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lunes, 11 de agosto de 2008

CRISIS DE LOS PARTIDOS

LA CRISIS DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS


Si hay algo en el que la mayoría de los argentinos coincidimos es que los partidos políticos, tal cual los conocimos ya no existen. Se hallan en una situación terminal. Están acabados. Su cultura y costumbres, sus prácticas e identificaciones han variado de tal modo que resulta dificultoso reconocerlos y reconocernos en ellos. La razón fundamental de esta crisis se asienta, a mi entender, en la pérdida de la identidad. No es el único motivo, seguramente. Pero sí el más importante.
Los argumentos que les dieron sentido en origen se extraviaron en algún recodo de la historia.
Se pueden ver, entonces, radicales, peronistas, socialistas e izquierdistas de un lado y otro del espectro político. Sindicalistas y empresarios en ambos flancos, piqueteros del mismo modo y Presidente y Vice en escenarios cruzados. Todo dividido y entreverado.
El mundo de la política ya no cuenta con las certezas de antaño, cuando los amigos eran los amigos y los aliados, los de siempre. Esas consonancias o armonías son recuerdos de un pasado sin retorno.
Sin embargo consignas y discursos construidos en tiempos remotos -que el común de la gente y especialmente los jóvenes no comprenden y les resulta ajeno- se enuncian con severa insubstancialidad.
Los partidos políticos están en crisis porque sus relojes atrasan. El pueblo se halla varios pasos adelante.

IDENTIDAD DE LOS PARTIDOS POLITICOS


A lo largo de su historia independiente la Argentina puede ser dividida, a los efectos de una simplificación pedagógica, en los siguientes períodos:
a) De la Organización Nacional 1810-1861.
b) La Argentina agroexportadora vinculada al mercado mundial 1861-1930.
c) La Argentina industrial sustitutiva 1930-1976.
d) La Argentina agroindustrial exportadora 1976-?.

Cada uno de estos períodos tuvo sus razones y sus secretos. Sus diferencias y disonancias.
En el período de la Organización Nacional los dos grandes bloques fueron Provincianos y Porteños. Triunfantes estos últimos se constituye el segundo período (la Argentina 1861-1930) y en él encontramos, en sus setenta años de existencia -ahora sí- varios partidos políticos: Mitrismo, Roquismo (P.A.N. Partido Autonomista Nacional) Unión Cívica Radical, Democracia Progresista, Socialismo, y a su manera el Anarquismo.
Todas estas agrupaciones, unívocamente, sostuvieron el modelo agroexportador que tantos beneficios le regaló al país. Algún atisbo de industrialización, se produjo pero sólo en los momentos de crisis internacional (1874, 1890, 1914)
El mistrismo y el roquismo sobre el final del período junto a sus desgajamientos pasaron a denominarse conservadores.
La crisis mundial del 29, el derrumbe político del radicalismo, el deterioro senil de Yrigoyen y la voracidad de poder de los opositores llevaron al golpe del 6 de setiembre de 1930.
Se ingresa, entonces, al tercer período 1930-1976. Con la crisis se derrumba el mercado mundial. Nuevos principios se instalan en la agenda política: intervencionismo de Estado, prevalencia de los mercados internos sobre el externo, sustitución de importaciones, el Estado como impulsor de las economías nacionales.
En América Latina fue la CEPAL quien sistematizó en doctrina el nuevo modelo brotado de la realidad:
“Este modelo, en buena medida, fue atribuido a la CEPAL. La cronología y el origen de estas medidas hacen discutible la idea, tan generalizada, de que ellas hayan constituido real y deliberadamente un verdadero modelo. También es discutible que estas estrategias hayan sido propuestas exclusivamente por la CEPAL. Lo que hizo este organismo, gracias al liderazgo intelectual de Don Raúl Prebisch, fue más bien elaborar una lúcida síntesis de estas políticas en donde quizás por primera vez se explicitaban las percepciones y supuestos en que estaban basadas. Varios países adoptaron en forma pragmática este tipo de estrategias con anterioridad a la creación de la CEPAL (Iglesias, Enrique V.: Reflexiones sobre el desarrollo económico. Ed. B.I.D. Washington 1992. Pag 10)
De manera que como afirma el autor citado los gobiernos habían comenzado actuar sin necesidad de una doctrina. Este fue el caso de nuestro país. Eso hizo el gobierno del General Justo tiempo después del golpe militar del 30’.

