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jueves, 13 de septiembre de 2007

LA POLÍTICA DEL DEDO

Todo tiempo pasado, fue... más ético
LA POLÍTICA DEL DEDO
Hace algunos años, desde el Duhaldismo se comenzó el proceso de destrucción de los partidos políticos. El nunca retirado dirigente bonaerense, desestimó las internas partidarias para imponer a su candidato, el actual presidente Néstor Kirchner, que de otra manera nunca jamás hubiera sido el candidato del Justicialismo. Luego el señor K optimizó el método. Sojuzgó a los dirigentes, desactivó el Poder Legislativo, sumió a los partidos en una profunda crisis. Irremediablemente van camino a su desaparición.


Hoy también el riesgo se cierne sobre las instituciones como consecuencia de la crisis del sistema de partidos: la inestabilidad del sistema electoral. La incertidumbre sobre los resultados electorales, previamente, a través de las encuestas y luego con las manipulaciones de los resultados del acto eleccionario, son algunas de las tensiones que muestran el frágil equilibrio en que se encuentra el conjunto de reglas que conforman el sistema electoral argentino.
Los más optimistas sostienen que, considerando el estado crítico en que se encuentra el sistema de partidos, el hecho que el sistema electoral se encuentre en tensión y no en explosión es casi un milagro. Queda sólo un partido en Argentina. Y uno que, como reconocen propios y ajenos, no se ha caracterizado por el respeto consagrado a la institucionalidad electoral. Las cosas, dicen, podrían ser peores.
Para comprender lo que dicen los optimistas, y el riesgo general del que hablamos, hay que revisar la historia comparada. Es que en los países de partido hegemónico o único, el sistema electoral como tal no existe. Hay un conjunto de reglas y mecanismos más o menos estables según el caso, pero que fácilmente pueden cambiar para adaptarse a las necesidades de su beneficiario. En democracias jóvenes como la nuestra, el sistema electoral no se sostiene por la tradición de la ley sino por el equilibrio de las fuerzas políticas.
Lo que pasa es que en una democracia, los partidos, las instituciones políticas y las reglas electorales forman equilibrios. Y cuando uno de estos ejes comienza a fallar, tiene repercusiones en la salud general del sistema. Con la crisis de partidos e instituciones, las reglas electorales son la última reserva. Si estas se rompen, no hay nada en que creer, ya que quienes deben luchar por defender la democracia y una de sus expresiones más notables, el acto electoral claro no hacen nada. La mayoría de los dirigentes se han bajado los pantalones esperando el dedo del gran proctólogo argentino, que les dirá donde depositarán luego sus hollados anos.
Muy lejos quedaron los tiempos en que los partidos políticos eran la escuela de la democracia. Y son simples lugares en los que todo se vende y todo se compra.

FTE : LOS GIRASOLES

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