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lunes, 18 de abril de 2011

HUMO


HUMO: VISIBILIDAD REDUCIDA

Por Gabriela Pousa

En medio de un estatismo preocupante, el dinamismo del escenario político jaquea tanto a unos como a otros. Ahora bien, ¿quiénes son unos y otros? No es fácil discernirlo a menos que entendamos cuál fue y sigue siendo la concepción política del oficialismo: la división de los argentinos.

En ese sentido es dable sostener que de la adhesión a los partidos políticos por herencia, convicción o comunidad ideológica ya no existe, y la sociedad en estos días se halla dividida entre los kirchneristas y los antikirchneristas. Donde se ubican estos últimos es, posiblemente, el interrogante más difundido y menos respondido.

No es complejo explicar por qué se ha llegado a esta antinomia en un país donde antes se podían definir radicales, peronistas, socialistas, conservadores, liberales, etc. Las estructuras partidarias dejaron de ser sede de debates para convertirse en centros de negociación, hasta terminar hoy en día pareciéndose más a grupos de auto-ayuda ante la decepción y la desesperación.

Nótese que casi desaparecieron los comités o unidades básicas que antaño formaban parte de la arquitectura urbana, y ocupaban un espacio sagrado en las agendas del militante, el fanático o del simple aficionado. Este cambio aparentemente insignificante modificó, sin embargo, las raíces mismas de la democracia en Argentina. Esta se ha reducido a un domingo, cada equis cantidad de años, donde la falaz obligatoriedad lleva al ciudadano a ensobrar un personaje que le es sustancialmente extraño cuando no adverso a su pensamiento, concepto y deseo.

En esa realidad, los opuestos hoy se dividen en adeptos a “la profundización del modelo” (que pareciera ser el “nick” en Facebook del Frente para la Victoria más que otra cosa), y aquellos a quienes el daño que ha hecho este gobierno les provoca un rechazo supino. En rigor puede simplificarse la ecuación sosteniendo que están aquellos que han podido sacar algún rédito, y aquellos de quiénes se ha obtenido el mismo para lograr ese efecto.

Así las cosas, ambos bandos no son siquiera homogéneos. Los conflictos dentro de la oposición se reflejan en el espejo del oficialismo donde la incertidumbre es la peor estrategia de venta y convencimiento. Puede que esta sirva para generar un hueco en el tablero a los candidatos que pretenden derribarlo, pero simultáneamente crea un clima de desconcierto destructivo dentro del kirchnerismo. No es difícil establecer que la Presidente tiene motivos de sobra para perpetuarse en el poder así como también los tiene para retirarse para siempre o por un tiempo.

En ese trance, las especulaciones ganan la calle y se decanta el escenario. Hasta hace apenas unos días no había quién se atreviera a cuestionar la infalibilidad de Cristina Fernández en los próximos comicios. Parecía que toda la insensatez y el internismo se concentraban en otro espacio. Las encuestas apoyaban ese dogma, aún cuando nadie pudiese explicar cómo era posible que una gestión cuya desaprobación alcanzaba niveles extremos hasta el 26 de octubre del 2010, desde el 28 de ese mismo año y mes se revirtiera por un entierro. Mitos de una idiosincrasia cuyo análisis requiere más que un atlas.

Ahora salta a la vista que la fortaleza del kirchnerismo es apenas una ilusión óptica, una construcción proselitista, una estrategia. Paradójicamente o no, una lipotimia o la mera necesidad de aislarse unos días, generaron un sinfín de dudas en aquello que era o se mostraba como certeza. La jefe de Estado tiene doble “mérito”: desconcierta tanto cuando habla como cuando calla. Y en este caso su futuro resguardado en el silencio provoca un tsunami en un entorno apopléjico.

El avance del gobierno en el seno de las empresas privadas así como la legitimación de las colectoras (convertidas en “listas de adhesión”) fueron dos baldes de agua fría para muchos que todavía -y aunque no lo manifestaran en público-, apoyarían en las urnas al “modelo”, por el simple hecho de obtener prebendas y/o buenos dividendos. Cuando la mirada se posa únicamente en el propio ombligo, se pierde la perspectiva y el cuadro observado queda desdibujado.

Hacer consideraciones después de ocho años de idéntico estilo acerca del avasallamiento del poder político sobre la ley y las reglas de juego es irrisorio y reiterativo. Ejemplos del “vale todo” hay en demasía como para asombrarse de las últimas jugadas del Ejecutivo. El empresariado deberá hacer su autocrítica si acaso se ha visto jaqueado en la partida.

También es cierto que nadie cambia normas ni direcciones o caminos cuando está seguro de tener el triunfo. Las modificaciones recientes del oficialismo a ciertos manejos en materia electoral, y de movimientos pone en evidencia que no hay certeza alguna, y la debilidad es una realidad que no puede taparse con el pulgar. Hasta ahora quién ganará la elección presidencial es un misterio.

Ese mismísimo misterio es el que provoca el decante de figuras en “los otros”. Saben que solos no pueden, pero también tienen en claro que unidos marchan hacia el matadero. La única diferencia quizás es que en el primer caso se suicidan, y en el segundo los asesinan. Ambas opciones son caóticas para la salud mental y física, y la demora en buscar otra salida no coopera.

En el medio, la gente espera… Ya no una salvación ni el recupero de aquella mentada república perdida. No debería ser admisible que las candidaturas surjan por portación de apellido, por herencia o aprovechando la mala memoria de los argentinos como parece que va a serlo.

Entretanto, la sociedad del Ejecutivo con el sindicalismo abre otro interrogante indefinido y “patea” la fecha de Octubre de la mente de la Presidente. Esta se fija hoy, en el próximo 29 cuando deba decidir qué hacer con las apetencias explícitas de un hombre tan cuestionado como fuerte en lo que a poder refiere.

Entre las internas del entorno, los recelos de gobernadores e intendentes que se supone le son (o le eran) propios, la ambición ciega de jóvenes que se ven rodeados de privilegios de repente, y el socio que se le subleva, se halla la Presidente. Entre las alianzas, pactos o connivencia está el resto de la oposición dirigente. Entre sobrevivir a una inseguridad extrema, y una inflación que pega donde más duele está la gente.

Es evidente que los escenarios son diferentes. Mientras eso suceda el bienestar general o el bien común son apenas frases hechas. Humo de un incendio donde todos echan nafta al fuego.

Los bomberos discuten si pertenecen a la Metropolitana , a la Federal o la Bonaerense …

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