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sábado, 9 de abril de 2011

GRANOS


GRANOS DOBLE PROPÓSITO

Por Susana Merlo

¿Qué pasa cuando en un remate aparece más de un interesado por un objeto? Inmediatamente va aumentando el precio hasta un punto de equilibrio. Con la obviedad más absoluta se puede asegurar entonces que: la aparición de más demanda fuerza la suba del valor.

Pues bien, exactamente lo mismo está sucediendo con los granos en los últimos años: a su objetivo básico de “alimento”, tanto directo (trigo, arroz, etc.) como indirecto (los forrajeros como el maíz o los subproductos de la soja que se usan para el ganado productor de carne y leche), se le agregó en los últimos tiempos el de materia prima para la elaboración de los estratégicos “biocombustibles” o el etanol.

La respuesta no se hizo esperar: los precios internacionales de los granos se fueron consolidando progresivamente, en la medida que se iban multiplicando, en los distintos países, las plantas productoras del combustible vegetal. Y, como si eso solo no hubiera sido suficiente para sostener los precios, el más reciente conflicto en Cercano y Medio Oriente, afectando a varios países productores de petróleo, que llevó a que el barril de petróleo esté superando ahora holgadamente los U$S 100, hizo el resto.

El caso es que, si bien los combustibles de origen vegetal tienen un valor estratégico al “independizar” a las naciones demandantes de los que son productores de petróleo o energía fósil, su viabilidad económica tiende a desaparecer cuando el barril se acerca a los U$S 80, mientras que se vuelve totalmente competitivo cuando está por encima de los U$S 100.

El gran problema es que ambas demandas (alimentos y energía, o combustible) se dieron simultáneamente ya que a pesar de la alteración económica que ocurrió en el mundo desarrollado, y que frenó especialmente la economía de los países más poderosos del mundo (EE.UU., Europa, etc.), el fuerte y sostenido crecimiento económico en regiones que concentran las mayores poblaciones mundiales, como China y la India, y también en buena parte de otros países emergentes como los Latinoamericanos, determinó un incremento tal de la demanda de alimentos, que hizo que los commodities agrícolas casi no registraron la crisis económica de 2009/10.

Peor aún, potenciaron su escalada fuertemente alcista meses atrás cuando el conflicto en Libia, llegando en los últimos días a superar en maíz el récord de cotizaciones que se había alcanzado en junio de 2008 (entonces por un problema de oferta), mientras que la soja está apenas 8%-10% por debajo de los valores extremos de entonces.

Más aún se pueden magnificar estos niveles si se comparan con los pisos de los precios agrícolas internacionales de 2001 (en Argentina Administración De la Rúa) cuando el maíz cotizaba a U$S 90 la tonelada y la soja a U$S 198, mientras que ahora rondan los U$S 330 y U$S 550 respectivamente.

Pero esta “buena noticia” para los países productores no lo es tanto para los que deben comprar, y ahí se generó una fuerte pulseada, que en alguna medida lideró de un lado Francia, y en la cual la Argentina tuvo una posición totalmente contradictoria con la que sostienen internamente.

Es que en el Grupo de los 20 (constituido por buena parte de países desarrollados) se planteó la necesidad de “acotar” los precios agrícolas para no acentuar el hambre en muchos zonas en vías de desarrollo. Lógicamente, a mayor precio de los alimentos, mayor es el costo de alimentarse.

Pero por otra parte, a medida que sube el precio del petróleo no solo se encarece la producción de granos, fuertemente demandante de los combustibles por la maquinaria y los fertilizantes, y también por el mayor costo de los fletes carreteros y marítimos, sino que se intensifica también su demanda para biocombustible ya que pasa a ser más competitivo frente al petróleo, lo que potencia la suba de las cotizaciones. Eso es lo que está pasando ahora en el plano internacional.

Ante esto, los intervencionistas, liderados por Francia, propusieron “poner un techo” a los precios de los granos para no encarecer en demasía la “comida” de muchos pueblos. Otros, encabezados por Estados Unidos, por el contrario, sostuvieron la necesidad de no recortar las cotizaciones para que el incentivo de los buenos valores produzca un fuerte incremento de la producción mundial de granos, que permita el equilibrio estructural del mercado. En tanto, se formularon acudir con ayuda directa a los países más vulnerables para garantizar su acceso a la alimentación.

Extrañamente, la Argentina, que en el plano interno adopta la propuesta francesa ya que dice anteponer “la defensa de la mesa de los argentinos” a cualquier otra cuestión, y que desde hace 5 años viene acentuando las intervenciones en los mercados agropecuarios y de alimentos, en el plano internacional se alineó más lógicamente (aunque sea una contradicción) con la postura de Estados Unidos y Brasil, entre otros. Es obvio que debía defender el grueso de las exportaciones locales que, mal que le pese a algunos, se justifican por estos rubros (granos, aceites, harinas, pellets, etc.).

Por supuesto que Argentina no es la única incoherente. De hecho, los que proponían un “techo” para los precios parecen no recordar que eso genera desaliento, desinversión y, por ende, caída de la producción. Exactamente lo opuesto de lo que se necesita.

Sin embargo, la abrupta irrupción en los mercados de la demanda de granos para biocombustibles parece no haber dado tiempo suficiente para ordenar los tantos y tomar las previsiones necesarias.

Por caso, Argentina exportaba hasta hace muy poco, cantidades significativas de aceite de soja a China. Ahora, sin embargo, esos volúmenes son cada vez menores, mientras aumentan las exportaciones directas del poroto de la oleaginosa, que luego es procesado (para aceite o biocombustible) en el país asiático. De hecho, ambos países molían casi lo mismo hace 5 años atrás (unas 30 millones de toneladas), mientras que en la actualidad China ya duplicó esa cifra y va camino a seguir aumentándola.

Pero a su vez, también la demanda local está registrando fuertes cambios, dado que desde 2005/06 comenzó a ampliarse el volumen de la demanda local de aceite de soja que hasta hace 5 años era de apenas 4%, y ahora es cada vez mayor, superando el 30%, debido a su creciente absorción para la producción de biocombustible local. A su vez, más de la mitad la demandan las propias aceiteras que disponen de plantas de combustible.

En medio, quedaron atrapados una cantidad de elementos distorsionantes, producto del exceso intervencionismo oficial, que se presta a sospechas o a escandalosas transferencias de recursos de uno a otro sector, como los que se generan por los diferenciales de retenciones entre los granos, subproductos y los combustibles vegetales ya que, mientras por un lado se alienta la elaboración de biocombustibles con diferentes medidas, por otro se “castiga” la producción de los granos con altas retenciones, que no existen en ningún otro lugar.

De todos modos, lo más grave sigue siendo la falta de una estrategia global como país, tanto para la producción agrícola interna, como para la defensa de los intereses argentinos en el exterior ante la irrupción de esta nueva demanda que determina que los granos pasaron a tener “doble propósito”, alimento y combustible, y eso vino para quedarse, acá y en el mundo…

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