EL TRIUNFO..............
EL TRIUNFO OFICIALISTA:
EL PERONISMO COMO SALVAVIDAS
A esta altura de las circunstancias hay dos datos inexpugnables: 1) la Argentina tiene Presidenta electa para los próximos años 2) La futura Primer Mandataria no ha sido electa por la mayoría de los ciudadanos habilitados para el sufragio. Aceptadas ambas premisas, cabe analizar pues si no es acaso el sistema lo que no funciona. ¿Es este un régimen de mayorías o de simples minorías? Al menos, los dirigentes electos parecen no representar a la mayoría de los argentinos. Sin embargo, este debate no está hoy siquiera planteado. El día después de los comicios la sociedad en su conjunto siguió con su vida como si la elección hubiese sido un programa de domingo.
La queja ciudadana se limitó al tiempo perdido para emitir el voto y a irregularidades que, en cualquier país serio, hubieran anulado el acto comicial hasta tanto la organización del mismo estuviera garantida. Nada de eso sucedió en la Argentina. La gente no salió a las calles a emitir su reclamo, los medios limitaron la “desprolijidad” a algunos flashes con largas filas y discusiones pasajeras entre autoridades de mesa y votantes cansados, y la oposición apenas vociferó que hubo rarezas, ausencia de boletas, etc. Ni siquiera en la adversidad hubo un gesto de grandeza para la unidad que reivindicara una oposición interesada por cambiar el actual estado de cosas. Cada uno sufrió a solas.
A solas sigue protestando gran parte de la ciudadanía por resultados que no cierran, por votos que no pudieron emitirse, por la resurrección de Lazaros -no por milagro sino por manejo arbitrario de documentos- y ausencia absoluta de responsables que expliquen estas “irregularidades” . Esto ya no es culpa exclusiva de la dirigencia política. Algo falla en los argentinos como ciudadanos. De este modo, se llega a tener una nueva mandataria electa por un magro porcentaje del electorado que ni siquiera responde al 45% brindado como “dato oficial”. Hay un sinfín de variables que no se han tenido en cuenta: ni el ausentismo, ni los votos en blanco, ni los anulados (que suman un 6,11%) No es un dato menor que se haya registrado en estas últimas elecciones el más alto porcentaje de abstención (71,76%) desde 1928, acercándose al 30%.
De un padrón de 27.090.236 ciudadanos ha votado solamente 19.452.594; de estos únicamente 8.204.624 sufragaron por Cristina Fernández de Kirchner. Ciertamente estos son sólo datos fríos que no modifican el resultado. La dispersión de la oposición ha cooperado para que sólo una minoría de los argentinos esté “representado” en el próximo periodo. Pero hay otras lecturas que se desprenden de los resultados dejando de lado la arbitrariedad de los números, las rarezas que no se tradujeron en denuncias concretas de fraude, al menos no ante la autoridad pertinente para que eso suceda, y la peculiaridad de una candidata que se autoproclama antes de que en muchos distritos la gente sufragara.
¿Qué pasó en un país donde los partidos políticos fueron deshechos? En primer lugar, con el ocaso de los mismos, desapareció del escenario el llamado “voto cautivo” con una única excepción: el peronismo. El voto peronista es el que salvó al matrimonio Kirchner en esta elección. Aquel jefe de Estado que llegó apoyado por un sector de la clase media urbana, dio un giro de 180 grados y terminó avalado por una minoría de votantes alejados de los centros urbanos y arraigados al aparato clientelista característico del peronismo de antaño. El kirchnerismo no logró hacer pie en la Capital Federal, Rosario, Mar del Plata, La Plata, Bahía Blanca, Córdoba y apenas alcanzó superar a la Coalición Cívica en Santa Fe. No en vano sonaba, en el acto festivo de la senadora por Buenos Aires (que votó en Santa Cruz), la marcha peronista y el canto de la JP. El nuevo gobierno viene sostenido por el peronismo clientelista del conurbano.