Mientras el radicalismo se mantuvo en el poder no halló instrumentos doctrinarios para hacer frente a la nueva situación mundial. Su identidad construida en el siglo XIX se hallaba huérfana de soluciones. Desatada la crisis, y aún en el gobierno, lo que atinó a hacer fue firmar un convenio de créditos recíprocos con Inglaterra que garantizara la venta de nuestras exportaciones y las necesarias importaciones.
Llegó, entonces, una misión inglesa (fines de 1929) comandada por lord D’Abernon alcanzándose, el siguiente acuerdo: “El gobierno argentino podía girar sobre el crédito en Londres para adquisición de materiales de fabricación inglesa y el gobierno inglés podía girar sobre el crédito en Buenos Aires para la adquisición de cereales y otros productos.” (Del Mazo, Gabriel: El Radicalismo. T. 2. Pág 123. Ediciones Suquía. Córdoba 1984) Es decir más de lo mismo. Su respuesta ante la hecatombe consistió en profundizar la argentina agro exportadora. Ignorantes de lo que acontecía en el mundo. Pensaban y actuaban en antiguo. ¡Y así les fue!
Fue el gobierno del general Justo, fraudulento y tramposo, el que inició el novedoso camino de la industrialización sustitutiva. Su Ministro de Hacienda Federico Pinedo, aseveraba:
“A concluido la etapa histórica de nuestro prodigioso desenvolvimiento bajo el estímulo directo de la economía europea. Somos demasiado pequeños para torcer las corrientes de la política económica mundial. A la industria nacional le tocará, pues en el futuro resarcir a la economía argentina de las pérdidas incalculables que provienen de la brusca contracción de su comercio exterior” (Jorge, Eduardo: Industria y concentración económica. Hyspamérica. Bs. As. 1986. Pág. 119)
Su programa económico consistió en:
Control de Cambios.
Juntas Reguladoras.
Creación del Banco Central.
Plan de obras Públicas
Como se ve keynesianismo puro. La nueva política consistió en que el Estado debía asumir responsabilidad por la economía, interviniendo donde fallara el mercado, para estimular la producción y mantener el pleno empleo. Pero esta política, coincidente con lo que se llevaba adelante en el resto del mundo la impulsó un gobierno incomprendido por el conjunto del firmamento político de aquellos años. El partido popular de entonces la U.C.R. en manos del alvearismo y los sectores intransigentes del mismo agrupamiento, como FORJA, estaban en otra cosa.
Mientras los políticos de la “Década Infame” industrializaban al país para sacarlo del marasmo, Alvear, Ricardo Rojas, Gabriel del Mazo, Jauretche, Scalabrini Ortiz y una galería amplísima de dirigentes radicales “miraban sin comprender”. Pensaban como siempre.
“Con la creación del Banco Central (afirma Jauretche) se completaba la política dirigista de la Década Infame. Pero aquí está la madre del borrego. El Banco Central aparecía como un Banco de estado rector, solo que el Estado no tenía función rectora. Los liberales eran dirigistas, pero para impedir que el país se dirigiera a sí mismo” de este modo (extraño para un hombre tan avispado como Don Arturo) explicaba el intervencionismo que él mismo defendería años después. El célebre pensador nacionalista no percibió que la realidad mundial empujaba el gobierno de Justo a resolver problemas en marcos programáticos afines a FORJA. Con recetas económicas sesgadas al estatismo cuasi nacionalista Pinedo respondió contradictoriamente a su presente. FORJA perdió la oportunidad de operar como ala izquierda o nacional, de la “década infame”.
La declaración de FORJA en su fundación y los documentos redactados posteriormente no hablan para nada del nuevo modelo instaurado por el “contubernio” justista. Lo ignoraron y lo desconocieron.
Ni que hablar cuando Pinedo nombrado nuevamente Ministro, en este caso, por el Presidente Castillo, eleva al Congreso de la Nación en 1940 para su aprobación, un plan de reactivación económica, con algunos puntos interesantes como la construcción de viviendas modestas y el estímulo a la actividad industrial entre otros ítems. El radicalismo en el parlamento rechazó el proyecto en los siguientes términos:
“Podrán caerse todas las chimeneas, pero mientras el campo produzca y exporte el país seguirá comprando lo que necesite, seguramente a precio inferior que el determinado por la aduana para favorecer intereses creados”
De esta manera el radicalismo perdió el tren. Al no actualizarse, al no comprender al mundo en constante cambio se quedó sin las mayorías. Esta ausencia, este hueco lo llenó el peronismo. Tanta era la necesidad de un agrupamiento popular que incorporara los cambios introducidos en la “década infame” que el peronismo fue una irrupción meteórica, casi fantástica. Tampoco es casual que el nuevo jefe popular, el Coronel Perón, proviniera de la usina del justismo.
Algunos años después el radicalismo entró en la senda de los nuevos tiempos. Con el Programa de Avellaneda de 1947 el partido se actualizó. Pero ya era tarde. Gobernaba Perón.
El Coronel condujo los destinos del país en la dirección de los vientos internacionales y en la brecha iniciada en la “década maldita”. Al modelo intervencionista industrial de Pinedo le agregó justicia social y soberanía política.
En este período se construyeron los nuevos partidos: peronismo, desarrollismo, el radicalismo aggiornado de Avellaneda, la izquierda nacional, el nacionalismo industrialista.
En síntesis el cambio mundial del 30’ provocó una profunda crisis identitaria en los partidos políticos de aquellos años. Con ellos o sin ellos el país avanzó de todos modos. Pero el gran partido popular del ciclo anterior –el radicalismo- se hundió en el naufragio de la argentina agro exportadora.

