"OASIS"
"Oasis"
A pocos días de las elecciones los candidatos deforman teorías, se acomodan y buscan el voto con un ejemplo de "oasis."
Además, el oficialismo se regodea con un fallo que llega, en el momento justo.
Maltrato de autores
Indudablemente, la antesala de las elecciones del 28 de octubre deja un tendal de incoherencias, desajustes y profundizaciones en la tendencia sostenida al conocimiento banal.
La precariedad discursiva en materia de propuestas sólidas que puedan operar como una vía alternativa para salir del caos al que se asiste es notable. Tan notable, como el desgaste y mal uso que ciertos candidatos hacen sobre verdaderos pensadores.
Se trata de Elisa Carrió y su abuso de los conceptos contemplados por Hannah Arendt y de Alberto Rodríguez Saá y su simulación sobre la comprensión acerca de los escritos de Noam Chomsky.
Ambos, enarbolados en la gloria de la utópica banda presidencial, se jactan al momento de citar a estos autores. Se creen superiores intelectualmente cuando en realidad, lo único que consiguen es denostar las teorías.
Maltratarlas en el interior de sus mentes autárquicas hasta destrozarlas y transmitir a los ciudadanos la deformación de los criterios.
Tanto es así, que si Arendt resucitase para escuchar a Carrió pediría de inmediato que vuelvan a sepultarla para no presenciar lo que la apocalíptica hizo de su condición humana y del pacto social.
Y si Chomsky tomara un avión para escuchar a Rodríguez Saá solicitaría rápidamente un pasaje de retorno para escapar de las barbaridades a las que el puntano arrastra su pensamiento.
Un escape feroz para olvidar como saca de contexto el trabajo empírico y teórico con natural vulgaridad.
Acomodaticios e inseguros
Dos problemáticas que en los últimos días acapararon la atención de todos los medios. Por momentos, la segunda opacó a la primera. Pero como la inseguridad está absolutamente instalada entre nosotros, dejarla de lado no es una tarea sencilla.
Además, lo cierto es, que la inflación también forma parte de la inseguridad, ya que reducir la problemática a los asaltos y asesinatos no solo banaliza el problema sino que también, lo ubica en un espacio equívoco en la agenda de las tareas más urgentes a resolver.
Los argentinos estamos inseguros porque no sabemos qué sucederá mañana con nada de todo lo que nos rodea. Sean nuestros afectos como lo material.
Y eso sucede porque somos rehenes de los incoherentes y negadores que nos gobiernan.
Aunque también, de algunos políticos opositores que no distan demasiado de lo que tenemos ahora y que hacen el juego de los golpes bajos aferrados a un camino por el momento, sin mayores complicaciones.
Macri es uno de ellos.
Se alejó cobardemente de Sobisch cuando ocurrió en Neuquén el asesinato por un policía del maestro Carlos Fuentealba. Se distanció de una persona que se ha hecho cargo públicamente de lo sucedido. Asumiendo, desde un primer momento, su responsabilidad política. (Ver nota 11 de abril de 2007: Selectividad compulsiva)
También se alejó de Blumberg pero no vaciló en negociar con Telerman.
Entonces, la lógica fue: Con quien no es ingeniero no y con quien no es licenciado, sí.
¿Cuál es la diferencia? (Ver nota 18 de junio de 2007: El silencio legitimante)
El jefe de gobierno electo también tiene su propio imaginario. Como el de Arslanian pero con la diferencia que aún no está gobernando. Por lo menos, no oficialmente.
Por su parte, Felipe Solá, a meses de terminar con su desastrosa y caótica gestión reconoció que en el área de seguridad el fracaso es notorio. Para ello legitimó las incoherencias de Aníbal Fernández y también, las del señor de las sensaciones.
Todos se van acomodando en el tablero y la confianza se presenta, en estas instancias, como un concepto límite.
Incluso Scioli -en oposición al oficialista Arslanian- declaró en una entrevista al Diario La Nación que no se puede culpar a los pobres de la inseguridad cuando son ellos los que más reclaman seguridad.
El candidato oficial lumpen a gobernador, en una correcta apreciación, quizás la única, lanza una frase que es la antítesis de la que el actual gobierno viene pronunciando.
