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jueves, 28 de agosto de 2008

MASSA AMASADO

La Politica on Line 27/08/08
Una nueva crisis amenaza: Massa medita su renuncia
En su entorno hablan de un plazo máximo de 45 días para que se produzcan los “cambios” que justificarían su permanencia en el gobierno. Creen que hasta ahora “ganó” porque sumó conocimiento público, pero saben que si no se resuelven los problemas de fondo, el desgaste caerá sobre ellos.

Por Ignacio Fidanza
| 17:05

Es notable el efecto narcotizante que el poder puede causar, aún sobre un político sagaz como Sergio Massa. El famoso síndrome de “alfombra roja” que invita a la letal condescendencia con los propios errores.

El todavía intendente de Tigre en uso de licencia, siempre ofreció como parte de su capital político el hábil manejo de los medios y los periodistas. Micros en televisión, incansables salidas con movileros radiales, rondas de charlas “en off” con columnistas destacados, lo erigieron en un mimado de la prensa, en lo que se dice una “fuente” de información, de las que se cuidan.

Este capital político, junto a su imagen de gestor joven y eficaz, es el que ofreció a la hora de convertirse en la “rueda de auxilio” del kirchnerismo, cuando el gobierno vivía sus horas más críticas. Así, en un intento por darle contenido a la “primavera política” que inició su llegada a la Casa Rosada disparó una serie de decisiones que descolocaron a la oposición.

Conferencia de prensa de Cristina Kirchner, indulto para los peronistas rebeldes, aceptación mansa del rol del Congreso y su potestad constitucional de modificar los proyectos de ley que envía el Poder Ejecutivo. Esos fueron a grandes rasgos los cambios de la administració n Kirchner que coincidieron con la llegada de Massa. Hasta aquí todo bien.

El error que cometió Massa y que sorprende en un político de su experiencia fue de sobreventa, o acaso de exceso de confianza. Al asumir criticó al Indec y comenzó –al estilo de los mejores tiempos de José Luis Manzano-, un intenso trabajo de desestabilizació n de Guillermo Moreno.

Una decisión que se puede entender como una correcta lectura de las señales que estaban esperando desde la sociedad y los sectores económicos. Lo equivocado fue el método elegido y una mala lectura de la correlación de fuerzas que enfrentaba. Es que se comenzó a filtrar a los medios supuestas decisiones tomadas: el despido de Moreno, luego la pérdida del Indec, finalmente la renuncia de su titular, Ana Edwin. Algunos diarios lo publicaron como cierto en la tapa. Y nada sucedió.

Se rompió así, el único código que el off the record exige a la fuente: la veracidad de la información. Y frente a una realidad que no coincidía con lo anunciado, incómodos, los voceros se limitaron a ponen cara de misterio, de conocedores de secretos inconfesables del poder, a casi implorar, “paciencia”. Si claro, algún día Moreno y Ana Edwin se van a ir, y el Indec tal vez , solo tal vez, recupere credibilidad. Pero como decía Keynes “en el largo plazo todos estaremos muertos”. Y las primicias que valen son las que coinciden con los hechos en el momento que los anuncian.

Pero no contento con el bochorno del Indec, el jefe de Gabinete mezcló sus propias apetencias en la faena y comenzaron así a desplegarse sobre la prensa una serie de rumores desestabilizantes de funcionarios como Enrique Albistur, Romina Picolotti o José Nun. Renuncias que lejos de apuntar a un cambio profundo del gobierno, tienen más que ver con una disputa cruda por concentrar áreas ricas en fondos y potestades administrativas. Es que, sin el control de las más importantes Secretarías que dependen de él, la Jefatura de Gabinete es poco mas que una vocería jerarquizada. Una cáscara vistosa para una inmensa caja vacía.

Kirchner dijo que no

Eso fue lo que sucedió y ahora Massa está en problemas. Los medios que dieron crédito a sus versiones pasarán a cobrarle la cuenta. Primero fue un editorial de Carlos Pagni en La Nación y luego una durísima nota de Ambito Financiero. Es apenas el principio.

Cuando este nuevo estado de ánimo mediático empiece a consolidarse, el jefe de Gabinete habrá perdido tal vez su mayor capital político, para deleite de gente como Néstor Kirchner, Guillermo Moreno y Julio de Vido, que siempre se sintieron agraviados, cuando comprobaban que las gestiones de ciertos hombres claves del gobierno –como lo fue Alberto Fernández- con los medios, derivaban en un trato amable para el intermediario, y malo hacia ellos.

Pero lo mas grave no es esto. Lo verdaderamente serio es que Massa no ha logrado instrumentar ningún cambio de fondo en un modelo que está claramente agotado. El problema de la deuda, el conflicto con el campo, la inflación, el aislamiento político y financiero internacional, la explosión del gasto, siguen abiertos y agravándose.

Irse a tiempo

El arte de encontrar el momento justo para que la ruptura no se entienda como traición es tarea para políticos consumados. Julio Cobos lo hizo bien y hoy es el dirigente con mejor imagen del país. Carlos “Chacho” Alvarez lo hizo mal y nunca más pudo regresar a la política activa.

Sergio Massa, en su humilde escala, enfrenta por estas horas esa disyuntiva. “Nosotros el negocio político ya lo hicimos, cuando Sergio asumió la Jefatura de Gabinete su desconocimiento superaba el 50 por ciento a nivel nacional, y hoy ya está por debajo del 20 por ciento”, explican colaboradores de Massa. “Vino a hacerse famoso”, reconocen con pragmatismo y despecho en la Casa Rosada.

Pagni publicó en La Nación que Massa evalúa que le quedan 45 días en el poder, antes que el ácido del malhumor social hacia todo lo que suene a kirchnerismo, empiece a perforar su recién adquirida popularidad. En las oficinas de la jefatura de Gabinete creen que en ese tiempo debe producirse algún “cambio” en serio que justifique su permanencia en el poder. De eso hablan cuando hablan de “paciencia”.

Si todo sigue igual, el problema se reduce a encontrar la mejor manera de irse. Salvo que para ese entonces, el síndrome de la alfombra roja se haya apoderado del sentido común del jefe de Gabinete. Cerca suyo no lo descartan y temen que el kirchnerismo lo encandile con la idea de encabezar la lista de diputados nacionales de la provincia de Buenos Aires el año próximo. Una manera de prometerle su viejo sueño, ser el relevo de Scioli en el liderazgo bonaerense.

“Todo puede cambiar en semanas en la Argentina, y más en el gobierno. Tomar decisiones hoy pensando en octubre del 2009, es sencillamente una locura”, reconocieron a La Política Online allegados al jefe de Gabinete, que no han perdido la cordura.

Pero tal vez, en el interior del jefe de Gabinete se incube una duda más seria que excede el negocio político personal: Está claro que su salida del gobierno, con la enorme expectativa que generó al asumir el cargo, dispararía una nueva crisis de final impredecible.
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