A esta situación que deja en evidencia el ocaso de la mentada “transversalidad” y sitúa al Presidente Néstor Kirchner bajo dependencia de los caudillos peronistas, se suma la impronta que le ha dado a la elección el triunfo de Daniel Scioli para arrastrar a la Primera Dama. La relación entre el gobernador electo de la provincia de Buenos Aires que le diera un alto porcentaje de votos a Cristina Fernández (sobre todo en La Matanza) y el Ejecutivo tenderá a complicarse en la medida que no se manejen con sigilo las ambiciones del motonauta.
En otro orden de cosas, quedó en evidencia que las nuevas fuerzas políticas no tienen otra gloria que no sea la efímera. De esa forma se explica la “derrota” del PRO que meses atrás supo arrasar la elección en la ciudad capital. Más allá de la conducta confusa o confundida de su líder, Mauricio Macri, el PRO vio como su electorado viró hacia la Coalición Cívica, posiblemente no por convicción, pero sí por entender que al ocupar un segundo lugar en las encuestas y percepciones generales, constituía una suerte de alternativa.
Ahora Elisa Carrió deberá entender que los votos cosechados en esta elección podrán no acompañarla en lo sucesivo, y lo mismo con las demás fuerzas. No se trata tanto de autocríticas que terminan siendo más slogan que exámenes a conciencia sino de realidades y de conocimiento de una Argentina socialmente compleja. Así como se pasan los políticos de unas filas a otras, lo mismo sucede con los ciudadanos aunque en este caso el traspaso de un lado a otro se da más por desilusión o desengaño que por intereses y efectividades conducentes.
Posiblemente, evaluar esta nueva hegemonía del matrimonio Kirchner no tenga demasiado sentido en tanto que sin mayoría en la Cámara Baja, igualmente ha gobernado por decreto y sin un seguimiento cabal del Congreso. Habiendo obtenido quórum propio en Diputados con más de 140 bancas y manteniendo la mayoría en el Senado (hay 44 senadores del kirchnerismo) , el camino para la futura Mandataria se verá fácilmente liberado. Probablemente, los obstáculos otra vez provengan del seno mismo del gobierno si se perpetúan los nombres y los métodos.
Si la actual Primera Dama asevera que su triunfo fue un reconocimiento a una gestión exitosa (en alusión a la de su marido), puede esperarse una continuidad sin eufemismos. Asimismo si sus prioridades son desempleo y pobreza, y las del pueblo son inflación y seguridad algo ya comienza complicado. Si las Relaciones Exteriores se miden exclusivamente por el caudal exportado tampoco va a funcionar la inserción en el mundo desarrollado. Hay declaraciones que no permiten vislumbrar la corrección de errores. La candidata electa sostuvo también que “no podemos ver conspiraciones por todos lados”, un consejo no dado a tiempo a su marido que debe esperarse no siga siendo parte de la metodología administrativa. A falta de un gobierno anterior para echar culpas de los problemas, las conspiraciones pueden ser una buena herramienta.
En síntesis, lo que cabe destacar es que las tres banderas del kirchnerismo ya no se izan en esta actualidad: ni la transversalidad, ni la nueva política, ni la transparencia serán los ejes de la gestión de Cristina. Una sola bandera se erige firme en este aspecto: la continuidad y sus métodos. Convencida la Primera Dama del éxito obtenido, no hay motivo para modificar aquello que dio resultado. De ese modo se explica que mientras la gente sigue especulando sobre porcentajes de votos válidos o no válidos, o se menosprecie el sufragio porteño, se diga que los precios han bajado en los supermercados. La mentira surtió efectos para el actual gobierno, ¿por qué desterrarla? Todo parece indicar que a los argentinos se les seguirá mintiendo.
Mientras todo esto sucede, se convierte en folletín de telenovela la trama de la masacre de los policías en La Plata, y el país regresa rápidamente a quedar preso de una maquinaria de comunicación capaz de vender lo poco como mucho hablando de “aplastantes triunfos” y empezar a mostrar la Dama a cuentagotas para que la ciudadanía sepa, de una vez por todas, quién continuará la obra que tantos aplauden como autómatas.
GABRIELA POUSA
(*) Analista Política. Lic. en Comunicación Social (Universidad del Salvador) Master en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE) Queda prohibida su reproducción total o parcial sin mención de la fuente.
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