TIMERMAN Y KRISTINA
Héctor Timerman, el hijo del mítico Jacobo, era un periodista normal hasta que Kirchner lo nombró cónsul en Nueva York (sobre los cambios de hábitos, Conrad Lorenz, el padre de la etología, decía que “la función hace al órgano”). Antes de ocupar esa función escribió varios años en la revista Noticias, llegando a reemplazar a James Neilson en su clásica doble página tres veces, cuando el célebre inglés se tomó sus únicas vacaciones en décadas.
En una de sus tantas columnas en Noticias, Timerman acusó de lacayo al secretario de Menem, Ramón Hernández, lo que le generó a Noticias, y también a Timerman, un juicio por injurias que recién acaba de finalizar. El juicio no fue una sorpresa, Editorial Perfil acumuló un récord mundial: soportó más de 30 juicios de Menem, su familia y sus funcionarios. Lo que sorprende es que Timerman, tras la conferencia de Cristina Kirchner en la Universidad de Nueva York el lunes pasado (ver página 8) haya acusado justamente a esta editorial de haber recibido dinero de Menem.
No pocas veces los pensamientos son hijos de los deseos, y qué bien le vendría a este gobierno que Editorial Perfil hubiera recibido dinero de Menem, pero fue todo lo contrario: sólo en tres de los treinta juicios (por sus hijos Carlos Nair y Zulemita, y su nieta Antonella Carla, la hija de Carlos Jr.) esta editorial tuvo que pagarle a Menem medio millón de dólares.
La acusación del cónsul Timerman no perseguía un móvil de revisionismo histórico, sino otro muy coyuntural: PERFIL critica a Kirchner porque “no le da plata” (sic) como sí hizo Menem. Que un funcionario que se maneja con la lógica degradada de la política no pueda entender que también existe el periodismo profesional, que no precisa ninguna motivación económica o enojo para ser crítico, es triste pero repetido. Pero alguien que fue periodista como Timerman antes de ser cónsul y que conoce quién es quién en los medios no lo entienda, hace reflexionar sobre el proceso de transformació n mental que produce la necesidad de saciar ciertos apetitos sin sentir culpa.
Paenza Vs. Timerman. El episodio del lunes pasado en la Universidad de Nueva York fue apenas el comienzo, y una señal, de una semana de conflictos entre el cónsul y la prensa. Antes de pasar al segundo capítulo, quiero aclarar que como se desprende del texto de la columna, de la página 8, el autor de la misma es uno de mis hijos, que casualmente es estudiante en la universidad donde disertó Cristina Kirchner, y para completar “las generales de la ley”, cabe aclarar que también es conocido por Héctor Timerman, ya que las dos hijas del cónsul compartieron primaria y secundaria con mis dos hijos varones.
Paso ahora al segundo capítulo. Al día siguiente de la Universidad de Nueva York, el Consulado había organizado una reunión entre Cristina Kirchner y un grupo de científicos argentinos radicados en Estados Unidos. A ningún periodista se le permitió ingresar al Consulado, excepto a la periodista de la agencia oficial Telam y a la empresa contratada por el Gobierno para transmitir los viajes de la Primera Dama y su marido. La empresa estaría vinculada al vocero presidencial Miguel Núñez (ver página 7) y se llama nada menos que “La Corte”: ¿no podrían esforzarse un poquito más?
Uno de los científicos y a la vez promotores del encuentro fue el también periodista Adrián Paenza, quien al día siguiente, al enterarse por Nelson Castro de que se había impedido el ingreso a los periodistas, dijo en varios medios: “Quien planificó dejar a los periodistas afuera es un bobo, pero es un bobo que debería pagar con su cargo. La decisión (de quien fuere) de no dejar ingresar a los periodistas que se quedaron en la puerta del Consulado no tolera un calificativo más suave. La estupidez pudo más. ¿Qué creían que habría de pasar adentro de ese recinto, que tenía que ser privado?”
Al día siguiente, Víctor Hugo Morales entrevistó al cónsul Timerman quien declaró: “Yo soy ese idiota del que habla Paenza. Lo ordené porque no quería que algunos de los científicos se sintieran incómodos”.
Pero mientras hacía esas declaraciones por radio, otro episodio venía a confirmar que no se trata de hechos aislados: durante el almuerzo del Consejo de las Américas en el hotel Waldorf Astoria, Cristina Kirchner contestó sólo las siguientes cuatro preguntas: ¿Cuáles son los factores de presión económica para el futuro? ¿Cuáles son las dificultades y tensiones del crecimiento? ¿Cuál será el rol de las mujeres empresarias en el Gobierno? Y ¿cuál es el nexo entre educación e inversión y microfinanzas?
Esto generó quejas de los analistas de Wall Street por “la filtración deliberada de las preguntas más incómodas” como inflación, Indec o crisis energética. “Fue una falta de respeto”, dijo Daniel Kerner, analista para el Cono Sur de Eurasia Group, la principal firma de análisis de riesgo político en el mundo (la del informe que fue el título principal de tapa de la edición de PERFIL del domingo pasado: “Argentina está entre los países de mayor riesgo político del mundo para invertir”).
Durante el viaje a Nueva York, ante cada evento de la candidata, los organizadores repetían la misma muletilla: “Prensa gráfica, no”. “Sólo camarógrafos y fotógrafos” (recordar aquella frase de Kirchner que decía que eran sus periodistas preferidos porque no hacían preguntas). Y “Sólo prensa oficial”.
Ayer Adrián Paenza me dijo: “No creo que Timerman tenga esa capacidad de decisión, creo que asume la responsabilidad por otros”. El citado artículo que escribió Timerman en Noticias estaba titulado “El valor del mucamo”. En él decía que “alcanzó la cima profesional” (el secretario de Menem) siendo amanuense”. Para la Real Academia, amanuense es quien “escribe lo que se le dicta”.
Epílogo. Antes de ayer, ADEPA dio a conocer su informe anual sobre la libertad de prensa. Dijo: “Los poderes públicos insisten en desconocer la función institucional de la prensa” y tienen “dificultades para comprender que la información pública es un derecho de la ciudadanía”.
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