LA DIETA DEL SAMURAI
Por Susana Merlo (*)
Arroz con pollo. En las tierras donde las vacas eran el producto más emblemático y que, junto con el fútbol, y en menor medida el tango, constituían la terna de embajadores más reconocidos en el mundo, ahora la dieta local obligada pasa a ser el pollo y, como tampoco hay mucho trigo que digamos, entonces queda el arroz.
Casi nipones a la hora de comer… Kirchner lo hizo, diría alguno.
Pero estos días, con delegaciones de más de 30 países en la Argentina, reunidos justamente para tratar el tema del mercado mundial de carnes, las presentaciones de Chile, Uruguay, y más especialmente de Brasil, entre otros varios, dejaron a la Argentina más descolocada que nunca a la hora de explicar porque el stock y la producción del país con más potencial y expectativas de crecimiento en el mundo, contrariamente a lo esperado, y a lo que viene ocurriendo en los principales países de la región y otros competidores internacionales, decrece y hasta obliga a sus consumidores internos a optar por otros alimentos, o volverse vegetarianos, al no poder siquiera abastecer la demanda interna.
Extraña paradoja, incomprensible para los extranjeros, especialmente para aquellos con limitantes productivas por clima o terreno y que, aún así, se consolidaron en los últimos años de la mano de una demanda mundial que no deja de traccionar.
Los países en Desarrollo (PED) sorprendieron y, mientras las regiones más poderosas se convulsionaban y más de una caía, los “emergentes” siguieron creciendo a ritmos sorprendentes. Asia, más concretamente China, y la India lideran hoy, pero también la mayoría de las economías de Latinoamérica, como Perú, mostraron sus posibilidades al resto del mundo, sorteando con éxito la convulsión financiera de los “desarrollados”.
Y, ¿Qué sucede cuando un país comparativamente pobre comienza a crecer?. Pues bien, cuando una economía chica empieza a agrandarse y los pobladores de ese país van aumentando sus ingresos, antes de comprarse un auto, un Ipad, o un Blackberry, tienen la “fantástica” idea de mejorar su nivel de alimentación. Van dejando el arroz, los hidratos, e incorporan cantidades crecientes de proteínas, especialmente, de origen animal. Más leche, más huevos y, sobre todo, más carne, la reina de los alimentos, aunque a los vegetarianos no les guste.
Es que “la carne”, en especial la vacuna es, además, sinónimo de mayor poder adquisitivo para los pueblos pobres, y la principal carencia a suplir ni bien sus economías comienzan a despegar un poquito.
No extraña, entonces, que los chinos que comían una media de 1,5 kilos por habitante y por año, quieran ahora comer algo más. El tema es que ellos rondan los 1.500 millones. En India superan los 600 millones, y entonces, “algo más”, en esos casos, pasan a ser cantidades imposibles casi de cubrir, sobre todo cuando uno de los principales “players”, o abastecedores: la Argentina, deja de ofrecer. Por eso, el mercado mundial se consolida, los precios suben y, como la economía de esas regiones demandantes continúa expandiéndose, aceptan los mayores precios.
Pero Argentina no tiene para ofrecer, ni siquiera para los propios.
En 4 años perdió más de 10 millones de cabezas, mientras los vecinos de alrededor no sólo aumentaban su stock, sino que mejoraban la calidad de sus rodeos, y hasta se daban el lujo de comprar empresas de la cadena de la carne en otras partes del mundo, incluida la Argentina….
¿Cómo explicarle esto a un estadounidense?, ¿o a un inglés que venía a Buenos Aires a que le “enseñen” como recuperar sus tradicionales Aberdeen Angus, ya que aquí estaba la mayor reserva de esa raza?.
El Congreso Mundial de la Carne pasó. Los funcionarios locales arengaron, con su habitual voluntarismo, sobre las “bondades” de la ganadería local y su “pronta recuperación”, como si fuera factible que tal cosa sucediera sin que mediara un profundo cambio en las políticas oficiales que, vía intervenciones de casi todos los tipos, lo único que lograron en 7 años, fue que los ganaderos perdieran totalmente la confianza y que, aún ahora, con precios extraordinarios sobre todo en el mercado local, se resistan a invertir pues no saben con que nuevos cambios políticos puede sorprender alguno de los funcionarios de turno.
Pero tampoco los industriales apuestan a este promisorio escenario.
Los que pueden, venden sus fábricas “de carne” a brasileños y ahora también a uruguayos. Los que están peor se achican, y varios cierran o quiebran…
Los consumidores bajaron más de 20 kilos la ingesta de este producto.
Difícil de creer el argumento de un funcionario académico de este sector (y de este Gobierno), que todo esto pasó “sólo” por la seca de hace 2 años y porque los productores no invierten en tecnología. En todo caso, habría que preguntarse ¿Qué hice yo (en realidad, él) para que este esquema no se revierta?.
O es que son todos tontos y no quieren ganar dinero?...
(*) Crónica y Análisis publica el presente artículo de la Ingeniera Agrónoma Susana Merlo por gentileza de su autora y Campo 2.0.
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