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lunes, 8 de septiembre de 2008

EL FRAKASO DE KRETINA

En el inicio de Cristina Presidenta

La revolución kirchnerista ha fracasado, pero la reacción antikirchnerista no ha triunfado. Por lo cual, lo más posible es que jamás haya existido tal revolución ni tal reacción, es la hipótesis del autor. POR CARLOS SALVADOR LA ROSA | 07/09/2008 | 18:13 MENDOZA (Los Andes). Néstor Kirchner dedicó su presidencia a acumular todo el poder político y económico que pudo, con una clara meta: ganar -cuando llegara- la batalla final contra el poder "real". Ese que según él seguía gobernando tras el trono : el poder económico concentrado, el poder mediático, el poder de la Iglesia y el poder del imperio en sus expresiones locales como los neoliberales y las globales como el FMI. En su gestión, Kirchner no peleó contra ese poder "real", sólo lo toreó (y con muchos se alió).

Únicamente peleó contra poderes del pasado: militares y menemistas.

El ejército K. Al tiempo que buscaba acabar con sus enemigos del pasado y toreaba a los del presente, el hombre fue formando su propio club de amigos poderosos. Así, a través de una madeja fabulosa de subsidios construyó su oligarquía económica propia. Nunca perdió el sueño de ser el político peronista que destruyera al peronismo reemplazándolo por un movimiento personal, más parecido al PRI mexicano que al PJ tradicional: de izquierda declamativa, pero de organización política y territorial feudal. Un movimiento dirigido por una oligarquía de izquierdas, compuesta por los sobrevivientes de los partidos que aceptaran su liderazgo, más la industria nacional subsidiada (el "capitalismo de amigos" ), más el sindicalismo oligárquico (dirigentes millonarios que representan sólo a la "aristocracia" obrera, cuya principal reivindicación es reducir el impuesto a las ganancias ), más la izquierda "progre" encargada de explicar lo inexplicable y de servir de claque, a cambio de apropiarse los espacios culturales del país K. He allí los "sujetos históricos" a los cuales Néstor consolidó durante su mandato para que le sirvieran de ejército propio en la batalla final contra las "fuerzas vivas" de la Argentina no K. Una pelea de titanes. En ese esquema, Cristina presidenta sería Kirchner en una versión más aperturista en las formas, pero tan dura como él en la consolidación del relato revolucionario.

Por eso, apenas asumió, más que discursos Cristina daba cátedras de pensamiento K, mientras su marido –confiado- viajaba a las selvas colombianas buscando devenir el "Che" Kirchner, que casi logra salvo porque fue a rescatar un niño que ya había sido rescatado. La guerra K. La profecía se cumplió antes de lo esperado : un impuesto excesivo enojó a buena parte de los propietarios del campo argentino.

La protesta fue masiva y dura, pero limitada en sus peticiones iniciales a volver atrás con el impuesto, por lo que podía ser resuelta con una negociación donde nadie perdiera ni ganara mucho. Sin embargo, en la mente de Kirchner, el milagro ocurrió.

