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miércoles, 13 de junio de 2007

RAZONES PARA VOTAR A MACRI

Coincido con que la gestión pública tiene que ser abordada con un criterio de gestión (la búsqueda efectiva de bienestar y crecimiento) y no con el criterio de la ideología (la lucha contra los opresores y el rechazo de la supuesta barbarie capitalista). Podríamos también decirlo de otra manera: la mejor ideología es la eficacia en la gestión. O de otra más: la ideología es el refugio de los incapaces (o aun peor, en muchos casos, la coartada de los corruptos).

Alrededor de Macri hay mucha gente joven, fresca, preparada, talentosa y bienintencionada, que no cabe el ridículo molde de la “derecha” con el que la mafia progresista intenta asustar a los ingenuos, o a los que por conveniencia prefieren que siga en el poder la ineficacia transera que sobrevive desde hace años y que personas valiosas como Jorge Telerman estaban también intentando limitar. Me refiero a Gabriela Michetti, a Horacio Rodríguez Larreta, a Mariano Narodowski, a Carlos Tramutola, a Paula Bertol, a Avelino Tamargo, y a tantos otros. La derecha no existe, es un término con el que la izquierda intenta correr a los que no se suman a su visión retrasada del mundo.

Me gusta la idea de que con la llegada del PRO al poder se limite la inoperancia y el cretinismo de los partidos tradicionales: peronismo, radicalismo, estructuras que no supieron volverse parte de los tiempos. El peronismo, sobre todo, se dice nacional y popular, pero es un movimiento fascistoide con el que los argentinos logramos estancarnos en muchos ámbitos. Décadas de su influjo, pese a sus logros –siempre parciales- hacen que tengamos que desprendernos de él. Además, un movimiento útil y sano no puede llevar el nombre de un líder muerto hace 33 años ni hacer referencia a ese papá como si no fuéramos los vivos personas capaces de superarlo.
Quiero probar lo nuevo, hacerle espacio. Es cierto que lo nuevo siempre se alimenta de lo viejo, pero una cosa es alimentarse de personas y experiencias pasadas y otra estar encarcelado en la repetición. Con el PRO se hace lugar otra forma de abordar el poder público. Al menos tenemos la chance de lograrlo. (Es algo que vamos a tener que hacer entre todos, no sólo esperar que lo hagan ellos).

Me gusta el mayor realismo que hay implícito en la mirada de la eficacia productiva, que logra desalojar de la escena los absurdos conceptos de los buenos para nada y su movimiento –siempre más discursivo que efectivo- de resentimiento social. Es necesario terminar con la fantasía de la lucha social para acceder al serio trabajo de hacer mundo. Me refiero a los memes mamertos, que pululan en un discurso ciego y agresivo: la derecha, la oligarquía, el pueblo, la resistencia, las corporaciones, etc. Cosas de las que se habla mucho pero nadie sabe donde están, argumentos de una metafísica reaccionaria.

Quiero con mi voto arruinarle el humor al presidente y al gobierno, que se brota y agrede (probablemente sea lo que mejor sepa hacer), y quiero que tengan que aceptar la diferencia, base de la vida democrática sana. Quiero paladear con una cifra alta la derrota del patoterismo kirchnerista.
Me gustó la campaña no agresiva del PRO, el hecho de que aun teniendo muchas, infinitas, cosas para decir de la ineficacia y la corrupción del gobierno actual, Macri haya optado por la vía más directa de hablar de los problemas concretos y no responder las falsedades que se han dicho de él. Esa mesura, en tiempos de Kirchner, me resulta valiosa. Es un intento de contactar con el vecino real, cosa que parte de la comprensión de que en el micromundo de la política los involucrados hablan entre ellos dejando de lado a aquellos a los cuales tendrían que estar sirviendo.

Quiero alentar con este voto a otras posibles figuras de la política que quieran adoptar esta vía de trabajo en la que, como dijo Narodowski, se sabe que cuando un techo de un aula se cae no se trata de un fenómeno de izquierda o de derecha, sino de falta de capacidad y de amor.
Me parece que el triunfo del PRO ayudaría a consolidar una sociedad más madura, o alentaría a las partes más maduras de la sociedad a avanzar en sus tareas. Quiero ver en la tele gente que se dedica a hacer planes imaginativos y renovadores y a tratar de cumplirlos, y erosionar el estilo político formal al que estamos acostumbrados. El mejor discurso que yo he visto en un político es el tranquilo realismo sensato de Gabriela Michetti. Su informalidad es un avance en la política nacional.

Quiero ver cómo hace Mauricio para desempeñarse frente al desafío que está asumiendo públicamente, que es el de lograr mejorar la ciudad aplicando criterios más valiosos que los habituales y dando la batalla en contra de la mafia progresista (me refiero al ibarrismo, lo peor de la escena ciudadana, los seguidores del retrógrado con cara de niño bueno, la falsedad hecha hombre ), que no va a cejar en su intento de obstaculizar todo cambio posible. Quiero que Macri pruebe que es un gobernante honesto y que supere a su padre, es decir, que pueda triunfar, siendo útil, en el plano de la gestión nacional, que es superior al de la gestión de la empresa.
Publicado por Alejandro Rozitchner

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