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jueves, 4 de octubre de 2007

UN CIUDADANO Y LA REINA KRISTINA

Reflexiones de un ciudadano para la ''Reina Cristina''.


Estamos a pocos días de tomar la decisión más trascendente que un ciudadano puede tomar en una sociedad democrática: la de elegir al Presidente de la Nación, el Jefe de Estado, idealmente, un ejemplo de virtudes democráticas.
Como un ciudadano que respeta a la democracia y se respeta a sí mismo, quiero tomar una decisión meditada y serena.

Escribo estas líneas para entender lo que está en juego y no dejarme confundir por el fárrago de las discusiones pre-electorales.

La propaganda oficial y las encuestas dicen que Ud. ganará las elecciones en la primera vuelta. Por eso, me detendré a analizar los méritos de su candidatura.

Reconozcamos que el apelativo de "Reina Cristina" no le hace mucho favor porque a ningún político auténticamente democrático le puede agradar que lo asocien con una forma de gobierno superada históricamente.
Peor le puede caer que la llamen así por mostrarse altiva, majestuosa, autoritaria o distante de los problemas cotidianos del ciudadano común.

Los electores estamos confundidos. Ud. ha viajado por todo el mundo y nunca nos enteramos en qué carácter lo hacía: si como senadora, Primera Dama o candidata presidencial.

Convengamos que su negativa a dialogar con los hombres de la prensa nacional y su expresa exclusión de muchas actividades suyas en el exterior no ha contribuido a que ellos pudiesen aclararlo.
Debimos deducir, por lo tanto, que al entrevistarse con autoridades de Brasil, México, Alemania, Austria, Estados Unidos, Naciones Unidas y otros, Ud. quiso darles la impresión de que tratarían directamente con Ud. después del 10 de diciembre próximo.

Ud. perdonará mis escasos conocimientos de política pero me parece que Ud. puso el carro delante del caballo.
Me parece que todo el tiempo que dedicó a la política internacional, Ud. lo sustrajo de la campaña que --todavía en esta República-- deben hacer los candidatos a cargos electivos.

Yo sé que Ud. es una persona ejecutiva y no ve la hora de sentarse en el sillón de Rivadavia.
Permítame decirle que es muy antipático que un candidato tenga tiempo para codearse con autoridades extranjeras pero no tenga tiempo para hablarle a los ciudadanos comunes ni al periodismo nacional.

Yo sé que Ud. quiere reparar los errores del Presidente Kirchner, que también supo ganarse la imagen de un político autoritario, airado, discutidor, amenazante y vengativo. Pero lamentablemente Ud. nos ha desilusionado porque no la hemos visto como una influencia serena, un contrapeso pacificador.
Ud. se describió a sí misma como una émula de la "Evita del puño crispado" y lo último que necesitamos ahora es más crispación, en este país que ya se ha olvidado qué es un auténtico sistema democrático.

Sé que el Presidente Kirchner asumió la Presidencia con un 22% de los votos, que tuvo que sacar al país de la crisis horrenda del gobierno del Presidente De la Rúa.
Sé que tuvo que enfrentar problemas graves y urgentes como la deuda externa.
Por todo que hizo por la gobernabilidad y la estabilización del país le estamos agradecidos y sería de ingratos olvidarlo.

Pero si vamos a ser justos, no podemos olvidarnos de todo lo que hizo el Presidente Kirchner por llevar la autoridad presidencial --ya exagerada en nuestro sistema presidencialista-- hasta el paroxismo.
La constante manipulación de miembros del Poder Legislativo y Judicial, las medidas tomadas para acotar su poder, han convertido hoy la división de poderes en una ilusión tan evidente como la destrucción de la confiabilidad de los índices económicos oficiales.

Yo siento que Ud. desperdició la oportunidad histórica de ser el fiel de la balanza, una influencia equilibrante, serena, generosa.
Ud. tuvo el enorme privilegio de ser una política de fuste y Primera Dama.
Ud. tuvo acceso por mérito propio y por casamiento a la cúspide del poder.
Yo sé que es difícil tomar perspectiva cuando las circunstancias han hecho que Ud. estuviera tan envuelta en las más altas decisiones políticas, de un lado u otro.
Nos quedó la impresión que Ud. era el "alter ego" del Presidente en el Senado que no hizo más que ayudarlo a suprimir toda independencia del Poder Legislativo y Judicial.
Ud. es una persona de carácter y de un verbo afilado. Más de un político en el Senado tuvo que aguantar, al borde de las lágrimas, el látigo de su discurso rápido y preciso.
¡Cómo me hubiera gustado que Ud. se hubiera dignado decir una simple frase, de esas que Ud. utiliza para lastimar, para recordarle a los Fernández y a los otros desubicados de esta administración que no trabajan para la Corona ni les está permitido robar para ella!.
Su profundo silencio frente a los numerosos escándalos de corrupción del oficialismo me lleva a otra reflexión.
Ud. mejor que nadie sabe que le conviene diferenciarse del Presidente Kirchner.
Ud. sabe que la imagen del Presidente ha caído en picada por los actos de corrupción y la aniquilación de la confiabilidad del INDEC.
De hecho, su candidatura es el más patente reconocimiento por parte del Presidente que su nombre seguramente perdería estas elecciones.
Me resulta absolutamente incomprensible que Ud. sólo haya querido diferenciarse en materia de política exterior, la última de las preocupaciones del ciudadano ordinario.

Si Ud. es altiva, distante, autoritaria, no le importa publicitar sus actividades ni sus planes de gobierno y no se diferencia del Presidente Kirchner, ¿qué motivación tendría yo para votarla?
Por el contrario, Ud. sabe que cuando un régimen autoritario y con manifestaciones corruptas más permanece en el tiempo, más empeoran sus rasgos menos atractivos.
Por eso, sería un simple suicidio apoyarla para un ciudadano preocupado por la defensa de los valores democráticos.

Mi voto, al que atesoro como el bien más preciado que me da la democracia, lo reservo para aquel candidato que me convenza de que va a trabajar para consolidar las instituciones democráticas, que va a devolver al Poder Legislativo y Judicial su independencia, que reforme nuestro sistema democrático y lo libere de sus trucos y vicios, que fomente la recreación de partidos que expresen los más altos anhelos de la ciudadanía y los valores democráticos de ética, igualdad ante la ley, justicia y que no medren con la pobreza y la ignorancia de la gente.

Y si como muchos dicen, las elecciones están fraguadas y su triunfo es inevitable, no me sentiré un cómplice de este nuevo engaño y seguiré defendiendo ideales democráticos hasta que triunfen definitivamente.
Yo iré a votar con fe el 28 porque ya no estoy confundido.


(Fuente: comentario nro 2 del artículo ''La lección de los pobres'').

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