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lunes, 21 de diciembre de 2009

HURACANES


Huracanes



"¿Quién habló de echar un yugo

"sobre el cuello de esta raza?

"¿Quién ha puesto al huracán

"jamás ni yugos ni trabas,

"ni quien al rayo detuvo

"prisionero en una jaula?"

Miguel Hernández



Una nueva frutilla ha venido a coronar el efímero postre del que disfrutarán los Kirchner en esta Navidad que se aproxima: el apolíneo, aunque mínimo, Juez Oyarbide acaba de sobreseerlos en la causa en la que investigaba el enriquecimiento ilícito de la pareja imperial.



El efebo que concurre a las procesiones vestido de etiqueta y manifiesta su voluntad de permanecer en el anonimato, el atildado juez que, diariamente y desde la puerta de su casa, vomita su indecente discurso sobre las causas que lleva,, el mismo que fue vinculado al prostíbulo masculino Spartacus, aquél a quien tantas veces sacara las papas del fuego el poder de turno, acaba de pagar su libra de carne a un imperio en franca decadencia.



Recuerdo, como seguramente harán muchos, su nombre incluido por Cavallo en la servilleta de Corach, como recipendario de sobres non sanctos, los mismos que aquéllos por los cuales María Julia fue procesada.



La última esperanza en la resurrección de la carne judicial de este personaje se ha perdido.



Porque la impudicia, y la sensación de impunidad, que llevó a los Kirchner a confeccionar las declaraciones juradas cuestionadas en su Juzgado ya son pasto de las más variadas historias y predicciones en la ciudadanía.



Y esos rumores e intercambios de informaciones sobre la relación entre don Néstor, el Consejo de la Magistratura, la AFIP y el contador imperial están produciendo -aún incipientemente- vientos que el futuro convertirá en huracanes, que barrerán hacia la cárcel a todos ellos.



El avasallamiento de todas -y ya escasas- las instituciones republicanas que quedan en pie que se ha producido en estos días, con el flagrante y público desacato de don Aníbal, con la retroactividad impuesta por don Guillermo Moreno a sus resoluciones, con el desconocimiento de la Cámara de Senadores por parte de don Agustín Rossi en la composición del organismo de control de los medios, exige que la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que ha dado muestras ya de su independencia, tome cartas en este verdadero golpe de estado que el kirchnerismo ha iniciado.



Con el Congreso en receso, sólo le queda a la República el refugio en el regazo de sus jueces, y éstos deberán ser quienes pongan, ya mismo, coto a la vocación tiránica del hombrecito de Olivos y su corte de bandidos y ladrones.



¡Señores jueces: el país entero los está mirando y rogándoles que asuman su rol constitucional de intérpretes de la ley y custodios de los derechos de los ciudadanos!



Sepan, señores, que cuando asuman el papel que la Carta Magna les impone, salvarán a la República de su destrucción total, y toda la ciudadanía estará en el Palacio de Justicia para defenderlos.



Pero sepan también, señores, que si no lo hicieran, la Historia -con mayúscula- les adjudicará una enorme responsabilidad en el caos que se producirá, sin duda alguna, cuando un Kirchner derrotado decida pelear hasta las últimas consecuencias e incendie el país a su paso.



Quiera Dios, nuestro Señor, cuyo renovado Nacimiento los católicos esperamos el viernes, iluminar mientras tanto a la Cámara Federal y le impida confirmar el dislate del pequeño Juez.


Enrique Guillermo Avogadro

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