MEAR FUERA DEL TARRO
La Nueva Provincia - 21-Ene-09 - El país
http://www.lanueva.com/edicion_impresa/nota/21/01/2009/91l070.html
¿En el momento justo, pero en el lugar equivocado?
por Walter Schmidt DyN
Creer que la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca, por el solo hecho de ser afroamericano y demócrata, mejorará la relación de los Estados Unidos con la Argentina, es tan ingenuo como aferrarse a la idea de que tener una mala relación con Washington es un signo de independencia y soberanía.
Ni Obama es bueno para la Argentina y la región por ser demócrata ni George Bush fue malo por ser republicano. Ambos, antes que nada, son estadounidenses y defienden, con matices, los intereses de su país en el mundo.
Los sectores, tanto del gobierno como de la oposición, que cuestionan a los republicanos y realzan a los demócratas, se olvidan de la historia reciente del vínculo bilateral: las vilipendiadas "relaciones carnales" del gobierno de Carlos Menem, se consolidaron con el demócrata Bill Clinton y con el republicano George Bush padre.
La creencia de que los demócratas son "progresistas" y los republicanos "de derecha" también es una falacia. Los demócratas son liberales y los republicanos, conservadores, pero ambos partidos, por ejemplo, durante los gobiernos de Clinton y Bush (padre), impulsaron el tratado de libre comercio para la región.
Paradójicamente, ese compromiso, defendido por demócratas y republicanos, fue atacado por el gobierno de los Kirchner; de ahí que los Estados Unidos, en su conjunto, no tienen una buena imagen de la Argentina.
Ocurrió en la Cumbre de las Américas de 2005, en Mar del Plata, cuando Néstor Kirchner cuestionó duramente el respaldo norteamericano al FMI, su política hacia América latina y la intensión de relanzar el ALCA (el tratado de libre comercio, por su sigla en inglés).
Como sucedió desde 2003 a esta parte, el problema de la pareja presidencial es "la forma", la ausencia de diplomacia, no el objetivo final.
Ese estilo marcó la era "K" como cuando en junio de 2004, el gobierno arremetió públicamente contra un funcionario que habría criticado "off the record" a la Casa Rosada, casi obligando al embajador de la Casa Blanca en Buenos Aires, Lino Gutierrez, a pedir disculpas; continuó con más convocatorias al mismo diplomático toda vez que el Departamento de Estado emitía un informe con críticas en materia de turismo o sobre la situación social.
Prosiguió con Cristina Fernández, primero con la escandalosa valija de Antonini Wilson y los casi U$S 800.000, algo que fue calificado por la presidenta como una "operación basura" y cuando, en plena campaña electoral, primero apostó a Hillary Clinton y luego se inclinó a Obama. Sin tener en cuenta que un presidente no puede jugarse por un candidato de otro país y, mucho menos, obviar al postulante republicano, John McCain.
El último episodio, mal visto en materia de "real politik", tiene relación con la presencia de Cristina en Cuba y Venezuela, al momento de jurar Obama. Está claro, más allá de algunas críticas descontextualizadas, que a la asunción en Washington no son invitados mandatarios de otros países, como suele ocurrir por estas tierras.
El viaje presidencial a La Habana y Caracas, tierras de Fidel Castro y Hugo Chávez, denota una elección innecesaria, que jamás debe hacer un país serio, digno y previsible.
En un mundo interdependiente, la dignidad y previsibilidad no se alcanza a través de la confrontación sino mediante el diálogo y la defensa criteriosa de los intereses
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