bienes y derechos de las demás personas, de sus vecinos, y hacerlo a riesgo de la propia vida es el distintivo. Por lo tanto no es una exageración afirmar que ser policía es estar comprometido como pocos al servicio de la democracia y del estado de derecho. Es tener la vida misma empeñada a favor de la democracia y el estado de derecho.

Creo que esa es en síntesis la vocación por la que cientos de azules murieron en el pasado, sea combatiendo la delincuencia común o defendiendo al país de los fundamentalistas que pretendieron desplazar los ideales de libertad y democracia del pueblo argentino para implantar, a fuerza de bombas y metralla, una dictadura marxista leninista. Y esos son también los ideales por la que nuestros camaradas de hoy en todo el país, siguen y seguirán regando con su sangre las calles de todas las provincias, de todas las ciudades y pueblos y de todos los barrios.

Por ello es que con legítimo derecho expresamos nuestra bronca al observar de que manera escandalosa ciertos políticos bastardean el estado de derecho y la Constitución Nacional. Como si esta no tuviera vigencia. Como si el pueblo seriamos convidados de piedra. Como si ellos serían dueños o capataces de la democracia, únicos beneficiarios de sus bondades, y pretendieran que los ciudadanos, como menesterosos, nos conformásemos con las migajas que se deslizan de sus manteles.

Se aproximan las elecciones y nuevamente los policías en actividad van a ser privados del derecho al voto válido. Como ya lo han hecho recientemente en una provincia y como lo hicieron durante años en Buenos Aires. Lo denunciamos públicamente. Y desde APROPOBA pedimos a las autoridades políticas y judiciales, arbitren las medidas necesarias que garanticen el derecho cívico de los policías en actividad.

A la vez que exhortamos a todos los camaradas en actividad, a que soliciten de sus superiores con anticipación suficiente, la seguridad de que se les va a garantizar la emisión del sufragio en la mesa que les corresponde a cada uno, según el Padrón Electoral. Este es un derecho fundamental de los ciudadanos previsto por la Constitución Nacional y que no admite discusión. Y los policías no deben renunciar a tal derecho. Por el contrario, deben esmerarse con todos los medios a su alcance para ejercerlo de manera efectiva. Es el único momento que los policías, junto a los demás ciudadanos, tenemos para premiar o reprobar a nuestros dirigentes.

El esfuerzo a riesgo de la propia vida que diariamente hacen los policías como aporte trascendental e imprescindible al sostenimiento de la democracia, no se limita a la prevención y represión de delitos o faltas. Va más allá, incluye todas las demás obligaciones cívicas y derechos. Y en ese sentido los policías tienen el derecho y la obligación ciudadana de emitir el voto obligatorio y además de votar bien. Porque es al policía –más que a nadie- a quién los planes del futuro presidente y/o gobernador le influirán de manera decisiva, nada menos que en las posibilidades de perder su vida. Así es como se comprueba en ciertos periodos de gobierno, en que la vida y la calidad de vida de los policías es devaluada descaradamente de manera alevosa, dejándolos librados a merced de la delincuencia y privados de derechos humanos elementales; todo lo cual alimenta la inseguridad que luego termina mortificando a la comunidad.

Para las próximas elecciones, sean internas partidarias o generales, debemos votar a pesar de todos los obstáculos que se puedan presentar. Será necesario estar unidos y fundamentalmente tener memoria, mucha memoria…

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