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domingo, 26 de junio de 2011

BRUTAL




La selección electoral que hizo el kirchnerismo refleja el tiempo que vendrá. Culto a la obediencia.

Por Nelson Castro


Amado ganador. Ministro Boudou.

Y finalmente la Presidenta develó las incógnitas. Una que nunca fue tal: su candidatura a la reelección; la otra, la de su compañero de fórmula. En un ambiente que pareció ser el más propio del concurso de pronósticos deportivos de los campeonatos de la Asociación del Fútbol Argentino, el “elegido” fue Amado Boudou. Quedaron así atrás las penas del ministro cuyo ánimo había sido afectado cuando Cristina Fernández de Kirchner le denegó la candidatura a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Al explicar las razones de su decisión, la jefa de Estado alabó, no sólo la capacidad de cambio que demostró Boudou, que pasó de ser un militante de la agrupación universitaria de la Ucedé a un fervoroso defensor de las bondades del así llamado “modelo” kirchnerista, sino también su condición de hombre “sin miedos”. Como todo converso, lo que más ha distinguido al hasta ahora ministro es la sobreactuación.

En lo que fue el ditirambo de los precandidatos a jefe de Gobierno de la Ciudad, Boudou había tenido el apoyo de Hugo Moyano y de Hebe de Bonafini; en cambio, el peronismo porteño mostró una férrea oposición a su postulación.

El ministro es una de las poquísimas personas con acceso directo a la Presidenta, hecho del que se suele jactar sin mayores reservas.

Tanto en el anuncio de su candidatura como en el de su compañero de fórmula, Fernández de Kirchner ha dejado varias pistas relacionadas con su próxima presidencia, en caso, obviamente, de ganar:

◆ La prescindencia de las estructuras partidarias del justicialismo.
◆ El hermetismo con el que adopta sus decisiones.
◆ El egocentrismo.
◆ Su escasa disposición para el diálogo con propios y ajenos.
◆ Su obsesión con los medios.

En este punto, vale la pena detenerse un momento. Hay quienes sostienen que tras el fallecimiento de Néstor Kirchner, la postura confrontativa del Gobierno se ha atenuado. Los dichos de la Presidenta en el acto del martes pasado contradicen esa suposición. Cuando expresó su disgusto porque los medios no son igual de críticos con la oposición como con el Gobierno faltó a la verdad. Las evidencias pueden ser fácilmente constatadas en los archivos de cualquier diario, radio o canal. En cuanto a la información de sus problemas de salud –aburren con eso, dijo– la jefa de Estado estuvo en lo cierto en que la reiteración de una información genera aburrimiento; lo que no dijo, en cambio, es que esas informaciones han sido el reflejo de una realidad que se ha repetido –sus cuadros de hipotensión crónica que la obligaron a suspender sus labores diarias y a cancelar importantes viajes al exterior– y que ha preocupado no sólo a su entorno político, sino también a sus hijos.

De los anuncios surge con claridad, además, que la Presidenta ha optado por dejar afuera a referentes históricos del peronismo. Allí está, entre ellos, el senador José Pampuro, a quien ni siquiera llamaron para avisarle sobre su destino. La presencia de numerosos integrantes de La Cámpora en la lista de legisladores habla del nuevo tiempo que se avecina. Despunta allí, también, un nuevo Gabinete si Fernández de Kirchner es reelecta. Al margen de Boudou, ya no estarán ni el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, ni el ministro de Agricultura, Julián Domínguez. La lista puede agrandarse. Algunas de esas vacantes serán ocupadas también por militantes de La Cámpora.

Lo que Cristina Fernández de Kirchner hizo con Daniel Scioli ha sido no sólo la confirmación, sino también la exhibición brutal, una vez más, de la humillación permanente a la que el kirchnerismo gusta someterlo. No importa cuántas sean las muestras de genuflexión expuestas por el gobernador de la provincia de Buenos Aires, desde la Babel de Olivos siempre se lo obliga a más. ¿Le harán falta nuevas humillaciones para darse cuenta de la poca consideración que hacia él tienen la Presidenta y el kirchnerismo?

Con la imposición de Gabriel Mariotto –hombre sin mayor peso político dentro del peronismo bonaerense– como compañero de fórmula de Scioli, la doctora Fernández de Kirchner ha perseguido tres objetivos esenciales: el primero ya concretado, el de humillarlo.

El segundo, el de colocar en la cima del poder provincial a un comisario político que controle los movimientos del gobernador. Las trabas que ello puede llegar a generar en la gestión son innumerables. Mariotto responderá a la Presidenta y no a Scioli. El poder de Mariotto emana de la Presidenta y no de Scioli.

El tercero, el de poner una cuña en la relación de Scioli con el Grupo Clarín. En este punto, las diferencias del gobernador con el Gobierno eran y son más que evidentes.

Con las designaciones de Boudou y Mariotto, la Presidenta ha dejado expuesta su predilección absoluta por los obedientes por sobre aquellos que pudieran tener una visión más crítica tanto del kirchnerismo como así también del derrotero de su gestión de gobierno.

En la mañana del sábado, con voz de hombre destruido, el gobernador llamó a un referente de la génesis del kirchnerismo alejado ya del Gobierno. El diálogo que sigue es el mejor colofón para ilustrar lo que le pasa a un hombre, Daniel Scioli, que tal vez no haya comprendido que en el fondo de esta decisión lo que se busca limitar no es sólo su próxima gestión, sino también su carrera política.

Scioli: —¿Qué puedo hacer ante esto?
I: — Andá a Olivos y decile a la Presidenta que vos querés designar a tu vice.
Scioli: —No puedo hacer eso.
I: —Entonces andá a Olivos y llevale a la Presidenta una terna de candidatos para que ella elija.
Scioli: —Eso tampoco puedo hacerlo.
I: —Entonces reuní a tu Gabinete y fijate cómo podés hacer para que los
medios no te hagan quedar como un pe…

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