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martes, 12 de octubre de 2010

ENTRONIZACIÓN DEL GROTESCO




Por Gabriela Pousa (*)



“(…) parecen los empleados que limpiaban las cámaras de gas durante el nazismo”.

Amado Boudou

“(…) los miembros de la Corte son todos turros”

Hebe de Bonafini

En la Argentina de los últimos tiempos, hay profesiones ciertamente insalubles. Así como acunar la profesión docente se ha vuelto un “deporte” de alto riesgo por el ocaso de la autoridad, o lo que es peor aún por el trastocamiento de la misma, sucede algo parecido con el periodismo y el análisis político. Cooperan a todo ello, los desvirtuados y mal entendidos “derechos del niño” y “derechos humanos” que atañen a un reducido grupo social bendecido por la dupla presidencial.



En cuanto al estudio de lo que acontece en terreno gubernamental, todo argumento racional se vacía de contenido porque el relato oficial no coincide con lo vivido, y hasta pareciera que la psiquiatría debiera primar a la hora de evaluar qué está sucediendo en realidad.



La carencia de políticas de Estado concretas y el nivel de la dirigencia nos deja librados a interpretaciones casi intuitivas en una tarea de Sísifos, buscando el nudo del ovillo como si fuéramos Ariadna en un laberinto donde el minotauro aguarda. Teseo, en este caso, ocuparía el rol de la razón; poco probable de hallar cuando no hay vestigios siquiera de algo razonable en lo que se dice y se hace.



La política se redujo a una suerte de competencia absurda donde gana quién dice o esboza la barbaridad más calamitosa. No hay reglas ni límites: se puede atacar gratuitamente a las personas del mismo modo como se denosta al sistema, a la democracia que ya es quimera, o a la mismísima investidura presidencial: binomio cuya definición nadie se atreve a dar.



“El hábito no hace al monje” hasta que el monje se despoja no sólo de sus ropas sino, principalmente, de la dignidad. En este punto de no retorno, el respeto cae en saco roto, y la verborragia excede aquello que comúnmente podría considerarse un simple desliz o incluso una “pavada” más…



El nivel de agresividad ha ido creciendo proporcionalmente a la destrucción de la institucionalidad y de la lógica. La gobernabilidad devino en eufemismo, y todo queda reducido a la entronación del grotesco como exaltación del ego.



“Si me excedo en lo que digo, seré reconocido”, parece ser la máxima del funcionario actual. Si encima el escenario elegido para el epiteto agresivo adquiere dimensión internacional, mayor puede resultar la onda expansiva. Y el pedido o la orden de rectificar llega siempre tarde porque en el trayecto ha quedado una parva de heridos, empezando por la Argentina en su totalidad.



Toda esa mala “fama” que arrastramos desde antaño -justificada o no-, queda ratificada en ese instante de desparpajo verbal. De ahí a la portada de los diarios, el camino es el de un rayo. Y acá ya no se trata de distinguirse por la coherencia y la eficacia en la tarea, por el resultado logrado o por el bien realizado sino sobresalir al costo que sea, incluso por la bajeza.



Es mucho más fácil ser conocido por un romance inventado, ‘farandulezco’, bien promocionado o por un “exabrupto” perfectamente premeditado que acceder al conocimiento de las masas por la eficiencia en en la gestión, o por la eficiencia en el papel encomendado.



En el tramo final de una era que pasará a la historia más como insólita y siniestra que como otra cosa, la competencia se ha tornado descarnada a niveles impensados. Hasta la mismísima Presidente ha tomado carrera, y concursa a través de toda herramienta que encuentra.



El afamado “Twitter”, que pudo haber sido un medio informativo rápido y preciso, se ha transformado en esta geografía y para la jefe de Estado, en un manual de groserías y absurdos que se transmiten a todo el mundo. Porque, para la concepción presidencial, “mundo” se reduce a una breve comunidad de acomodados o privilegiados con acceso a esa red social. El resto que se “informe” a través de Jorge Rial o espere el turno del electrodoméstico que sin duda ha de llegar para Navidad, del mismo modo como lo harán los “premios” o “regalos” que se vayan sumando hasta la magna fecha electoral.



La muñeca peronista, la pelota de Evita que llegaba a la villa a modo de caridad queda deslucida frente al desparpajo del clientelismo sin tapujos ni disimulo que prepara la obsecuencia oficial para apurar los calendarios con una mínima dosis de esperanza aunque a esta altura sea inútil y vana.



Lo paradójico de este sistema publicitario, de esta metodología promocional de candidatos autoproclamados pasa por sacar lo peor de lo malo que ya hay. Así es como Hebe Bonafini se convierte en la vocero más representativa y espectacular que puede tener el kirchnerismo destronando a Luis D’Elía y a cualquier otro que, en algún momento, haya logrado ser exégeta del matrimonio presidencial.



De pronto, le jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, termina convertido en un personaje ramplón frente a otros obsecuentes que hacen del cronómetro hacia el abandono del chofer o la salida del despacho cómodo, una obsesión tal que los lleva a esmerarse en demasía por ganarle la partida en la defensa de lo indefendible y en la procacidad.



En este trance de vulgaridades y atrofia de la racionalidad nos hallamos sumidos todos los argentinos a la espera de un sesgo de sentido común que nos otorgue un soplo de aire cristalino.



El poder del hacer y deshacer del kirchnerismo mengua a pasos agigantados, pero no así el poder de daño que hasta el último día, es preferible admitir que sigue y seguirá intacto. Un manotazo de ahogado suele ser más fatal para quienes estan rodeando que para el mismísimo náufrago.



Es cierto que las palabras vuelan, se alivianan, pero esta visto que la “meteorología” está queriendo que un ciclón provoque un giro, y cambien de una buena vez los vientos.



De ahí en más, el mentado efecto boomerang hará el resto...

(*) Lic. GABRIELA R. POUSA - Licenciada en Comunicación Social (Universidad del Salvador), Master en Economía y Ciencia Política (Eseade), es autora del libro “La Opinión Pública: un Nuevo factor de Poder”. Se desempeña como analista de coyuntura independiente, no pertenece a ningún partido ni milita en movimiento político alguno. Crónica y Análisis publica esta nota por gentileza de su autora y de "Perspectivas Políticas". Queda prohibida su reproducción sin mención de la fuente.

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