LEALTAD
Por el Lic. Claudio Valdes (*)
El pueblo trabajador argentino brindó dos auténticas expresiones de espontánea disposición política durante el pasado siglo XX: la de su arrojado apoyo al coronel Juan Domingo Perón que alcanzó características de epopeya aquel 17 de octubre de 1945 y la del emocionado duelo el día 1 de julio de 1974, cuando falleció su venerado “conductor”.
Así nació el Movimiento Nacional Peronista que registrado como Partido Justicialista para la disputa electoral, fue en vida de su fundador motor de superadoras decisiones de justicia social.
Cierto es que ni Perón ni el peronismo existen hoy, pero también es cierto que desde la muerte de aquel líder ningún partido político ha podido aventajar, ni tan siquiera mantener, las realizaciones logradas a favor de la nación y del pueblo durante sus tres períodos presidenciales. No obstante todas las parcialidades políticas pretenden ser continuadoras de las conquistas sociales de Perón en su intento por dar respuesta a las demandas populares insatisfechas.
La talla de estadista, hábil político y prudente profesional de “el General” quedó plasmada tanto en sus triunfos cívicos como en la adversidad. Siempre resultó acertado intérprete de las necesidades, aspiraciones y temores de las grandes mayorías.
Cuando se le pidió que nombrara a “su heredero político” contestó reiteradamente “mi heredero es el pueblo”, transfiriendo así esa responsabilidad a la ciudadanía para que continúe siendo artífice del propio destino. El pueblo trabajador siempre lo entendió y quienes lo malinterpretan, tergiversan o ignoran son únicamente los pervertidos dirigentes de la hora, los rencorosos adversarios del pasado y los hombres de mala voluntad. Su tercera posición nunca dejó lugar a dudas: “ni yanquis, ni marxistas”.
El pueblo humilde de buena voluntad, volvió a expresar su lealtad aquel día del fallecimiento del hombre, del dirigente, del militar, del compatriota argentino que había sido reconocido honoríficamente como “el primer trabajador”: los llantos, congojas y lamentos presagiaban la orfandad política en que se sumergían grandes sectores de nuestra sociedad. “El pueblo no suele equivocarse”, decía Juan Perón, y tuvo razón una vez más.
El pueblo trabajador de los tiempos fundacionales sintió que su lealtad hacia “el conductor” era el modo de aportar al “bien común”. Hoy grupúsculos de gobernantes y facciosos gobernados buscan inmediatos beneficios sectarios, cuando no solamente personales; y en esto radica la diferencia con la integridad popular de 1945: lealtad a un dirigente que, posiblemente exagerando la democracia de la época, entendía al pueblo como sujeto y objeto de la “voluntad republicana”.
Rememorando el 17 de octubre de 1945 importa valorar que el pueblo, de modo masivo, supo en aquel tiempo elegir lo que sería un mejor destino. El tiempo pasó, aquel pueblo también y el destino aún es nuestra responsabilidad.
A diferencia de nuestros días; ¡aquel pueblo leal siempre sintió que contaba con un representante!.
(*) Crónica y Análisis publica el presente artículo del Lic. Claudio por gentileza de su autor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario