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domingo, 27 de julio de 2008

ARGENTINA DESHONRADA

La Argentina esta politicamente desestructurada y emocionalmente desorientada. Se impone un nuevo pacto que permita pensar el desarrollo.

Por Juan Archibaldo Lanus (*)

La Argentina ocupa el octavo lugar en el mundo por su extensión territorial. Todos los estados que nos preceden son grandes potencias. A 200 años de existencia no logramos nuestra convivencia política sobre sólidas bases constitucionales. Carecemos de objetivos estratégicos y, periódicamente, la sociedad está sacudida por crisis provocadas por el desacierto o imprevisión de gobernantes. A principios del siglo XX la Argentina tuvo un destino de gran potencia. Cómo aquel país, al que Leopoldo Lugones cantó su apogeo en el "Romance del Río Seco", perdió ocho posiciones en su rango internacional desde l980.

Por qué la "discordia social", ese "elemento morboso" al que se refiere Joaquín V. González, aflora, repitiendo los fantasmas del pasado, con el símbolo de la lucha por la "caja" de la Aduana. Miramos de reojo los verdaderos desafíos que enfrenta la Argentina de hoy, transformando en "chivo expiatorio" de frustraciones nacionales al sector productivo más dinámico y mejor adaptado a la competitividad mundial. Enfrentamos dos circunstancias dramáticas: la discordia interior y el declive internacional.

Cinco son los desafíos mayores. El primero es la postergada deuda social. Más del 30% de la población es pobre, 40% no tiene cobertura médica y un tercio de los salarios son en negro. Somos el único país del mundo donde los jubilados financian al Estado. El segundo desafío es la calidad institucional, cuya arquitectura está desquiciada. Se debe restablecer la vigencia de la Constitución y renunciar al "fraude electoral". El Estado debe dejar de ser el "botín de guerra" de la política al servicio del clientelismo de turno. Es inútil el intervencionismo económico que nos separa del mundo, frena la producción y manipula el ingreso favoreciendo a grupos concentrados de un capitalismo de amigos. Hay que rever el modelo de gestión y distribución de los recursos públicos y los métodos para decidir las inversiones del Estado. El cuarto desafío es recuperar prestigio, credibilidad e iniciativa internacional. La política exterior debe responder a intereses estratégicos, a largo plazo y no a los intereses coyunturales.Debe reemplazarse la diplomacia de amigos por una diplomacia profesional.

Para celebrar el Bicentenario en paz y concordia nacional, deberíamos acordar un Pacto de la Verdad para erradicar la corrupción, respetar la transparencia y restablecer la fe pública en los actos del Estado. Un pacto ético y moral. Debemos apelar a la unión nacional y no al espíritu de las facciones para pensar un proyecto de desarrollo adaptado al mundo. La Argentina está políticamente desestructurada y emocionalmente desorientada. Hay una Argentina que espera. Llegó el tiempo de ver lo que somos y de concebir lo que podríamos ser.

(*) Diplomático e historiador

Fuente Clarin

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