En 1976 el ciclo sustitutivo se cerró. Dejo de lado los acontecimientos políticos, la pulverización del peronismo, la crisis económica, la locura guerrillera y la inoperancia de Isabel Perón. El 24 de marzo todo terminó. Comenzaba otra etapa. La etapa que se iniciaba estaría signada bajo el siguiente encuadramiento político:
“La muerte de Perón marca el fin de una época y la gente se ha dado cuenta por fin que no es cuestión de cambiar hombres como se pensó durante mucho tiempo, sino de cambiar las estructuras.
Bajo el peronismo se creo una estructura de crecimiento interno, una industrialización forzada, bajo protección arancelaria, que aisló al país del resto del mundo. Se creo así una industria no competitiva en que el empresario dependía del gobierno y no de su propia habilidad y se orientaba exclusivamente al mercado interno, no a la exportación.
En la Argentina por primera vez en treinta años se nota una modificación de esta estructura, y en toda América Latina se observa una tendencia similar a abrirse al mundo externo. Así es que Chile prácticamente se ha separado del proteccionismo del Pacto Andino, pacto que es un cáncer.
La Argentina con veinticinco millones de habitantes no puede fabricar todo. Debe especializarse en lo que puede producir eficientemente. El gobierno actual está en esa política y pienso que seguirá por ese camino” (Armando Braun. Presidente de la Cámara Argentina de Comercio. La Nación 14/5/77)
Esta definición del nuevo rumbo se enancaba en los grandes cambios de la economía mundial. Situación mundial que continuó profundizándose con la aceleración de la revolución tecnológica de los últimos veinte años, la caída del comunismo y la expansión del capitalismo sobre toda la faz de la tierra. En esta situación nos hallamos. Una nueva realidad económico-política mundial muy distinta al del origen del peronismo, el desarrollismo, la izquierda nacional, el nacionalismo keynesiano y el radicalismo aggiornado de Avellaneda de 1947. Hay que cambiar nuevamente.
Varios aspectos deben ser considerados. Retroceso del keynesianismo. Un mundo unificado por el capitalismo triunfante. Un mercado internacional que crece y se agiganta año a año y el ingreso de millones de seres humanos a una vida más digna en Oriente merced a la globalización capitalista. Finalmente la modificación estructural de la Argentina a partir de 1976 nos habla necesariamente de un nuevo modelo. Una nueva realidad.
En esta crisis identitaria se hallan hoy los partidos políticos argentinos.
O seguimos con la vieja idea de la argentina industrial sustitutiva de mercado interno (pequeña y enfermiza) o de industriales exportadores subsidiados por el Estado o nos lanzamos de lleno al mercado mundial como objetivo supremo. ¡No es lo mismo!
En la Argentina pretérita del 30 al 76 los sectores sociales dinámicos eran la industria y la clase obrera a ella vinculada. De esto el viejo peronismo algo sabía. La irrupción de la clase obrera el 17 de octubre puso en blanco sobre negro la novedosa situación.
En el nuevo país, el de hoy, los sectores industriales agroalimentarios y los trabajadores vinculados a la economía mundializada serán la fuerza vital y transformadora.
La irrupción del campo en los últimos meses pone en blanco sobre negro la novedosa situación.
En síntesis una nueva crisis de identidad sacude a los partidos políticos. O se aggiornan o desaparecen.
En eso estamos.

CLAUDIO CHAVES

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