Había llegado el momento. La revolución llamaba a sus puertas y él no la desaprovecharía: al fin las fuerzas de la reacción decidían poner la cara. Ya no sería la batalla facilonga contra militares y menemistas decrépitos, sino la batalla final contra el poder real, ese que se había negado a salir de sus guaridas pese a las toreadas del líder. Y ahora, claro, como en el sillón presidencial hay una mujer, los miserables salen juntos para destrozar de una vez por todas al gobierno nacional y popular. Convencido de que la historia estaba de su lado, Néstor declaró la guerra y obligó a su mujer a que lo designara comandante en jefe de las fuerzas armadas revolucionarias. Y así se inició el combate, con la formidable promesa del comandante de no parar hasta arrodillar a las fuerzas de la reacción. La derrota K. La historia posterior se sabe. La guerra -como fue pacífica- duró poco más que la de Malvinas, pero tuvo un resultado similar para el gobierno que la emprendió. O sea, ganó por paliza la reacción: es decir, la Mesa de Enlace del Campo que al principio no parecía más que un grupo de improvisados pero que Kirchner transformó en los 4 Jinetes del Apocalipsis (5 con De Angelis). Más la clase media cacerolera que en 2001-2 era nacional y popular y ahora golpista y racista, por lo cual enviaron en su contra los bravos piquetes de Luis D'Elía, el turco que se tiñó el alma de negro para odiar a los blancos. Más los medios de comunicación contra los cuales se llamó a los universitarios ex-imberbes que mediante Cartas Abiertas y Observatorios foucaltianos censuradores salieron de sus cátedras a librar la guerra y, a la vez, bajar un poco la pancita. Además, los reaccionarios contaron –claro- con el apoyo implícito del imperialismo. Y de los traidores internos, como el vicepresidente Cobos. Y ganaron la guerra. Entonces, creyéndose perdido, Kirchner actuó el último acto de la película que se hizo, cuando le sugirió a su esposa una retirada revolucionaria, ya que - en su febril mente - haber perdido la guerra implicaba que las fuerzas de la reacción vendrían por el gobierno, a fin de unificar -de una vez por todas- el poder formal con el poder real. Pero hete aquí que nada de eso ocurrió.

La oposición política siguió dividida.

Los del campo no saben como volver a suscitar apoyo popular.

Las cacerolas están cocinando.

Cobos se enredó en partidocracias radicales delirantes.

La maldad mediática no encarnó en ningún Berlusconi.

Duhalde quizá quiera conspirar como antaño, pero nadie - salvo el gobierno - parece tomarlo en serio. En fin… o Kirchner se equivocó de enemigo y por eso perdió. O el poder real es menos "real" de lo que pensaba y por eso habiendo ganado no hizo valer sus derechos de vencedor. O, quizá, el poder "alternativo" que acumuló Kirchner no se debió tanto a su construcción, sino a una bonanza mundial que él creyó de su propia cosecha.

Por lo que -como suele pasar en la Argentina- el Kirchner que fue salvado por cuatro años de buenas cosechas, fue pulverizado el año cuando la cosecha le jugó en contra. La hora de Cristina K. Recién ahora Cristina Fernández asume la presidencia que estos meses le quitó su marido.

Esa presidencia que nadie parece quererle ocupar, pero que -como efecto de la guerra que libró Néstor- resulta una presidencia débil.

Así, todas las medidas significativas de Cristina adquieren carácter indefinido, como que temiera jugarse para un lado u otro.

Ejemplo 1. Para algunos Aerolíneas es el inicio de la reestatización de todo lo que fue privatizado en los '90.

Para otros, es que el Estado se haga cargo de un pasivo fenomenal a fin de ver si así es posible olvidar el descontrol de la empresa durante la era K. Ejemplo 2. Para algunos el pago al Club de París es un acto soberano para que el FMI no se meta a auditarnos y obligarnos -entre otras cosas- a que el Indec deje de estar al servicio de la revolución. Para otros es el inicio de un replanteo de fondo que nos lleve a ser confiables ante el mundo global, admitiendo la inviabilidad de la heterodoxia seguida. Todo indica que por ahora las medidas importantes de Cristina irán por ese doble camino, hasta que la realidad obligue a una definición para un lado u otro.

Porque se puede apoyar a la socialdemocracia brasilera y al populismo venezolano a la vez en política exterior, pero no se puede aplicar una síntesis de ambos en política interior, como bien lo saben Lula y Chávez que han optado por un camino u otro.

Si seguimos buscando conciliar lo inconciliable, allí sí vendrá la explosión que esta vez no vino. En síntesis, la revolución kirchnerista ha fracasado, pero la reacción antikirchnerista no ha triunfado. Por lo cual, lo más posible es que jamás haya existido tal revolución ni tal reacción. Entonces, a partir de ahora, de lo que más deberíamos preocuparnos los argentinos es de que la Argentina no desaparezca del mapa por aquello que se está volviendo nuestro matiz diferencial en el mundo : la intrascendencia absoluta de nuestras dirigencias. Buenas para nada, ni para el bien ni para el mal.

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