GENIO Y FIGURA...
GENIO Y FIGURA HASTA DESPUES DE LA SEPULTURA
Todo el mundo conoce el viejo cuento del escorpión y la rana. Ese según el cual el escorpión le pide a la rana que lo deje ponerse sobre sus hombros para cruzar un río. La rana se niega aduciendo que no confía en el escorpión, pero este alega que no hay por qué temer ya que, si la picara durante la travesía, los dos morirían. Como es un buen argumento, la rana acepta y comienza a nadar con el bicho sobre sus hombros. Pero en la mitad del río el escorpión hunde su aguijón en el anfibio y le inyecta su veneno. Agonizando, hundiéndose, pregunta la rana: “Pero ¿por qué haces esto?” y el escorpión, pereciendo a su vez, le responde: “Es mi naturaleza”.
He repetido aquí este muy conocido cuento porque se aplica con absoluta precisión al matrimonio presidencial. Muchos de los sesudos análisis y los bien intencionados consejos que hemos oído en estos días prescinden de toda consideración seria sobre la naturaleza de los Kirchner. De toda reflexión meditada sobre lo que son, lo que han llegado a ser tras una vida de “éxitos”: fortuna levantada en el lejano sur con su solo esfuerzo (más allá de la ayudita de la Circular 1050), sucesivas gobernaciones en la Provincia de Santa Cruz, edificación de un poder político asombroso tras ganar la Presidencia con el veintidós por ciento de los votos, triunfo en las elecciones legislativas de 2005 y en las presidenciales del 2007. Lo dicho: una vida de éxitos.
Claro, sólo los magnánimos entienden que el mayor peligro de una vida de éxitos son…los éxitos. Porque hacen imaginar a quienes los disfrutan que no tienen enemigos a su medida y los hacen adormecerse en una riesgosa confianza.
Así les sucedió a los Kirchner, una pareja pusilánime si las hay. Creyeron que podían “poner de rodillas” a cualquier enemigo. No tuvieron la grandeza ni la lucidez necesarias para entender que no todos se rinden con tres gritos y una humillación o con un golpe de dólares, que no todos tienen la estatura de Bendini o la de Borocotó.
Ambos K. conciben la vida y la política primero como conflicto, lo cual es acertado porque en efecto todo se presenta a los ojos del gobernante como conflicto de concepciones del mundo, de aspiraciones, de intereses. Es en el siguiente paso donde los K. se equivocan, cuando creen que el conflicto sólo se resuelve con confrontación. Son en esto marxistas, pues Marx pensaba en un solo conflicto – el de las clases – como explicación de la Historia y explicaba que ese conflicto se solucionaba sólo con la confrontación, la lucha de clases y la victoria de una clase sobre otra.
No es esta una acusación contra los K. porque sospecho que no han frecuentado demasiado los escritos de Marx. Lo que pasa es que tanto Marx como los K. responden a la mentalidad de la izquierda, esa modalidad confrontadora que comenzó en el Terror de la Revolución francesa y se continúa hasta nuestro tiempo pasando por los regímenes de terrorismo de Estado propiciados por la izquierda.
Los K. no supieron entender que la modalidad confrontadora no es útil como método único de gobernar una República. Que de pronto uno puede tropezarse con adversarios que tengan más poder real que el mismo Estado, adversarios a los que no hay forma – dentro de la tesitura republicana – de “poner de rodillas”. Pero ellos seguirán usando la táctica que tantos triunfos les deparó hasta más allá de la tumba.
Los K. están políticamente destruidos, aniquilados, muertos. Pierden su tiempo los que imaginan un posible paso a la razón, al pacto, al acuerdo por parte de los K. Como el escorpión, picarán la cabeza de la rana en el medio del río y se hundirán – fieles a sí mismos – aunque hagan caer en su enésima crisis al desdichado país que los alberga.
ADENDA: Basado en la misma idea aquí desarrollada, afirmé en un artículo anterior que los K. no se desprenderían de Guillermo Moreno porque era más que un alma gemela, era un pedazo de ellos mismos.
Sin embargo, hoy se habla con insistencia de la renuncia del polémico secretario de Comercio.
Creo que no hay contradicción. Cualquiera puede verse en la terrible necesidad de desprenderse de un pedazo de sí mismo. Pero eso requiere los esfuerzos y el shock de una amputación. De allí la resistencia desesperada de los K. a tomar la medida que el país entero reclama. Cederán, en última instancia, pero con la renuencia y el dolor de quien pierde un brazo.
ANIBAL D’ANGELO RODRIGUEZ
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