ANTI- TRAICIÓN
ANTE LOS PREPARATIVOS DE LOS GOBERNADORES K PARA ABANDONAR EL BARCO
El plan anti-traición de Kirchner
Por Carlos Tórtora
A punto de conservar el control de la Cámara de Diputados y de lograr mañana en tiempo record la sanción de la Reforma Política, la actual obsesión de Néstor Kirchner no son sus opositores sino la dirigencia oficialista. El núcleo duro de Olivos está convencido de que la mayor parte de los gobernadores justicialistas quieren ser reelectos y trabajan en una estrategia de dos tiempos: de acá a fines del 2010 se mostrarían disciplinados a Olivos para evitar caer en desgracia y sufrir el castigo del corte de los fondos o algo todavía peor. Pero a partir de esa fecha Jorge Capitanich (Chaco), Sergio Uribarri (Entre Ríos), José Luis Gioja (San Juan), Juan Manuel Urtubey (Salta), Gildo Insfrán (Formosa) y Mauricio Closs (Misiones) -entre otros- empezarían a acelerar los preparativos para desacoplar las fechas de las elecciones provinciales de las nacionales. Los síntomas son inequívocos. Ninguna provincia -con la excepción de Buenos Aires- puso en marcha una reforma política similar a la nacional. Y Buenos Aires lo hizo dejando abierta la puerta para el desacople a través de una cláusula que establece que las internas abiertas provinciales se realizarán entre 90 y 180 días antes de la elección general, lo que puede no coincidir con la última semana de agosto del 2010, que será la fecha de las internas abiertas nacionales.
Los gobernadores K leen las encuestas como cualquiera y creen que celebrar las internas abiertas y las elecciones provinciales en las mismas fechas que las nacionales les significará probablemente competir con el salvavidas de plomo de la candidatura presidencial de Néstor Kirchner a cuestas. Este, con tal de intentar llegar al ballotage, no dudaría en arrastrar al desastre a sus gobernadores, que podrían perder sus provincias ante la fuga de votos que se produciría por unir sus listas a las del ex presidente. En cambio, mediante del desenganche de las fechas, los gobernadores pelearían sus reelecciones sin la incómoda presencia de Kirchner, pero éste quedaría sin más acompañamiento que las listas de senadores y diputados nacionales, cuando todos saben que los aparatos políticos provinciales se movilizan a fondo sólo para disputar los cargos locales.
Hoy, la casi totalidad de los gobernadores K hablan a escondidas -o a través de emisarios- con Eduardo Duhalde. En estas charlas suele quedar flotando la idea de que, tarde o temprano, aquéllos tendrán que dar el salto para evitar que los escombros del kirchnerismo los sepulten. Después de todo, como enseñaba Talleyrand, la traición es apenas una cuestión de fechas.
Por el efecto sorpresa
Kirchner estaría madurando entonces ahora un “plan antitraición” para quemar las naves y dejar a sus gobernadores sin otra chance que apoyarlo, unificando las elecciones provinciales con las nacionales. La operación se iniciaría con una jugada sorpresa. Por ejemplo, a fines del años que viene, el gobierno podría plantear que la grave situación del país -en este punto no mentiría- haría necesario adelantar las elecciones presidenciales para mayo o junio del 2011. Una maniobra calcada de la realizada en marzo de este año, cuando -sin aviso previo- CFK anunció que las elecciones legislativas serían el 28 de junio y no a fines de octubre, evitando de ese modo que la creciente caída de la economía impactara más todavía en el humor del electorado. Fue un plan exitoso a medias, porque aun así Francisco de Narváez se las arregló para derrotar a Kirchner. Pero nadie duda de que cuatro meses más tarde esos dos puntos de diferencia podrían haber sido 10.
El futuro adelantamiento sorpresa no estaría dirigido ahora al electorado sino a los dueños de las estructuras territoriales. Con menos de seis meses por delante para la elección general, los gobernadores ya no tendrían tiempo material para desacoplar los calendarios electorales provinciales. Sólo les quedaría intentar trasladar las elecciones locales para inmediatamente después de la general. Pero entonces la ola de la derrota de Kirchner los golpearía de lleno, llevándolos también a la derrota.
La última palabra es de la UCR
El plan anti-traición es un corralito electoral que, si avanza, depende de un mínimo acuerdo entre el kirchnerismo y al cúpula de la UCR. El adelantamiento de la fecha de elecciones necesitará de una ley y aparte habrá que modificar la fecha de internas abiertas que también está a punto de sancionarse por ley. Sin los votos radicales, es impensable que semejante ley pase por ninguna de las dos cámaras, sobre todo porque el PJ disidente haría lo posible para impedirla. Pero en Olivos hay confianza en que la UCR aceptaría convalidar el adelantamiento por una sola razón. Si Julio Cobos consigue mantenerse a flote en las encuestas -tarea no fácil- dentro de un año sería el candidato más cercano a la Casa Rosada, sobre todo si Carlos Reutemann no acepta el desafío y ante la devaluación, precipitada por el gobierno, de Mauricio Macri. Adelantar las elecciones en ese contexto sería entregarle el gobierno en bandeja a Cobos. Kirchner aceptaría entonces que su esposa le coloque la banda al vicepresidente que repudió, porque su único objetivo es llegar a la segunda vuelta gracias a la capacidad de recaudar votos de la sigla PJ. Quedando segundo, todavía confía en que se plantará como líder de la oposición para negociar la no investigación de su reinado. Y, con un peronismo probablemente fracturado, se ilusiona hasta con retener el control partidario.
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