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domingo, 7 de junio de 2009

FALTA DE IDEAS POR INSULTOS



A falta de ideas, sobran insultos

A FALTA DE ideas, buenos son insultos, podría emplear como lema cualquier político contemporáneo en campaña. Tampoco faltan promesas que se lanzan como carnada, sabiendo que jamás podrán, ni siquiera intentarán, cumplirlas. Actitud que abarca, quien más quien menos, a todo el espectro político argentino. Los que nunca desde sus cargos hicieron nada se deshacen en anuncios sobre lo que van a hacer. Y los que lo hicieron mal aseguran que lo harán mejor que nadie.
LNP


EL LEMA parece ser: "En campaña vale todo". Se puede mentir, insultar, sacar trapitos al sol, ridiculizar, agredir, agraviar. Pero, más allá de los antagonismos y de las apetencias personales y sectoriales, el país auténtico y la sociedad angustiada se convierten en convidados de piedra. Más que sociedad, parecemos una cantera de la que hay que extraer el mayor beneficio electoral posible.


Y DESPUES, ya se sabe: si te he visto, no me acuerdo. Y no es una exageración. Ocurrió siempre y seguirá ocurriendo mientras las reglas (¿las trampas?) del juego político sigan siendo las mismas y uno no tenga más remedio que votar prácticamente a desconocidos o a unos pocos conocidos que hubiera sido mejor no conocerlos.


ES EL problema de la lista sábana y de los cortijos partidarios cuyo escalamiento requiere, asimismo, más que asumir unos esclarecidos principios rectores, renunciar a otros que dejarán de serlo. Además, exige el aprendizaje de tácticas, estrategias y ejercitaciones, aunque sean ajenas a la ética, para derrotar al "adversario".


TANTO DESDE el gobierno como desde la oposición --con honrosísimas excepciones-- los mecanismos utilizables son los mismos. Nadie sabe quién es quién, ni qué es lo que verdaderamente están dispuestos a dar por nuestro querido país. Ello viene ocurriendo a lo largo de décadas. No en vano, de la gran Nación que fuimos nos hemos reducido a una comunidad en bancarrota, repleta de villas de emergencia, de recursos estatales --es decir nuestros-- aprovechados en beneficio personal o sectorial, de una Justicia a la deriva y de una Legislatura que todavía no ha sabido encauzar el destino patrio por la meta del progreso y del beneficio compartido.


JUGAMOS AL juego de las conveniencias. El significado de oficialismo y oposición se encuentra completamente desvirtuado. Porque, en los hechos, todos son oficialistas y todos son opositores. Pero oficialistas de un sistema y opositores a los cambios de estatus que puedan perjudicarlos. Lo único que se ha logrado es consolidar un sector político con amplias ventajas que le asegure un bienestar económico definitivo. El ejemplo baja desde la nomenclatura del poder y sus ramificaciones hasta los estratos dirigenciales menores.


PODRIAMOS DECIR, comparando, que la expectativa --y la pregunta-- es la misma que se pronunció en el naciente 25 de mayo de 1810. La sociedad sigue queriendo saber de qué se trata. Y quiere saber la verdad, que casi siempre permanece velada por discursos eufemísticos, obstinadas diatribas y falsas promesas, capaces de disimular la otra realidad embozada a que se apunta. Generalmente relacionada con las apetencias sectoriales y personales. Lo cual forma parte de una acostumbrada realidad que, votación tras votación, no ha conseguido otra cosa que desplazarnos hacia esta decadencia social que padecemos.

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