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sábado, 5 de julio de 2008

DE MENTIRAS Y CACEROLAS

DE MENTIRAS Y CACEROLAS

Triste espectáculo ver el despliegue policial con carros hidrantes y gran cantidad de efectivos para impedir el paso de treinta gauchos a caballo que pretendían llegar hasta el Congreso.

Mientras tanto los delincuentes de parabienes al ver como estas acciones despilfarran la seguridad y les dejan las calles debilitadas para poder cometer con facilidad sus fechorías.

Si en vez de vestir las pilchas de nuestros paisanos hubiesen llevado los pañuelos piqueteros copia de sus amigos terroristas árabes, armados con palos y tumberas, seguro que hubiesen podido llegar a destino sin ser molestados.

Cualquiera ha visto avanzar las turbas oficialistas destrozando y golpeando gente cuando son llamadas por Kirchner para impedir que se manifiesten los ciudadanos que piensan distinto a él.

Impedidos de manifestarse libremente tal cual lo dispone nuestra Constitución, los hombres del campo regresaron de manera pacífica después de haber sido inmovilizados casi seis horas por la orden del gobierno.

Pero recibieron en forma espontánea el apoyo de las cacerolas, que no parecían de teflón sino de acero y aluminio gastado por las comidas diarias y magras de la gente trabajadora.

Claro que el cantautor parece estar contagiado de los kirchneristas ciegos y sordos, pues sólo escucha y ve lo que le conviene a su bolsillo, no recuerdo ningún tema suyo repudiando las bombas terroristas o pidiendo que dejaran de matar a inocentes civiles.

Su alegre canción masturbadora, aquella de "cuantas minas que tengo, cuantas manos que tengo", parece haberse completado con su nuevo tema y tener la misma raíz inspiradora.

Siguiendo con el tema de nuestros gauchos vemos que también podrían haber usado boinas rojas y banderas de ese mismo color en vez de la celeste y blanca, con eso hubieran asegurado su llegada a destino.

Este episodio lamentable muestra sin lugar a dudas la hipocresía de quienes se dicen defensores de derechos humanos, que llaman "golpistas" a quienes protestan porque los quieren robar, porque por más palabras que se busquen no hay otra forma de llamar a estas retenciones inconstitucionales.

Aunque la "presidenta" enojada nos amoneste, o suplique con crispación disimulada, o después de cien días de paro explique que la intención era hacer maravillosas obras públicas, sigue siendo un robo.

Ví que en alguna carpa K vip, un letrero parafraseaba " la leche derramada no será perdonada" lo que me llevó a pensar en rima "pero sí negociada".

Si las abuelas y madres de plaza de Mayo negociaron la sangre, con mayor facilidad el noble producto vacuno.

Hablando de estas mujeres que como la Bonafini insulta al vicepresidente de la Nación clamando tomar medios de comunicación o como la Carlotto que ocultando sus verdaderas intenciones pretende ser premio Nobel de la Paz, recuerdo que hace muchos años decían no saber en que andaban sus hijos y nietos echándole las culpas a las malas compañías, con el tiempo fueron admitiendo la cruda verdad "sí sabían" y hasta los alentaban en sus locuras sangrientas, esta cambiante postura las muestran tal cual son, siempre mintiendo y escondiendo hasta el punto de tener hijos resucitados y nietos que nunca nacieron.

Vivimos en el país más milagroso del mundo.

Un ex-presidente que todavía sigue ejerciendo la función, que desconoce denostando a Menem mientras corren videos que lo muestran deshaciéndose en alabanzas hacia el mismo.

Pero no debemos olvidar al gobernador del Chaco Jorge Capitanich que hace un par de años presentó un proyecto para eliminar las retenciones y hoy sin vergüenza alguna dice todo lo contrario.

Triste Argentina que sin Dios se arrastra y sin Justicia se hunde.

Llegará un tiempo en que el pueblo saldrá a la calle no por un detonante económico sino porque quiere vivir en una democracia plena, sin falsos salvadores de inventados infiernos y con un presidente que sin enojos ni retos se dirigirá a los habitantes con voz pausada, con seriedad, dando cuentas de sus actos de gobierno.

Los argentinos estamos despertando, si es necesario el ruido de las cacerolas para no dormirnos, ¡bienvenidas sean!

Dario de Santa Fe

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