Quienes sostienen caprichosa y premeditadamente que la inseguridad es producto de la exclusión social.
Pues Scioli busca diferenciarse de los cuestionados para acomodarse con un razonamiento que es el que quieren escuchar los bonaerenses.
"Oasis"
No es un boliche, tampoco un bar. Es la provincia de San Luis.
Provincia cuyo nombre ha sido mencionado hasta el hartazgo por los hermanitos Rodríguez Saá, por la actriz Esther Goris en su tour mediático de propaganda de su pareja, por el candidato a vicepresidente Héctor Maya y por algunos otros más que mejor olvidar.
El candidato que ya se está “acomodando” en el sillón de Rivadavia plantea a su provincia como el "oasis" de la Argentina.
Todas las provincias son un desastre, excepto, San Luis. Y nadie le niega el mérito. Tampoco el reconocimiento. Sin embargo, a través de algunos testimonios recogidos en la provincia se evidencia que lo que existe fundamentalmente allí, es estabilidad pero pocas posibilidades de proyección.
Así como es un oasis de paisaje y sostenimiento, también hay algo de estancamiento.
Por supuesto que eso no se dice y mucho menos se reconoce. Al contrario.
San Luis es el auto bombo de campaña de la fórmula. Incluso, el señor Maya se atribuye los logros de la provincia. Como si él hubiese tenido que ver con la construcción provincial.
Es decir, todo aquello que no se encuentre en el resto del país hay que ir a buscarlo a San Luis y si no se lo quiere ir a buscar, hay que dejar que Rodriguez Saá cumpla con su sueño presidencial. Este sería el mensaje de los nostálgicos peronistas apoyados en la estructura de sentimiento del escudo del PJ que ahora utilizan como herramienta de campaña el problema por el que atraviesan las culturas originarias en la Nación.
Se valen de ellas como el oficialismo se aferra a las madres y las abuelas de plaza de mayo para profundizar el dolor del pasado y alejar, cada vez más, a la ansiada sociedad de futuro.
En síntesis, esta fórmula y quienes los acompañan, no comprenden que no es lo mismo gobernar una provincia que una Nación. Se sobrestiman y subestiman a otras provincias que también están bien posicionadas. Como es por ejemplo Neuquén.
El artista dice que no hay que ningunear pero él es el primero que ningunea al resto de la oposición al decir que todos están amesetados.
Cierre perpetuo
La falta de seriedad así como de conocimiento de algunos de los candidatos que se postulan para los diferentes cargos es vergonzosa.
La subestimación de los ciudadanos es una constante tanto del oficialismo como de la oposición. Una oposición, que en el caso concreto de Lavagna, considera que elegir a Carrió como alternativa en la segunda vuelta es la salida más fácil. Así lo expresó su candidato a vicepresidente, Morales.
Mientras tanto, López Murphy se atrevió a cuestionar la condena al Capellán Von Wernich. Estableció su negativa al decir que no se puede juzgar dos veces a una persona por un mismo hecho.
Osado en su declaración se metió con un fallo y una celeridad para nada azarosa, dado que a casi dos semanas de las elecciones, que se produzca un fallo de perpetua para un hombre que cumplirá el próximo año 70 años, ayuda a coptar votos.
Contribuye a que este gobierno legitimado por los odios y la necesidad de venganza se posicione un poco más.
Entonces, algunos individuos que luchan por alejarse del siglo del perdón y perpetuarse en el del miedo, optan por dejarse el velo de los derechos humanos. Aquellos que son selectivos. Que solo son, para los desaparecidos y no para la sociedad en su conjunto.
Muchos festejaron en La Plata un fallo que muchos han dado en llamar histórico. Festejaron y hasta se trompearon. Porque en la Argentina, vaya uno a saber por qué, ser de izquierda es sinónimo de ser desprolijo, sucio, rebelde y vago. Por lo menos, eso es lo que reflejan algunos integrantes de agrupaciones políticas que se jactan de la promiscuidad, desvalorizando al verdadero socialismo. A la verdadera izquierda.
Un fallo que debía esperarse con respeto y cautela, se esperó con golpes entre distintos militantes. Los mismos que dicen repudiar la violencia luchan por intensificar la cultura de conflicto que nos cobija
Laura Etcharren
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